El mar que me retrasa
Más
allá de las madrugadas, de crudos abrigos
desprovistos de nuestros besos, mi sombra desolada
remonta los ponientes sin luz.
No alcanza a llegar a ti, se suspende en las horas estáticas,
en el lapso desangrado en las manos nuestras,
manos vacías de tanto necesitarnos y no encontrar
eco en la perversidad del tiempo.
La luna no reverbera en tu cuerpo ni en el mío,
tan sólo las tinieblas de mi mente acicateada, te invocan
desde los abismos de mi locura.
Mi vientre se duele en los adagios de los albores
que me anuncian un día más.
Veinticuatro lágrimas, una por cada hora para acrecentar
los caudales de ese mar imperturbable, que insiste
en cristalizarse y amurallar nuestro abrazo.
Impedida estoy para cruzar esa inmensidad que me arrebata de tu carne.
Si las rosas...
Una
epístola acunada en el anonimato de mi voz, impregnada con los momentos
más tempranos de mis amaneceres en los que se difumina tu existencia.
Una misiva escrita en las prolongaciones del azogue que nos acerca a distintas
horas, en dónde la luna te musite las reverberaciones de mi esencia que
te añora, y, las transmute en mis palabras que te digan:
«Escucha mi eco en la melodía del los confines de ámbar, moja tu piel
en los murmullos de mis piélagos sin fijarte en su color, porque nuestro
mar es el mismo que revoca las fronteras, el mismo que desborda su cauce
con las lágrimas de nuestras nostalgias, el que en simbiosis de versos,
reúne nuestras almas».
Si las rosas nítidas vaciaran sus pétalos en la artesa de mis manos, crearía
papiros para escribirte en matices de rojo, desde el escarlata hasta el
púrpura, haciendo una pausa en el más brillante rubí; el de mi sangre
anhelante. Entrega inmediata… en el sublime aliento de uno de mis besos.
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Exégesis
Falsas,
hipócritamente desfiguradas bajo el amparo
de las voces dulces. Frías y cortantes,
como los silencios que ahogan su corazón
en las tinieblas de lo infeliz.
A tientas, descubriendo los motivos
de los que se alimentan: felicidad, nutriente
primogénita para subsistir.
Reptando, bífidamente reparten sus besos
aleves, con los que cercenan inocencias,
certeza y esperanza.
Sangre, estelas púrpuras sus infusiones
espermáticas, para revolverse con su flagelo,
en intentos a veces diestros, de fecundar sus ponzoñas sin nido.
Suficiente, se conforman con tan poco…
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ceramica65[at]yahoo.es
Ilustración poemas: Fotografía por
Pedro M. Martínez,©
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