relato Brando

Brando

por Armando Óscar Borgeaud y Osvaldo Julio Croce

Siempre le dijeron así, desde que era pibe y trabajaba como cadete en lo de Filippone. Basta mirarlo caminar para saber lo acertado del apodo: igualito al norteamericano en Nido de Ratas, ¿se acuerda?

Hoy por hoy andará en los setenta y pico, fue compañero de los Taverna en la primaria, saque la cuenta.

Lo apasionaba el cine; tardes enteras en el Unión, el Belgrano, el América; hasta en la José Ingenieros viendo proyecciones de 16 mm. Ya no va tanto, dice que por la vista, pero perdió las ganas desde que murió Lilita, su mujer.

Ella fue su primera y única novia. Iban los dos caminando por la bajada del Náutico, parecían dibujados por un maestro. Le pasaba el brazo por los hombros, la protegía hasta del sol. Salía con ella a todas partes y si aparecía por Argón para tomar un café, llamaba por teléfono para dejarla tranquila.

Leía solamente el diario, cualquiera que encontrara, viejo, flamante, usado, pero no compraba ninguno. Analizaba las noticias con pensamientos, sin sutilezas, contundentes.

Lilita empezó con problemas allá por el 68. Algunos médicos creían que era anemia, otros diabetes, otros depresión. Los tratamientos homeopáticos no dieron resultado, las internaciones tampoco. Hicieron análisis y más análisis buscando enfermedades terribles y no encontraron rastros de bacterias, virus, células cancerosas. Clínicamente sana.

Algunos inventaron celos de él, que ya trabajaba en la carnicería del vasco Vera y no faltaron corrillos hablando de veneno. Puras pavadas. Según parece, Lilita se desesperaba al verlo triste, marchitándose sin decirle nada. En las charlas con otros docentes de El Castillo donde daba clases de Contabilidad, decía que su esposo hubiera sido un gran actor de cine, que le había faltado la oportunidad.

Lilita falleció un verano tremendo, él estuvo horas en el velorio fumando y mirando el piso, apenas respondió preguntas formales, firmó papeles, subió y bajó del coche negro.

Años después lo llamaron del Círculo Cinematográfico Zárate para filmar un corto con Gallinat o Ivanoff, no recuerdo bien. Había dejado la carnicería y cortaba madera en una carpintería de la calle España. Aceptó masticando las palabras como el actor original.

El rodaje en Súper 8 lo hicieron en la casa de Lombardi, el padre del profesor, en la calle Vicente López durante una serie de atardeceres violeta. Su papel era el de músico arruinado que al fin encuentra la melodía de su vida en el saxo cuando está sin fuerzas para tocarla.

Lo hizo muy bien, poniendo energía en cada toma. Ganaron muchos premios con ese corto, estaba orgulloso.

Mire, le cuento esto porque usted me lo pide, si quiere intente hablarle pero es difícil que le dé bolilla.

Vive cerca de la barranca, hace tallas en madera, calafatea yates. Se casó con una abogada de mucha plata, veinte años más joven. En las tardes le da por usar traje oscuro, sentarse en un sillón, mirar películas viejas alquiladas.

Dice que se está pareciendo al Padrino.

¿A usted le parece?



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Armando Óscar Borgeaud y Osvaldo Julio Croce, son dos escritores bonaerenses. Han publicado recientemente el libro de cuentos Fogaratas.
@ Contactar con los autores: patios[at]arnet.com.ar

Ilustración relato: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

Lee otro texto de estos autores (en Margen Cero): Sean eternos, vivan fugaces

Ilustración relato: Marlon Brando Streetcar 1948, Carl Van Vechten [Public domain], via Wikimedia Commons.


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    Revista Almiar (2004)
    · ISSN 1696-4807
    · Miembro fundador de A.R.D.E.

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