Sofía
María Antonia Moreno Mulas
Sofía... Sofía...
Eres tan hermosa...
Sofía... Óyeme...
Estaba recordando una mañana de
verano. En el cielo, la estela de un avión se perdía tras
las hilachas de una nube deshecha. El aire era cálido y
transparente con matices nacarados. Me entretenía en escuchar
el silencio. El paseo me llevó más lejos de lo que había
planeado. Y me alegré, porque tras una curva de la carretera,
apareció un trozo de dehesa verde y amarilla, como un regalo.
Las encinas cobijaban a centenares
de dorados girasoles. Las ramas con las hojas oscuras se
curvaban hacia los pétalos color ámbar y, por un momento,
estuve segura de que Van Gogh había pintado aquel lienzo
natural.
Ese verano lo pasé en el pueblo;
ya verás, seguro que dentro de unos años te encantará y,
quizás, si vamos en la época adecuada, podamos sorprender
a los árboles y a los girasoles juntos.
Ahora no hace calor, Sofía. Hace
mucho frío, ayer cayeron copos de nieve al anochecer. El
cielo es del color del plomo y el sol sale por muy breves
instantes. La primavera queda aún lejos, pero ya te mostraré
los pétalos de las margaritas, blancos y suaves como la
nieve, me quiere, no me quiere, me quiere... En los días
de mayo huele a hierba y dan ganas de airear las habitaciones
y los armarios y las almas después del invierno. Aunque,
no creas, cuando hace frío como hoy, se está muy bien tras
una ventana contemplando cómo caen los copos blancos, uno,
dos, tres, cuatro, así hasta el infinito.
Tu piel es muy blanca, como el
campo nevado o los pétalos de las margaritas. Pero es más
suave, cual nata recién batida.
Mi estación preferida es la primavera,
me pregunto cuál será la tuya. Tal vez prefieras el verano,
el calor, los helados, la arena, las tardes larguísimas.
Es posible que te gusten más las mañanas de invierno en
la cama, para arrebujarte debajo de las sábanas y leer algún
cuento. A mí me gusta leer y contar cuentos, pero no sé
si tú preferirás imaginar tus propias historias a escuchar
mis palabras...
¡Qué oscuros tienes los ojos!
¿Cómo serán dentro de unos años?
He cavilado muchas veces cómo serán las casas que dibujes.
¿Como La casita de chocolate? ¿Como la casa de los siete
enanitos? ¿Iguales a las setas donde moran los gnomos?
Si
tú me dejas yo te iré dando las pinturas de colores. Amarillo,
rojo, verde o azul. Seguro que al poco tiempo querrás escoger
tú misma: el cielo morado, la casa rosa, el árbol azul.
Más tarde, dibujarás sola y yo estaré detrás, esperando
callada, por si me necesitas.
Cuando yo era muy pequeña, lo que más me gustaba en el mundo
era jugar en el agua. Tenía una muñeca de plástico con un
chupete, si apretabas muy fuerte en la tripa, sonaba, pero
si tenías mala suerte y aquella tripita rosa y gordita se
llenaba de agua, había que esperar a que se vaciara durante
largas horas. Bueno, tal vez no tantas, pero a mí me lo
parecían. Si tú quieres, podremos jugar juntas, Sofía. Ya
me dirás qué te gusta, si un pato amarillo o un muñeco descarado
que se ha bajado los calzones.
Me parece mentira que estés aquí, que hayas llegado. Han
sido tantos años de espera. Los últimos meses los pasé como
en una nube y creí que cuando estuvieras, cuando al fin
pudiera verte y acariciarte y besarte, sabría que eras real.
Pero sigo en la nube, quizás en aquélla deshilachada que
se encontró con un avión una mañana de verano.
Sofía, ya me han avisado que ahora me necesitas para vivir
y después me necesitarás para comprender la vida. También
sé que llegará un momento en que seguirás sola. Hija mía,
siempre estaré detrás, esperando callada, por si te equivocas
en tu dibujo o no sabes cómo se trazan las líneas de una
casa o de un corazón.
Sofía... Sofía...
¿Te has dormido otra vez?
Espera, no cierres los ojos aún. Dicen que no puedes verme
pero sí reconoces mi olor y estás aprendiendo cómo es el
sonido de mi voz. Cuando naciste, me dijeron, esta es tu
hija, pero me di cuenta de que a ti no te dijeron nada.
Por eso, Sofía, déjame que me presente.
Sofía, soy tu madre. Bienvenida
al mundo, dulces sueños, mi amor.
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AUTORA:
amormul35[at]hotmail.com
ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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