Ketty A. Lis

Más acá o más allá



No sirven unos huesos frágiles de sostén seguro

ni sostiene la fragancia indómita de la hoja de laurel

la brisa ausente.

¿En qué sitio del no ser

se alojarán esos mínimos segundos

en que es posible volar veloz como los pájaros

de la cornisa al suelo?

Más acá o más allá

el tordo negroacero anuncia

la armonía de decir ¡oh Dios!

en la plácida belleza de sus trinos.

Su canto varía de vez en vez acá

o  más allá

a modo de lluvia discontinua

aunque ¡oh Dios!

haya sonado casi siempre igual a la palabra odio

áspera igualdad

en la desdichada intimidad del ser humano.

 


 






El camino se despide en algún momento de los sembradíos

y recién ahí se le da por descubrir

la grácil sencillez del girasol besando con fervor la tierra

devolviéndole en los giros sus semillas.

El cristal

no necesariamente es quebradizo

sí frágil aunque sostenga la fragante calidez del vino

madurado en un tonel que vive en la humedad oscura de las cavas

porque por él se ha suicidado un roble.

El odio ¡oh Dios! contamina el suelo y todo cuanto toca

no la fugaz sensualidad del vino

el odio mata por el obsesivo poder de la ilusión

o las ruinas que el no poder nos deja.

Si el motor de la historia para Kant

es la libertad del hombre

¿en qué consistirá la liberación en la historia personal

más allá

mucho más allá donde lo absoluto equivale a todo o nada

si voláramos volátiles y veloces como pájaros

hacia un espacio sin espacio

ni tiempo

dejando más acá

un cuerpito quieto y un charquito de recuerdos en el piso?

El talismán que garantiza el alma de los sueños

se encuentra navegando a la deriva

¿nada perdura todo se dispersa

o toda dispersión se dirige a lo infinito?

 


Un corazón abierto no obstante es su seguro muelle

un corazón que es sangre

es latido

es ruego

desamparo.

Quizá por eso un gato de Cheshire aún dormita

de este lado

desquicio del espejo

quizá por eso se sigue con obcecación buscando

el destello que proclama el punto

donde mágico aparece el arco iris.

Ahí

nos espera el cofre repleto de monedas de belleza y oro

que al tocarlas se transforman en estrellas

nos liberan

 

y como si cumplieran con leyes inmutables

girando al ritmo de cierta melodía que solo ellas escuchan

van formando a cada movimiento

las coordenadas que indican el extraño sitio

en el cual es posible armar en ramillete

tal que puede armarse

con esas margaritas que libres nacen en el campo

una  inmensa piedad por las cosas fugitivas.

 

 


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Web de la autora:

http://www.citynet.com.ar/ketty/

* ILUSTRACIÓN POEMAS: Fotografías por Pedro M. Martínez ©
 



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