Lo que esconde la niebla
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María Aixa Sanz
...a Carlos
La luna llena
me suelta la lengua y por las noches no puedo dormir, me desvela,
me paso las noches con los ojos abiertos de par en par, luego llega
el día y a media tarde me quedo dormida, traspuesta, como ahora que
me he quedado dormida en el sofá de terciopelo granate. Imaginaba
que estaba acurrucada en tu cuerpo y me he quedado dormida, he soñado
contigo. Soñaba que íbamos en un barco y he anotado algo en la última
cuartilla de mi cuaderno, he arrancado la hoja y he salido al pasillo
del camarote y a un mozo que pasaba le he dicho: «Désela al hombre
del traje azul marino. Déle la nota». Lo recuerdo perfectamente,
sé que te he escrito una nota y sé que se la he dado a un mozo del
barco, tú debías estar en cubierta, me he puesto un chal sobre los
hombros y he mirado la mar por el ojo de buey, todavía era de día.
No sé que esconde esa nota, me lo tendrás que decir tú. Todo eso he
soñado y he sentido frío, frío en mi cuerpo, y también he sentido
un beso en la frente y entonces he despertado. Estoy aquí con los
párpados entreabiertos, me has besado en la frente, tengo la sensualidad
de tus labios en mi piel, pero tú no estás, estoy sola acurrucada
en el sofá de terciopelo granate, aun así te pregunto: ¿Qué he escrito
en la nota del sueño? ¿Tienes idea? ¿La has leído? ¿Te la llevó el
mozo a cubierta? Me quedo ensimismada en mis pensamientos, sé que
cuántos más años tengo el desarraigo vive en mí, que no me aferro
ni a las gentes ni a los lugares, que estos van y vienen según las
etapas de la vida, que hay lugares y gentes que son importantes y
que un día dejan de serlo, y borrón y cuenta nueva, y eso no deja
de suceder en las vidas, por lo menos en la mía, miles de gentes,
miles de lugares pasajeros siempre pasajeros, sé con certeza que he
echado raíces en ti, en tu cuerpo en tu forma de ser, sé que mis raíces
están en ti, sé que eres lo único que no es pasajero y de todo ello
tienen la culpa tus ojos. La forma de mirarme que tienes tú. Amor,
eres la hoguera en la que me quiero quemar, así de atractivo y erótico
te siento. ¿Qué pone en la nota? ¿Me lo dirás algún día? Probablemente
te equivocaste de chica y te gustan más las mujeres comedidas, reflexivas,
prudentes. Pero muchacho soy valenciana, soy de quemar la vida, de
vivir para el placer, de quemar todos los cartuchos, de sentir la
mascletá en mi piel, soy tremenda y vehemente, sensual, mediterránea
y apasionada. Quemo la vida, la vida está para gastarla y con los
grandes amores estás para cometer imprudencias. Besarte si tengo ganas
de besarte. ¿O no? La reflexión me la guardo yo para cuando vienen
malas, para los problemas. A menudo te asalto sin permiso, te devoro
sin licencia, te acoso a preguntas, juego contigo a un juego eterno,
y es que no puedo vivir sin tu belleza. El ring del teléfono ha hecho
que mis pensamientos vuelen por la habitación ocultándose de nuevo
en el país de los pensamientos no pronunciados. El ring ha roto mi
cavilar, cojo el teléfono y eres tú. Me dices: «Sí. Sí. Sí»
Tres síes y la comunicación se corta. Me pregunto a qué estabas contestando
y caigo que estabas respondiendo a la nota. A lo que sea que te haya
escrito. A saber cuándo se va a restablecer la comunicación, sé a
ciencia cierta que a veces tarda más de veinticuatro horas. Qué tarde
más extraña, miro por la ventana, tu voz resuena en mi cabeza. Tu
voz. La tarde es extraña, el día es extraño. En el exterior la niebla
borra el paisaje pero me guío entre la niebla con el azul de tus ojos,
con el brillo de tu mirada y veo cómo un papel planea en el cielo,
entre la niebla y cae tras una planta crasa. Salgo corriendo descalza
tengo que recoger el papel. Es la nota. Lo sé, sin ningún tipo de
duda. La tengo y sí, es la nota, reconozco el tacto del papel, y al
abrirla reconozco también mi letra y el signo de interrogación. Amor,
ya sé a qué has contestado. Creo que estamos comprometidos. Acabamos
de comprometernos como si esto fuese una historia de una novela victoriana.
Sonrío. Guardo la nota. Esto no es cuento, yo no soy Jane Austen ni
Charlotte Brontë, pero tampoco sabía lo que esconde la niebla, hasta
hoy.
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María
Aixa Sanz
(Alcalà de Xivert, 1973). Escritora.
Diplomada en Ciencias Empresariales por la Universidad Jaume I, de
Castellón.
Debuta en el año 1998 en la literatura con el relato Tetrarca del
reino de la nada que le abre las puertas editoriales para participar
en diversas antologías colectivas de cuentos y revistas literarias.
El pasado es un regalo, la publicación
de su primera novela en el año 2000 le otorga gran éxito de público,
al que le acompaña la publicación de las novelas: La escena
(2001) y Antes del último suspiro (2006).
Finalista del IV Certamen Edisena de
cuentos Cortos-Cortos, con Peregrinaje de un derrotado. Publicado
en el libro el Cuarto de los Cuentos. El relato Lindo O.
Santos, es escogido en el año 2002
por la editorial Torremozas para representar a la literatura española
en un libro de cuentos junto con otros ocho países de Hispanoamérica.
Esta participación genera criticas extraordinarias que la dan a conocer
en la prensa de América del Sur.
En julio de 2006 aparece publicado el
relato: Nerina Rombaldoni en la internacional y prestigiosa
revista Voces.
Primer premio del Quinto Certamen de
Narrativa en valenciano, denominado Escrits a la Tardor Vila de
L’Eliana - 2006 con Els dilluns no passen a la història.
Colaboradora fija con artículos sobre
literatura en el periódico Etcétera, de Zaragoza, desde el
año 2001, distribuido por España, México, Argentina, Chile y Perú.
Y en las revistas: Dosdoce, Nemeton, Mainhardt,
Almiar - Margen Cero, Literaturas.com, Palabras
Diversas, Ariadna Revista Cultural, El Coloquio de
los Perros, Séneca y Narrativas. Sus artículos para
el fomento de la lectura también se publican en el periódico Etc.
Magazine, de Buenos Aires, Argentina, en la web Libreros,
de Caracas, Venezuela y la revista Destiempos, de México D.F.
Ξ
Web de la autora:
·
Fotografías en la pared (http://mariaaixasanz.blogspot.com/)
· Reseñando (http://complicedetuslecturas.blogspot.com:80/)
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Ilustración relato:
Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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