LO QUE NO DIJO
EL MAESTRO
(Selección)
Yuan Mei
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Traducción
directa del chino clásico:
Wilfredo Carrizales
Arrancar la lengua
a un fantasma
El sirviente de Jiang Jingwu,
A-chen, era valiente y le gustaba el licor. Le agradaba seguir a su
amo cuando habitaba en Xizhimen. Allí había muchos fantasmas y la
gente no se atrevía a morar. A-chen sí residía. Una noche un fantasma
vino y se haló los cabellos. A-chen estaba borracho y no tenía miedo.
El fantasma alargó la lengua considerablemente para asustarlo. A-chen
se levantó. Agarró la lengua del fantasma y se la arrancó. Era fría
y blanda como algodón. El fantasma dio un gran grito y escapó, A-chen
metió la lengua bajo la estera. A la mañana siguiente quiso darle
un vistazo a la lengua. La encontró convertida en una cuerda de paja.
Desde ese entonces cesaron las apariciones de fantasmas.
El Tigre Aprisionado por la Cesta de Bejucos
En la aldea Chu había un
joven de apellido Wang. Tomó una pequeña cesta de bejucos y fue a
comprar arroz. El sol se estaba poniendo y llovía. Al llegar al puente
de madera sobre el riachuelo, el joven volteó la cesta y se la ajustó
a la cabeza. Cruzó el puente sosteniéndose de las barandas. Debajo
del puente aguardaba un tigre. Saltó y pretendió morder la cabeza
del joven, pero lo que logró fue la cesta y huyó. El joven cayó al
suelo. Creyó que alguien lo había empujado y le había arrebatado la
cesta. Al amanecer los habitantes de la montaña vieron al tigre enloquecido
corriendo por todas partes. El tigre llevaba la cesta en la boca y
no podía desprenderse de ella. Si el tigre cerraba la boca, la cesta
le oprimía; cuando abría la boca, la cesta se expandía y se la obstruía.
Los bejucos de la cesta eran de naturaleza flexible y los hilos se
le incrustaron en las separaciones de los dientes. El tigre tenía
carácter colérico y no podía soportar la situación. Corrió durante
tres días hasta que cayó muerto en la montaña. Después de muerto el
tigre permaneció boca arriba, con las fauces abiertas y mordiendo
aún la cesta de bejucos.
Pintura en un Árbol
Lu Jingxuan, funcionario
del distrito de Yongcheng, era oriundo de Xiaoshan, provincia Zhejiang.
Cuando reparaba la oficina del gobierno distrital necesitó cortar
un árbol para obtener madera. En la oficina distrital existía un sauce
desde hacía tiempo. Al serrarlo para transformarlo en tablas apareció
en su interior una pintura natural como trazada con tinta pálida.
En el lado izquierdo de la pintura había una escarpada montaña; en
el derecho, piedras colgantes. Sobre las piedras colgantes había un
pino y un árbol de montaña. Sus ramas y hojas pendían. Encima del
pino estaban enrollados y amontonados unos bejucos. En medio de la
pintura había un anciano quien sostenía un bastón con la mano y estaba
parado. Llevaba puesto un alto gorro y un vestido de largas mangas.
Su barba y cejas parecían vivas. Su mano izquierda permanecía oculta
dentro de una manga y estaba ubicada frente a su pecho. El pie derecho
avanzaba hacia delante y mostraba el calzado; el pie izquierdo se
mantenía oculto bajo el vestido. El anciano, con la cabeza girada,
parecía escuchar el sonido de una fuente. Al funcionario del distrito
le gustó mucho la preciosa pintura y se la llevó a su casa. Este asunto
sucedió el trigésimo día del décimo mes del año xinyou*, durante
el gobierno del emperador Qian Long.
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*1741
Un Perro de Madera
que Podía Ladrar
El señor Ye Wenlin dijo:
estando en la capital fui a la casa de cierto funcionario del Ministerio
de Justicia. Apenas había tocado la puerta cuando un feroz perro pequinés
salió rugiendo. Parecía que quería morder. Yo sentí mucho miedo. El
dueño de casa salió en seguida y con un grito contuvo al perro. El
perro se tendió y no se movió. El dueño de casa se quedó mirando a
su huésped, riéndose, divertido, sin parar. Yo, el huésped, le pregunté
el motivo. El dueño de casa me dijo: «¡Éste es un perro de madera!
