Palíndromos
Buenas tardes. Y digo buenas tardes porque tengo dos motivos poderosos. El primero, que es por la tarde; el segundo, que ya va siendo hora de hacer algo desde Navidades. Pero hay un poderoso motivo para andar tarde; que tengo sequía intelectual. Vaguería. Galbana, pereza, desidia... llamémosle «X», pero no tengo gana de trabajar. Naturalmente, eso no es excusa para faltar a la cita de este rincón de Margen Cero. La web margencero.es, que sé verla al revés. Sí, señores, sé verla al revés. Sé verla al revés. ¿Y si leo al revés la frase «sé verla al revés»? Sé verla del revés. Pues tengo exactamente lo mismo: sé verla al revés, porque lo que en realidad tengo es un bonito palíndromo. Del griego palin, otra vez, y dromos, carrera, un palíndromo es una palabra o frase que se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda. Se dice que fue Sócrates el primer «palindromista» de la Historia. Dicho esto, tengo que aclarar que desde hace tiempo quiero hablar de los juegos que nos permiten las palabras, y uno de los más bellos son los palíndromos. La primera vez que escuché uno fue hace muchos años, y decía así: «dábale arroz a la zorra el abad». Al margen de no entender para qué le daba un monje arroz a una zorra, resultaba sorprendente que la frase era capicúa: la leyeras en el sentido que la leyeras, la frase era idéntica. Después fueron apareciendo más y más. En las largas y aburridas clases de latín en el colegio nos dedicábamos a buscar «palabras capicúas», pues aún no sabíamos la definición lingüística, y así fueron apareciendo una larga lista:
Anilina Algunas hay que reconocer que las encontrábamos ya en los textos:
Y una nos la regaló un feriante en las fiestas locales: ¡Sale el as, sale el as! Pasión era lo que sentíamos mis amigos y yo por esta faceta del lenguaje recientemente descubierta: existían palabras y hasta frases capicúas. Nuestro cometido era encontrarlas y asombrar a los compañeros. Así, encontramos «las frases capicúas más largas del mundo»: «A mamá Roma le aviva el amor a papá y a papá Roma le aviva el amor a mamá» y «Sor Eva lleve llave, si sor Rosi se va, lleve llaveros». Imposible que pudiera haber más.
Hasta el
día en que visitamos la biblioteca municipal y descubrimos en «La enciclopedia
de la simpatía» que había decenas, cientos, tal vez miles de palíndromos,
que así se llamaba el fenómeno que habíamos «descubierto».
Pero el
colmo aún no había llegado. Allí descubrimos que, hace muchos siglos, Dante
había escrito
¡Palíndromos
en latín! ¡Como éste de Miguel Ángel en italiano!:
Para nuestra
desesperación, incluso se citaba al poeta del Renacimiento Juan de Timoneda
que escribía:
Hoy, quien
quiera conocer palíndromos, sólo tiene que buscarlos en San Google. En la
primera página que visito encuentro ¡un poema! palindrómico de Julio González
Cabillón que no dudo en copiar: Lo dicho. Quien quiera saber, que no se matricule en una academia de conocimientos extraños. Basta con que busque en San Google. Otro día que yo tenga menos sequía intelectual, menos vaguería, galbana, pereza, desidia... llamémosle «X», pero que tenga gana de trabajar, seguiremos con el tema. Les aseguro, pacientes lectores, que da para mucho. Como si habláramos de los pangramas.
¿Qué? ¿Qué no saben lo que es un pangrama? Pues se lo enseño con un ejemplo:
a) Abran
un documento de Word. Acaban de conseguir el inicio de un bonito pangrama, además de averiguar la dieta del veloz murciélago hindú. Hasta otra.
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