Reyes del mundo
A Jeannette Cristina Santander
(1977-1979)
Tú y yo, racimos frágiles
Que florecían en las grietas
De una ciudad siniestra
De comerciantes y danzantes
En tu tez lívida el afecto
Ileso como un crepúsculo sin nubes
Madera de los muros, las montañas
De la materia eterna, el sentimiento
Tu partida inesperada es mi partida
¿A dónde has ido?
Tus abrazos, tus respuestas, aun regresan
¿A dónde, hermanita, amiga mía?
¿A qué viniste, Cristina?
¿A padecer acaso el universo?
Los bosques, las ciudades ¿fueron nuestros?
Mis lágrimas aún recobran tus vivencias
Amaste, ¿naciste acaso o falleciste?
La vida pasa; el amor, en cambio, es para siempre
Como tu inocencia que renace en la alborada
Sobre los días grises y las agrias noches
En cruceros de cartón surcábamos el mundo
Sobre un mar tan amplio como el mar Egeo
Aves amarillas graznaban bajo el firmamento
De aire endulzado por frutos caídos
Mis brazos fueron estelas de arena,
Columnas a las que te aferrabas
Al escuchar rumores, al divisar
Ogros y gorgonas, espejismos de otro mundo
En tu vida está mi infancia
No en los negros días, maltratado
Ni en las condenas, ni en las reyertas callejeras
Ni en las ejecuciones públicas, lejanas
El rostro que descubro ante el espejo me es ajeno
El mío lo perdí cierta mañana de marzo,
En las afueras de un suburbio;
Su firmamento, sus aguas, aún lo esperan
Descarnado, envejecido, endurecido
Caminando sobre los trazos de Getsemaní,
Retardado por esa sangre en esa arena
Discierno dejos de tu afecto en otros rostros
Otras voces te recordarán, Cristina,
Sin tu agonía jamás habría comprendido
La inmensidad inconmensurable de un amor
Sin ellos las praderas de la eternidad serían lejanas.
Contactar con el autor: hsantand[at]hotmail.com
Ilustración poema: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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