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La butaca
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Maliyel Beverido


Apareció tan furtivamente que nadie se enteró cuándo. Debe haber sido uno de esos días de lluvia en que no hay un alma circulando por la acera, y si acaso hay una va tan deprisa para adelantarse al cuerpo que no mira más que su destino final a cubierto. Pero también pudo suceder de noche o en la hora pico de la tarde. Tenía el aspecto de una butaca de cine, con asiento plegable entre descansabrazos rígidos. El respaldo era de madera ligeramente curvada. Debió tener un barniz rojo, cubriendo un color previo, tal vez negro o azul oscuro. Toda la superficie estaba desgastada y carcomida, pero aún podía uno sentarse cómodamente. Lo extraño es que apareciera casi en la esquina de la calle, entre el anuncio de vuelta continua con precaución y el poste de luz, de cara al muro de la panadería en el que se lee un ajado no anunciarse.

En un principio todos la veían como un desecho estorboso, sobre todo porque la butaca estaba empotrada al piso. Cada uno sospechaba de su vecino sin confesar su recelo.

Al cabo de unos días, una mañana soleada, dos niños en mutua persecución se encontraron rodeándola, sirviéndose de ella como parapeto a sus correrías. —¡Pido, pido!, —dijo uno de ellos, sofocado por el esfuerzo, y del modo más natural del mundo se sentó en la butaca. No hubo rayos ni truenos ni ondulaciones magnéticas. El otro chico dijo: —Yo disparo los chescos —y se metió a la panadería. Cuando salió, ambas manos ocupadas con botellas, el que había estado sentado se abalanzó sobre él y le dio un insólito abrazo. —¡Gracias, Beto! Pus si me tocaba a mí, tú invitaste ayer. Pero no se trataba de la tregua o de los refrescos, sino de lo que le había pasado mientras estaba reponiendo aire en la butaca. Instantáneamente ya alguna tía los estaba llamando para que no se quedaran perdiendo el tiempo en la calle, y la butaca volvió a quedar desierta durante algunos días.

Luego fue un transeúnte perdido, uno que no era del barrio y andaba buscando una casa de la que le habían dado mal las señas. Estaba exhausto e irritado, y no se contuvo de sentarse a pesar de la apariencia deslucida del asiento. Durante unos instantes sus ojos parecieron observar con atención alguna animación proyectada sobre el muro. O quizá fuera hacia adentro a donde se dirigían, el caso es que así, con su aire ausente, atrajo a un señor que se disponía a cruzar la calle. El señor se quedó junto a la butaca, fingiendo mirar más allá, hacia la vitrina de la panadería, mientras esperaba que el transeúnte abandonara el sitio para probarlo.

Quién sabe si fue el viejo o los niños quienes corrieron la voz, o simplemente la curiosidad que el objeto despertaba fue venciendo las primitivas reticencias de vecinos y pasantes y pronto la esquina se llenó de concurrentes.

Durante el día había largas colas, incluso se envió a un agente de tránsito para evitar los accidentes en aquella esquina. La panadería extendió sus horarios de apertura y empezó a ofrecer servicio de cafetería. La escuela organizaba excursiones en pequeños grupos. El peluquero repartía volantes de descuento. El ayuntamiento reemplazó la luminaria fundida.

Iban oficinistas apresurados. Iban las novias, disimuladas bajo sus velos blancos, antes de dirigirse a la iglesia. Iban funcionarios encubiertos y políticos en campaña. Iban los actuarios y los carniceros. Iban las peinadoras y las voluntarias de la Cruz Roja. Iban los melancólicos estudiantes de preparatoria que tenían que presentarse en un certamen de oratoria. Iban los niños que querían balones rojos. Iban las criadas que no tenían colorete. Todos querían sentarse un momento en la butaca y que sus ojos se asomaran a visiones.

De repente dejó de estar donde estaba, nadie se enteró cuándo Y lo más curioso es que era como si nunca hubiese estado allí. Nadie vino a buscarla, nadie preguntó por ella. El panadero no recordaba en qué mala hora se le había ocurrido comprar mesitas y ofrecer bebidas calientes. La luminaria se fundió de nuevo al cabo de un tiempo.

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Maliyel Beverido Duhalt
, es una autora mexicana.
mbgl801(at)prodigy.net.mx

ILUSTRACIÓN RELATO: Searchlamp adapted to lamppost, By Dmitry G (Own work) [Public domain], via Wikimedia Commons.