Él por fuera parece un perro pequinés; adentro tiene instalada una
llave. Puede ladrar y correr». Yo, el señor Ye, no le creí. El dueño
de casa sacó un gallo. Su plumaje era amarillo y roja la cresta. Estiró
el cuello y anunció la alborada. Al apartarle las plumas para observarlo,
también resultó que estaba hecho de madera.
Robo de una Pintura
De día un ladrón
penetró a una casa para robar una pintura. Apenas la había enrollado
y se disponía a salir, cuando el dueño de casa regresó. Al verse en
un apuro, el ladrón asió la pintura, se arrodilló y dijo: «Éste es
un retrato de un antepasado de mi humilde familia. No tengo más alternativa
y deseo canjearlo por varios cubos de arroz». El dueño de casa rió
a carcajadas. Insultó a ese ignaro y arrogante. Agitó las manos y
le expulsó, sin haberle echado un vistazo a la pintura. Al ingresar
al salón el dueño de casa descubrió que había desaparecido la pintura
de Zhao Zi-ang* que estaba colgada allí.
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*Famoso pintor de la época de la dinastía Yuan (1271-1368), oriundo
de la provincia de Zhejiang.
El Fantasma que Temió que Uno Arriesgara la Vida
El viceministro Jie tenía
un primo lejano, intrépido, de su mismo apellido y mayor edad, a quien
le fastidiaba que la gente hablara de fantasmas. Cada vez que llegaba
a un lugar le gustaba escoger aquellos funestos para alojarse. Camino
de Shandong se detuvo en una posada para pasar la noche. La gente
le dijo que en la habitación occidental había espíritus malignos.
Jie, muy alegre, abrió la puerta de la referida habitación y entró.
Estaba sentado cuando sonó el segundo redoble del tambor*. Una teja
cayó de la viga del techo. Jie insultó: «¿Tú eres un fantasma? Necesitas
escoger una cosa que no haya en mi habitación y arrojarla. Yo entonces
te temeré». Como resultado fue arrojada una piedra de amolar. Jie
insultó de nuevo: «¿Tú eres un fantasma temible? Necesitas romper
mi mesita para el té. Yo entonces te temeré». Cayó una enorme piedra
y rompió la mitad de la mesita. Jie, muy enojado, insultó de nuevo:
«¡Fantasma perro lacayo! ¡Si te atreves a romperme la cabeza, yo me
someteré a ti!». Se puso de pie y arrojó el gorro al suelo. Elevó
la cabeza y esperó. Desde ese momento se hizo el silencio. Los fantasmas
desaparecieron para siempre.
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* En las antiguas ciudades chinas existía un tambor, instalado en
una torre, que servía para marcar las vigilias nocturnas, cinco en
total, de dos horas cada una.
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Yuan Mei
(1716-1798) Poeta, ensayista
y cuentista.
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WILFREDO CARRIZALES:
Escritor y sinólogo venezolano nacido en la ciudad de Cagua, Aragua,
Venezuela. Textos suyos han aparecido en diversos medios de comunicación
de la región. También ha publicado los poemarios Ideogramas
(Maracay, Venezuela, 1992) y Mudanzas, el hábito (Pekín, China,
2003), el libro de cuentos Calma final (Maracay, 1995), los
libros de prosa poética Textos de las estaciones (Editorial
Letralia, 2003) y Postales (Corporación Cultural Beijing Xingsuo,
Pekín, 2004), y tres traducciones del chino al castellano. Reside
en Pekín (República Popular China).
zalesw(at)yahoo.com
En el título, «maestro» se refiere a
Confucio.
* ENLACES RELACIONADOS:
Palabras de poeta (Wilfredo Carrizales) |
Libro del amor
(Feng Menglong - Traducción Wilfredo Carrizales)
* ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía del autor ©
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