Te esperé hasta el final
del tiempo de la espera.
No llegaste tarde.
Ni nunca.
No llegaste.
Ni nunca te fuiste.
Creo que no tocaste mi mano
ni pisaste mi arena.
Todo fue un sueño.
Un sueño que derritió la esfera del reloj
robó los números del tiempo
y convirtió el mes de julio
en un año de julio
en un siglo de julio...
en un siglo eterno de julio.
Un sueño detenido
que espera tu partida
de ese sitio donde no estás
y la llegada a este sitio
donde, ya, no estoy.
Decir
algo simple
Después de años y años
de usar trajes de noche
bajo lámparas de lágrimas,
para ver las mías en la oscuridad,
decidí decir algo simple...
Después años y años
de presentar al público una cara de bronce
que se derretía al volver la esquina
con un trago de agua de fuego
decidí decir algo simple...
Después de años y años de caminar
con botas militares,
sin dejar llegar a mi planta del pie
el dolor de la espina de un erizo de la playa
decidí decir algo simple...
Después de no sentir,
de vivir bajo la analgesia de la prisa
después de no vivir
sino de transitar entre nacer y morir
decidí decir algo simple...
decidí decir algo simple...
a la vida:
¡buenos días!