El simulacro
__________
Mamen Moruno
Nadal
Ansiosa
por llegar a sus brazos, corría por toda la casa buscando los
zapatos apropiados, el bolso a juego, las gafas nuevas. Mis manos
parecían haberse vuelto ciegas y, a tientas, no conseguía encontrar
ni las llaves, ni la bufanda ni el anillo que años atrás me había
regalado. ¡No podía ser! ¿Dónde estaban todas esas cosas? Parecía
cómo si todo se hubiese esfumado. ¡Todos aquellos objetos parecían
confabularse contra mí! ¡Se estaban convirtiendo en obstáculos ante
la posibilidad de reunirme por fin con mi destino...! ¿Por qué?
Corría al baño, abría armarios, registraba cajones,
en un intento desesperado tiré la estantería de frascos y demás ungüentos
al suelo, ¿para qué los quería ahora? Pasé a la cocina... ¡Los armarios!
¿Y si hubiese guardado allí el bolso? ¿Y si las gafas hubieran ido
a parar a la nevera por equivocación? Abría y cerraba puertas y cajones
sin cesar, sin tomar aliento. ¡No podía llegar tarde...! ¡No, otra
vez, no! Había estado esperando aquel momento toda mi vida.
Miraba el reloj... ¡Las seis y diez...! ¡No voy
a llegar! El bolso, no lo necesitaba, ¿para qué?, ¿quién necesitaba
ahora documentos y dinero? Seguro que me invitaba a cenar, siempre
había sido muy galante, pero…, ¿quién quiere comer? Las gafas…, ¡fuera!,
no me importaba no ver el número de autobús, total, voy a coger un
taxi. Caí en la cuenta de que todas mis amigas tenían un juego de
llaves de mi piso. Me calcé los primeros zapatos que pillé en el armario
y salí corriendo a la calle.
Veinte minutos me separaban de mi destino...
¡Veinte...! ¡Veinte para encontrar un taxi...! ¡Veinte para que estuviera
libre...! ¡Veinte para sobrevivir al tráfico...! ¡Dios, el móvil!
¿Cómo se me había podido olvidar el móvil? ¿Y si me llamaba? ¿Y si
se impacientaba? ¿Y si le hubiese pasado algo y nadie me llamara,
aunque sólo fuera para reconocer el cadáver...? ¡No quería ni pensarlo!
Los ojos se me salían buscando una luz verde, no paraba de mover los
brazos, el corazón me latía a mil y al borde del infarto, de pronto,
recordé...
Recordé que todo había sido un estúpido simulacro
más por si algún día él decidía volver a buscarme. Tomé aire, respiré
hondo y me tiré al suelo ante al asombro de todos mis vecinos. Seguro
que el día que vuelva a buscarme, de verdad, tendré más tiempo para
prepararme... ¡Qué alivio!
CONTACTAR CON
LA AUTORA:
argallon[at]msn.com
ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía
por
Pedro M. Martínez ©
|