Página principal

Música en Margen Cero

Poesía

Pintura y arte digital

Fotografía

Artículos y reportajes

Almiar, en Facebook

¿Cómo publicar en Margen Cero?

Biblioteca de Almiar


 

Estoy de viaje

Livia Felce


El tren sale de la estación y se dirige a Córdoba, el horario de partida es a las diez de la noche. Me costó decidirme pero aquí estoy. Una valija es suficiente. Aprendí a prescindir de cosas superfluas y tengo lo justo. ¡Por fin voy a viajar! La modorra de la rutina no me dejaba despegar, pero me dije que tal vez viajar me hiciera bien, me calmara los nervios. Otros paisajes son otros paisajes. Eso es lo que necesito.

Pongo mi valija de cartón en el portaequipaje y me siento a esperar la partida. Me acomodo en el asiento. Por la ventanilla veo pasar a la gente, apurarse para salir, apurarse para entrar, y chicos que juegan a las escondidas entre las columnas del andén. Espero el sonido del pito. La orden de salida tarda. Miro el reloj. Es ya la hora o me parece a mí. El vagón se va completando. La gente murmura algo de una huelga. Siempre pasa, o son los maquinistas o los guardabarreras que aplican sobre los pasajeros las consecuencias de sus reclamos.

Todos están mal pagados, es cierto, pero yo no tengo la culpa, que aguanten o cambien de trabajo porque yo tengo que viajar, para eso estoy aquí. Estoy decidida. Voy a esperar a que el tren salga.

Dormité sobre el lado derecho, casi sobre el hombro de un señor mayor. Al despertar vi el coche medio vacío, mi compañero me dijo:

—La gente salió a caminar porque el conflicto no se arregló y hay que esperar no se sabe hasta cuándo.

No tenía a quién avisar que llegaría más tarde, como nadie me esperaba en ninguna parte, no me importó mucho. Comí unas galletitas, anduve por el pasillo, fui al baño y al volver las luces titilaban como si estuvieran por apagarse, pero el reflejo del andén alumbraba los asientos vacíos y encontré el mío. El señor de cabello blanco ya no estaba. Ocupé mi lugar, estiré las piernas sobre el asiento vecino como si fuera una cama. Así me acomodé, puse la campera sobre las piernas y no escuché más ruidos hasta el otro día en que los silbatos me despertaron. Miré por la ventanilla y vi partir trenes en otros andenes. Empecé a gritar: —¿Por qué este tren no se mueve? ¿Qué pasa? —las puertas cerradas no dejaban oír mi voz, quise levantar las ventanillas y estaban fijas. Como en una cárcel todo me cerraba el paso. Hacía gestos para llamar la atención de quienes pasaban por el andén. Golpeaba los vidrios, pero la gente que miraba hacia mí no me veía porque seguía indiferente, a lo sumo se arreglaba el pelo en el reflejo del vidrio.

Me cansé. Me cansé de gritar y me cansé de llorar. Comí unas galletitas, fui al baño y volví a mi lugar. Dormí. Pasaron días. No sé cuantos. Del frío pasé al calor. Andaba casi desnuda, podía bailar por el pasillo y hacer muecas a quienes me miraban porque yo sabía que como en un espejo sólo se veían a ellos mismos. Los sonidos de la estación truenan por la mañana y se aligeran por la noche. La calma penetra con la misma fuerza que el ruido. De pronto todo es silencio y yo pruebo a quebrarlo con un grito largo, aullado. Pero nadie contesta y yo vuelvo a gritar porque sé que nadie me escucha. ¡Qué bueno es gritar, qué bueno es bailar, qué bueno es hacer lo que quiero mientras espero a que salga el tren!

Dos hombres de blanco me sacuden y palmean y me levantan del piso. A mi alrededor la gente mira curiosa, con cara de tonta, cómo me llevan a la rastra. En el andén el pito sonó estridente y vi salir el tren.

—¡Se va! —grité.

—Otro día, cuando te cures, vas a tomar otro tren —me dijo uno de ellos.

 

Pero creo que ya no sabría cuál tomar.

 

_______________
CONTACTAR CON LA AUTORA: liviafelce[at]hotmail.com

ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por Manuel Martín ©
(VER MUESTRA DE ESTE AUTOR).






REVISTA ALMIAR - MARGEN CERO™ (2002-2003) - Aviso legal