Disparos en la noche
___________________
José O. Colón
Era una tarde clara
cuando iba hacia las Piedras del Collaoy a ver una casita cerca
su falda, en el llano. Camino hasta la puerta de la nueva y triste
casucha de madera que estaba medio abierta y entré a la sala.
En el cuarto dormitorio se escuchaba la
voz de un hombre y una mujer y una canción de Daniel Santos en una
antigua vitrola que en ese tiempo era nueva, pues era de las primeras
que se fabricaron en los años cuarenta. Entré sigilosamente para
ver la tan rara vitrola, pues no había visto una nunca antes, y
escuché las voces de ellos que se habían movido al comedor. Allí
sentados en un mesa rústica de madera hablaban:
—¿Qué deseas? —preguntó ella.
—No lo sé, dame lo que quieras.
—Lo único que queda es pitorro.
—¡Dame un palo! —contestó él.
Afuera comenzaba a oscurecer, los gallos
y las gallinas empezaron a acostarse trepándose a los árboles. Cuando
comenzaron a besarse, salí sigilosamente sin que me vieran. Yo sabía
quienes eran aquellos dos seres por la voz, por lo menos eso creía
yo, a mi corta edad de seis años. Era Felipe, El Guapetón, que había
tenido una pelea con mi padre y quería vengarse conquistando a la
esposa de mi hermano, y planeaban robar los ahorros de mi familia
esa noche...
—Vamos a hacerlo esta noche —dijo Felo.
—No, hay niños en la casa. ¡No, por favor!
—contestó ella, la esposa de mi hermano.
Comprendiendo cual era el plan salí corriendo
y bajé la cuesta hasta llegar a nuestra vieja casona del campo.
Mi padre había encargado a mi Hermano Mayor, Joe, cuidarnos a todos
y la casa. Como yo era el más pequeño, me tocó dormir con él. Estábamos
solos en la casa y mi hermano cogió la escopeta que le había prestado
mi Tío y que con el tiempo supe que nos la había enviado con mi
padrino Tino. La puso al lado de la cama, en la sala donde dormíamos
esa noche. Cuando todos dormían escuché unos pasos de caballo detrás
de la casa me levanté y puse la escopeta al lado de la cama. Luego
un silencio sepulcral. La noche estaba oscura con Luna creciente
y de vez en cuando se aclaraba un poco... Mi hermano dormía o parecía
dormido. Me acosté de nuevo, y no bien había pegado los ojos sentí
un chirrido de un perrilo o sable tratando de abrir la puerta subiendo
la ardaba. Salté de la cama. Mi hermano saltó también, cogió la
escopeta y disparó un tiro arriba a la puerta abierta. El hombre
se fue corriendo y unos minutos después escuché unos lejanos escopetazos.
Me acosté a dormir y cuando me desperté al otro día la mujer de
mi hermano no apareció por ninguna parte ni el hombre tampoco. Cuando
he preguntado por ellos me cuentan diferentes historias que siempre
me han confundido...
Sobre lo que sucedió, yo tengo mi propia
y personal idea que no cuento para no crear inventadas fantasías
u otra leyenda más sobre una pareja desaparecida en la oscuridad
de la noche, y en el misterio del ser y del amor.
Todavía escucho los escopetazos en las
noches tristes...
_____________________
José O. Colón es
un autor de Aibonito (Puerto Rico). Ha publicado ocho poemarios
y tres libros de cuentos: Paleto I y II y Androide
I, un robot tan inteligente como Paleto.
WEB
DEL AUTOR: http://jocolon0.tripod.com
ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
|