¡Cortadle la cabeza!
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Luis Bermer
La plaza era una turba enajenada,
sucia y vociferante, un mar embravecido por corrientes de odio. Y
en su centro —como una isla de madera— se levantaba el cadalso. La
guillotina ya estaba lista para la siguiente ejecución.
—¡Cortadle la cabeza!
¡Cortadle la cabeza! —se escuchaba como un eco que iba y venía, entre
otros de inhumana ferocidad.
La
muchedumbre apenas se abría para dar paso al carro tirado por caballos
que se adentraba en la plaza. Con las manos atadas a la espalda y
recostado en un lateral, el noble mantenía su mirada en la distancia,
indiferente a la ventisca de insultos, frutas y huevos podridos que
arreciaba sobre él. Los guardianes empujaban con sus lanzas a los
exaltados que se acercaban al carro para escupirle en la cara, aunque
muchos lo conseguían. Vio en lo alto al verdugo limpiarse las manos
con un trapo, como un carnicero. Tenía el honor de ser el último ejecutado
en este día de terror. Por el suplicio ya habían pasado sus cortesanos,
sus amigos, sus familiares…
a lo largo de
las horas previas.
Le habían obligado a
contemplarlo todo.
Lentamente, fue conducido
por las escaleras hasta la plataforma de la guillotina. Aquello era
un lodazal de sangre y el hedor le produjo arcadas que apenas pudo
contener. Desvió la vista del montón de cuerpos amontonados a un lado,
donde pronto caería el suyo. La sucia hoja de acero le pareció suspendida
a increíble altura. Desde la lejanía se le había antojado más baja.
La negra capucha del
verdugo le preguntó:
—¿Últimas palabras?
El noble negó con un
fugaz movimiento de cabeza; entonces fue cuando el experimentado verdugo
le recostó —sin la menor ceremonia— sobre el tablón, para pasar a
ajustar las piezas de la máquina que aprisionaron su cuello. Cerró
los ojos y el griterío inundó sus oídos, su oscuridad.
Una atmósfera de silencio
expectante crecía acallando toda voz por encima del rumor. Quedaban
segundos, lo sabía. Imaginaba al corpulento verdugo dirigiendo sus
ojos invisibles a la masa, a un lado y luego hacia el otro, esperando
el respeto de la mínima dignidad para el condenado y su muerte. El
fin había llegado.
Captó el segundo justo.
Un crujido en la madera al accionar el mando. Una vibración grave
y…
Un clamor de júbilo reventó
la plaza.
La cabeza había caído
en el cesto ensangrentado, junto a las demás.
Hombres, mujeres y niños
mostraban su obscena alegría. Había sido un día grande para ellos
y, ahora que todo había acabado, se resistían a abandonar el lugar.
Durante horas celebraron la muerte y las futuras muertes que estaban
por llegar. De repente, entre la algarabía general, se alzó un coro
de gritos aterrorizados que, desde la zona más próxima al cadalso,
cruzó la plaza como un cuchillo.
El bullicio cesó, y la
atención se dirigió hacia el arco de plebe temblorosa que se iba formando
en torno a la guillotina. Por el borde del cesto de cabezas habían
surgido tres descomunales patas de tarántula. Otras dos salieron para
agarrarse por el otro extremo; la gente retrocedió chillando y la
masa se desplazó como un campo de trigo azotado por el viento. Poco
a poco, la cabeza sangrienta del noble emergió, erguida sobre aquellas
patas que nacían en su cuello seccionado.
El terror convulsionó
a los presentes de mil maneras, iniciando oleadas de pánico. Muchos
corrieron desencajados, implorando al dios misericordioso, otros cayeron
desmayados para ser pisoteados por los que huían, mientras algunos
quedaron paralizados, movidos sólo por los empujones, observando lívidos
como la cabeza descendía sobre la plataforma con un balanceo espasmódico
en su cara.
—Os espero abajo... —dijo
entre espumajos sanguinolentos; su voz era un fuelle rasgado—, todos
tenéis vuestro sitio abajo...Todos...
El caos inundó la plaza,
un pozo de locura.
Nadie
recogió aquella cabeza de sonrisa grotesca.
Y sus ocho patas de tarántula.
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LUIS BERMER.
Autor español entusiasta del género fantástico y del relato corto,
ha colaborado en fanzines como NEXUS Zine, Dreamers,
El centinela o Nitecuento.
luisbermer77(at)yahoo.es
PÁGINA DEL AUTOR:
http://www1.webng.com/luisbermer/
ILUSTRACIÓN RELATO:
Exécution de Marie Antoinette, See page for author [Public domain],
via Wikimedia Commons.
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