Instantes

poemas por Juan Antonio Molina

En las vísperas celestes de inhóspitas caricias,
hilatura ceremoniosa de las horas, ilesos
corazones abren naufragios y lucernas,
espadas que fueron robles en otras manos,
sonoras calcomanías de fagot aperchadas
como pájaros.
Convictas manos nombran endechas
para un mar unánime que mana profecías envuelto
en sinoples de glicinas y musgo. Redobles iracundos,
jadeo de la tierra entre geografías abolidas, corredores
sin final, donde los leopardos beben todos los sueños
en los líquidos árboles del insomnio.
Un instante
rescatado a la noche frente a la eternidad, nos sostiene
en nuestra porción de tiempo y esperanza, con rostro
de lluvia obscura y cuerpos desnudos inertes y sustanciales.
Galerías de sonidos, comezón de otoño desolado,
todo se transfigura ante nuestra mirada incrédula.
Cenizas y féretros, temblando desde la matriz del tiempo,
nacen en las manos del que sueña, conjuro de arcángel
y jilguero, potencias últimas en la despojada magnolia,
uñas que se clavan en las negras bahías sin luna.
Estupor y piedra de este lado del vacío, enramadas
de agua para la voz inextinguible de la noche,
ecos que se multiplican y dispersan, fluyen y desaparecen
creando arpegios de vidrio sobre las rosas muertas.
Con qué tenacidad se nos muestran las sombras
e imponen su ascensión, formas desiguales
donde no es posible reconocerse, momentos
vencidos en los descarnados palenques
de inmóviles rostros y manos deshabitadas.
En los pulsos de la sangre, en el fulgor
de una cabellera desmayándose en la alcoba,
la eternidad avanza como un zafiro disuelto en la oscuridad,
en espacios que se desvanecen en un súbito
resplandor de fuego. Un estertor calcáreo arde, se incrusta
en la piel, desaparece entre árboles nocturnos, nos reclama,
huido, el tacto elemental de la serpiente o el marfil
para detener el vértigo de la noche.

Pedernal desatado de los cuerpos
en estas ensoñaciones sin nombres ni palabras.



Ella estaba sola

Ella estaba sola, con otros ojos, con aroma
a heliotropo, casi lirio; la sangre de las yedras
se paralizaba en sus párpados, en su carne
agrietada de lechos deshabitados, en su frente
ceñida de transparentes acantos como
los ángeles epicenos que beben las esmeraldas
de los estanques. Estaba sola, en la oscuridad
de las ingles donde los cuerpos encuentra la promiscua
frontera de los desiertos, de los horizontes envejecidos
con cielos de Giotto que atestiguan la apacible muerte del arcoiris.

Estaba tan sola, con su cuerpo de vidrio entre libélulas
decapitadas, sacudiendo sus manos enloquecidas
geranios púrpura hasta desvanecerlos entre azogue
y arena. Sola en las punzantes biznagas del olvido,
con la garganta llena de espejos ondulados donde mueren las palabras.


📬 Contactar con el autor: jmolinagomez20[at]hotmail[.]com



ILUSTRACIÓN: Sarlacc, on the rocks. (8445433360)
by Arches National Park - Sarlacc, on the rocks. Uploaded by AlbertHerring.
Licensed under CC BY 2.0 via Wikimedia Commons.


👉 Portada de Mar de Poesías N.º 12

▫ Poema publicado en el n.º 12 de la Revista Almiar, septiembre-octubre de 2003 (selección de poemas publicados: Antonio Alfeca). Página reeditada en noviembre de 2021.

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    Revista Almiar (2003-2021)
    ISSN 1696-4807
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