Un minuto de silencio
__________
Lamberto
García del Cid
La cámara
de televisión y los objetivos de los fotógrafos enfocaban
a un conjunto de personas delante de las escalinatas de una institución
oficial. Del conjunto destacaba un grupito central de seis personas,
los compañeros del asesinado. Firmes, circunspectos, parecían sumidos
en reflexiones dolorosas.
Joaquín, gerente del departamento:
«Y
el muy cabrón quiere el informe para el domingo. Para hacerme venir
mañana, sábado. ¿Y de dónde coño saco yo las estadísticas de producción?
Pedirle ayuda a Iñigo está fuera de cuestión. Dirá que me busque
la vida. Que para eso me ascendieron a mí y no a él. No sabe la
suerte que tiene el muy cabrón. La responsabilidad no compensa el
aumento de salario. Soy un esclavo. Él a las tres para casita y
yo a quedarme como un pringao. Y este fin de semana a preparar el
puto informe. Primero el funeral, claro. No puedo faltar. Espero
que la familia no me entretenga mucho. Llamaré a Borja. Puede que
él tenga los datos que necesito, o al menos sepa de dónde sacarlos.
Espero que no se vaya fuera este fin de semana. Vaya marrón que
me ha caído. Y encima lo del asesinato. Éramos pocos...».
Iñigo, jefe de sección:
«Se
me ha jodido el fin de semana de esquí. Mañana funeral. No puedo
faltar. Y el mamón de Joaquín ofreciéndose al gran jefe para acabarle
el informe el domingo. Cómo le gusta hacer la pelota. Busca la Subsecretaría
a toda costa. Se le nota a la legua. Pues que no se le ocurra pedirme
ayuda. Que se las apañe solito. Que se den cuenta de a quién han
ascendido. Joder lo que dura un minuto. Mi mujer no ha puesto buena
cara por suspender lo del esquí, pero no le queda más remedio que
aguantarse. Me jode llevar este abrigo. No me gusta. Pero mi mujer
dice que en la tele quedará bien. Qué coño sabrá ella lo que queda
bien en la tele. Parezco un pazguato, y apenas me puedo mover...».
Charo, secretaria:
«Pobre
Carlos. Era un bocazas, pero no hacía mal a nadie. Un cuitado. No
como mi novio, que no termina de decidirse. Tendré que darle un
ultimátum. Paco, esto no puede seguir así. O nos casamos o lo dejamos.
Eso o privarle de lo que busca. Yo ya no tengo edad para regalar
nada. Necesito casarme, y tener un hijo. Se me está pasando la edad.
Todas mis amigas tienen hijos, algunas ya mayorcitos. Pero a Paco
le da neura hablar del asunto. Si lo del ultimátum sale mal y rompemos,
me queda la opción de arrimarme a Raúl. El pobre me mira con ojillos
de carnero degollado. Paco me ha dicho que está coladito por mí.
Es feucho, pero tiene buen empleo. No creo que me costase camelarlo.
Con Paco me pueden dar las uvas. Me veo birrocha y sin familia.
Él con el fútbol y los amigotes tiene bastante. Pues se va a meter
su chisme donde yo le diga...».
Gorka, compañero:
«Y
la tele delante. No he podido negarme. Me esconderé un poco detrás
de Iñigo, que no se me note mucho. Me jode aparecer en la foto.
Seré el hazmerreír de la herriko taberna. Yo no podía imaginar que
se lo iban a cargar. Creí que se contentarían con asustarlo, por
bocazas. Pero van y se lo cargan. Como les atrapen y digan quien
les proporcionó los datos sobre sus movimientos habituales, estoy
perdido. Podría ir a chirona, además de quedar como un chivato.
Creo que deberían dejar de matar. No conduce a ninguna parte. Se
puede lograr la independencia por otros caminos. Sobre todo que
no se enteren que yo les di las pistas, que yo les dije que todos
los jueves solía ir a ese sitio...».
Vicente, conserje:
«Joder
cómo me pican los huevos. Pero no puedo rascarme. No con tanta cámara
delante. Quedaría un poco feo, un desaire al muerto. El bocazas
de Carlos. Cuidado que le hemos repetido veces que no fuera alardeando
por ahí de su españolismo. Pero lo que más me preocupa ahora es
el picor de huevos. Ha sido esa puta rumana. O a lo mejor no es
rumana. Es igual, de esa zona. Esa no se ha lavado desde que dejó
su país. No me extraña que fuera tan barata. No gasta en jabón la
muy cabrona. Para mí que me ha pegado ladillas. Cuando termine este
puto minuto de silencio, me doy la vuelta y me rasco con toda la
fuerza. Y este fin de semana los colegas iban a presentarme a una
francesita que si le entras por buen ojo, te complace con una buena
sesión de cama. Pero cómo voy a ir con ella con esta plaga que llevo
en los huevos. Puta rumana. O lo que sea. Estoy por volver donde
ella y partirle los morros».
Arantxa, empleada de archivo:
«Tendré
que comprarme otro vestido. Lourdes viene finalmente a la boda.
Iba a llevar el traje que me compré para la boda de Piluca, pero
ya me lo vio Lourdes. Tendré que cambiar. No puedo repetir. Pues
menuda es Lourdes. No perdería tiempo en venir y decirme delante
de todas. “Qué vestido más mono. ¿Es el mismo que llevaste para
la boda de Piluca, verdad? Te sienta muy bien”. Y todas me mirarían
con conmiseración. No, mejor no pasar por eso. Tendré que comprarme
uno nuevo. Y tendré que darme prisa. Espero que salga bien en la
tele, me he puesto este traje pantalón que me hace más delgada.
Le he dicho a mi madre que me grabe el telediario. No todos los
días sale una en la tele...».
El sábado, en el periódico, se describen las caras de pena y circunstancias
de los compañeros del asesinado, rostros que, en opinión del periodista,
hablan bien a las claras del dolor que ocupa sus mentes, de la rabia
por la pérdida de un compañero querido por todos.
CONTACTAR CON EL AUTOR:
Lamber[at]inicia.es
ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía
por
Pedro M. Martínez ©
|