El gramil
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Luis
E. Mejía Godoy
Mi amigo
Julio
ama su oficio de carpintero que heredó de
su padre y éste de su abuelo. Pero en uno de sus momentos más difíciles
por su dependencia del alcohol, después de haberse bebido hasta el
líquido para maquear los muebles perdió casi todas sus herramientas
de carpintería empeñándolas a cambio de guaro. Hasta que un día se
dio cuenta que el cantinero, a quien le había empeñado un martillo
por cuatro tragos de a peso y un serrucho por una media de lija, se
estaba aprovechando de él. Entonces se le ocurrió, en un momento de
lucidez, que iba a llevarle el «gramil». Se suele decir que el gramil
es el instrumento más proletario del oficio de la carpintería, herramienta
artesanal de la cual afirman todos los carpinteros y ebanistas que
sin ella no se puede realizar ningún trabajo.
Así fue que llegó aquella
mañana con un impresionante temblor de manos, sudando todo el cuerpo,
con el corazón agitado. Fue donde el cantinero, y le dijo: «¡Sálvame
de esta goma hermano!, pero ya no tengo herramientas, más que una
de la que no quiero deshacerme porque es el más importante instrumento
del carpintero...» y el cantinero le dijo: «Bueno, a lo mejor te puedo
dar algo más que una botella», y haciéndose de rogar le contestó,
sosteniendo con las dos manos temblorosas el periódico donde traía
envuelto la herramienta: «No, la verdad, es que la única manera de
aflojar el gramil es que además de una botella, me dés de vuelta el
serrucho, la cola de zorro, el cepillo, la garlopa y los dos formones...
Pero pensándolo bien, creo que mejor no, porque sería un crimen perder
el gramil que es, como te dije, la herramienta más importante de cualquier
carpintero; sin ella no se puede trabajar, además que nunca me lo
perdonaría la Estebana...». Y aguantándose la goma hizo como que daba
la media vuelta frente al mostrador de la cantina, agarrando fuertemente
el saco de bramante en donde traía el famoso gramil.
El cantinero con los ojos
desorbitados y una sonrisita, del gusto de sólo imaginarse de poder
hacer el negocio del mes con el misterioso instrumento, le gritó en
la espalda: «Espérate hombre, ¿no te vas a ir arrastrando esa goma
horrible, verdad?» Y poniéndole sobre el mostrador una botella de
aguardiente Cañita y un vaso que llenó hasta el borde, le dijo, indicándole
con la boca: «Tómate un trago para que hablemos con calma. A lo mejor
llegamos a un arreglo. Hablando se entiende la gente hom...» Dio entonces
la vuelta, despacio, y con los ojos vidriosos vió borrosamente la
botella y el vaso como el hermoso paisaje de un oasis en el desierto.
Haciendo el último esfuerzo, casi al borde de la desesperación, arrastrando
los zapatones se acercó nuevamente al mostrador y con los ojos encharcados
se tomó medio vaso de aguardiente. Sintió que todo el cuerpo recibía
una descarga de sangre que le bombeaba los sentidos como el tubo madre
del tanque de la aguadora. Sacó del bramante el gramil, lo puso sobre
la barra y le contestó: «Bueno, que sean todos los fierros y dos botellas
de Ron Campeón por el gramil», dijo respirando profundo.
No hubo más discusión. «¡Juega el gallo!», contestó el cantinero sin
perder el tiempo, y antes de que se arrepintiera mi amigo Julio, fue
a traer todos los fierros de carpintería a un cuartucho detrás del
bar donde los tenía junto a una guitarra, un acordeón, un radio de
baterías, una montura, cuatro dientes de oro dentro de un vasito de
Gerber y varios relojes y anillos, todos identificados con
una papelito con la fecha y el valor del empeño.
Puso junto a las herramientas
las dos botellas de ron y le dijo: «Pero que mañana no venga tu mujer
a reclamar nada porque vos veniste con tus propios pies y yo sólo
trato de ayudarte a que no te vayas a morir de una goma».
Después de terminar de beberse
lo que quedaba de ron en el vaso, Julio se marchó con sus herramientas
y las dos botellas de Ron Campeón y las metió en el costal
de bramante que llevaba preparado por si acaso le salía bien el volado.
Mientras el cantinero revisaba por arriba y por abajo aquel pequeño
y sencillo instrumento, sin poder entender dónde estaba la gracia
y la ciencia para que aquel aparato fuera la herramienta más importante
de un carpintero. Sin imaginarse que mi amigo Julio,
desesperado por la goma, sólo había utilizado una de las herramientas
más antiguas que el ser humano tiene para sobrevivir, el engaño.
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LUIS ENRIQUE MEJÍA GODOY
nació en 1945, en Somoto, un pequeño pueblo
al Norte de Nicaragua. Cantautor y escritor, fundó con otros artistas,
en 1975, el Movimiento de la nueva Canción Costarricense. En Costa
Rica grabó sus primeros discos. En 1979 regresó a Nicaragua definitivamente.
Mejía Godoy es autor de 18 discos y más de 200 canciones.
En 1979, con el triunfo de la Revolución
sobre la dictadura somocista, se integró en el Ministerio de Cultura
nicaragüense y funda, en 1980, la Empresa Nicaragüense de Grabaciones
Culturales. Ha recibido numerosas distinciones y realizado giras por
numerosos países.
Es fundador, junto a sus hermanos y
personalidades de Nicaragua, de la Fundación Mejía Godoy, organización
sin ánimo de lucro para ayudar desde la sociedad civil a resolver
problemas sociales y apoyar el desarrollo cultural y humano en su
país.
luislucy[at]cablenet.com.ni
OTRAS OBRAS DE MEJÍA GODOY (EN MARGEN
CERO):
Selección de hiperbreves |
Retrato de poeta con guitarra
|
Café Concert |
It's now or never |
El tío Ramiro
* ILUSTRACIÓN RELATO:
Truschino Marking gauge, By Gixie (http://www.antiquariatoerestauro.eu)
[CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) or GFDL
(http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)], via Wikimedia Commons.
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