Comí la fruta sensual
Besé el suelo rojo
No metí a nadie en ninguna barca
Me tragué las palabras
Escupí sus labios
Arranqué sus pelos
Presioné su faringe
Disfruté su falta de aire
Bailé con sus gritos
Gocé su caída
Yo maté
Y no me alcanzó
Escupí todos los labios
Arranque todos los pelos
Asfixié al género
Festejé la extinción de la raza
Reí de todos sus gritos
Los maté
Revisé todos los escondites
Los tres niveles
La luz, la sombra
A nadie dejé con vida
Y no me frenaste
Me dejaste hacerlo
Me dejaste arruinar tu creación
No me advertiste...
Quedé sola, con tu consentimiento.
Quedé sola en la tierra
Por donde mire no hay vida
No hay dolor en la rutina fúnebre
Nadie me habla
Los maté
Sólo queda contar cadáveres
Para también
Matar las horas de soledad
¿Pero por qué me das ahora la vida eterna?
Testamento
Les dejo mis ojos tristes
El corazón evaporado
Las manos rocosas
Las palabras trilladas
El amor que no se quiso llevar
Las imágenes ciegas de ruido
Sordas de color
Que atacan hasta quemar el pellejo
Los labios consumidos
El delito consumado
Muchas notas sin cantar
Me voy con la hemorragia gris de una soledad de papel que ríe del
fuego agonizante que no quiere recuperar la calma, los aplausos, el
agobio, las jornadas inútiles dentro de un galpón en retiro, el pintor
ahorcándome, clavándome su alma en el cuchillo, la bronca cayendo
en gotas, el frío, frío, mucho frío
Pierdo los murmullos opacos,
Los gritos barrocos,
Algún suspiro de lluvia pisada en la brea
Las presencias
Las ausencias
Su desprecio
¿De qué se agarran los astros cuando el universo empieza a temblar?
¿Qué van a hacer con mi cuerpo?