Yo cuento
__________
Javier Munguía
Rendón
A Shazareth
Fuiste esperada por
mí durante una hora. Como no llegarías (lo sé), no tuve más remedio
que hacer pedazos, sin rabia, los folios donde no eras más un personaje
sino esa mujer que sería esperada por mí durante una hora, que no
llegaría.
Yo había empezado a escribirte
se puede decir que con amor, luego con desmesura, luego con una furia
que se asemeja menos a la locura que al rencor. Porque no llegarías.
Pero puedo volver a escribirlo
todo, a pesar del cansancio y del rencor. Echar todo atrás y empezar
con una línea distinta. Algo así como: «Teresa se arrepintió a tiempo
de no ir donde Anselmo —yo— la esperaba desde hacía media hora». O
mejor: «Anselmo la vio venir por Avenida y pensó que la emoción le
haría leve presión en estratégico lugar del cuello, matándolo instantáneamente».
Esa era mi frase. Pero no es cierto, porque, ya lo he dicho, tú, Teresa,
ya no eras lo que habías sido cuando escribí la primera línea. Las
solamente palabras que tú eras entonces no hubieras opuesto resistencia...
Dejaste de serlo. Terriblemente
dejaste de ser eso que tú eras (palabras) para empezar a ser eso que
tú eres (palabras). No adelantemos nada aún. Porque ahora que no has
muerto, el único consuelo que me queda si puede llamársele consuelo
es contarlo para que ya no suceda, para que siga sucediendo. Yo sé
lo que digo.
Después de que te atreviste
a no morir, «yo moría en tu lugar», escribí. «He sido muerto al cruzar
Avenida, rumbo al cine, por un automóvil negro». Una muerte así de
vulgar, para mí. Mas no morí. No pude hacer otra cosa sino contar
lo que había pasado y que tú y yo no sabíamos como lo saben quienes
leen.
Yo me convertí en un
viejo amargo tratando de matarte, o de morirme. No conseguí ninguna
de las dos cosas; confinado a escribir y escribir y escribir, a recordar
que me esperas detrás de cualquier esquina que no sea la esquina de
Avenida, a donde nunca llegaste.
De tal modo que no hay
evento: pura historia. Nada sucedió después de que no murieras. El
resto es retrospección, aunque... Veamos cuándo empezaste a ser lo
que eres:
Tus antecedentes son
una tarde de octubre, un jardín de facultad de letras, la hermosa
cabellera de Shazareth: de ahí naciste.
Shazareth no hablaba
sino que miraba a un punto indefinido de las puertas de entrada a
la facultad. Lili dijo algo parecido a la marea sube porque la luna
está muerta, y yo pensé una vez más que Lili no era Lili, más bien
que Lili ocultaba otra Lili detrás suyo.
Cuando Bere y Gladys
se fueron, asomaste entre la cabellera de Shazareth. Te toqué instintivamente.
Lo supe todo a partir de ese momento. Me despedí, te llevé conmigo,
lo único que no sospeché es que fuera para siempre.
Cuando estuve en casa
pretendí escribirte. No pude sino pensar que de algún extraño modo
serías esperada por mí durante una hora, que no llegarías.
De modo que lo hice:
fui a esperarte a la esquina de Avenida, sabiéndolo, absurdamente
consciente que no llegarías, que yo te esperaría hasta las tres.
Todo esto lo escribí
con aire de serenidad, con pesar. Soy viejo, de modo que no se me
puede pedir que no sea estúpido, es la edad.
Quiero seguir contándolo
aunque haya dicho una o dos mentiras. Saltando hechos demasiado conocidos
(que tú te negaras a morir, por ejemplo) diré que al fútilmente creer
que volvería a empezar, que tendría una benigna hoja en blanco una
vez más, me vi feliz.
No pude, no puedo dejar
la pluma, y he aquí la verdad: nunca hice pedazos estas hojas, no
pude y de todos modos no moriste, no moriste y yo lo quise, lo deseé
con toda mi pasión aunque no haya hecho trizas estas hojas, lo juro.
Aunque..., y aquí se
abre la posibilidad. Como no había qué contar sino hechos que ocurrieron
ya, y en teoría la historia se acaba aquí mismo, FIN, sin resolución,
se pueden contar todavía las cosas que no ocurrieron, ocurrirán, nos
hubiera gustado que ocurrieran, para que todo pueda terminar para
nosotros, Tere, y que dejemos de ser la misma cosa aunque de algún
modo no podamos ser sino dos personajes ligados intrínsecamente, porque
el texto nos absorberá.
Yo cuento: Después de
esperarte media hora te vi venir por el cine hasta Avenida, sin reconocerme.
No dijiste nada —aquí el que escribe soy yo— sino que me miraste de
una manera en que yo no había sido mirado jamás. YO FUI MIRADO POR
TI DESPUÉS DE HABERTE ESPERADO MEDIA HORA, así hubiera podido empezar
pero vaya. Yo te miré también, mas comprobé con dolor que la mía no
tenía la mitad de fuerza que tu mirada, que la mía no era sino la
mirada del viejo que soy, próximo a morir, joven y arrastrándote consigo.
Tú me tomaste de la mano,
porque yo he decidido que me tomaras de la mano solamente, y los dos
nos miramos y entonces y sólo entonces estamos en igualdad de condiciones
en medio del bullicio de la gente que no lo estaba, que transitaba
por Avenida. Y aquí se acaba, se empieza a acabar esto que he venido
contando a raíz de que tú no hayas llegado. Al cruzar la calle, un
auto negro, un vulgar automóvil negro te hizo pedazos, sí, yo te vi
morir sin sorpresa, aunque el auto nos hiciera pedazos, sí, el equilibrio
hecho trizas, escindido, imponiendo necesaria ruptura, torpe, sin
malicia, del deseo, del ya no vengas, del delirio, de cualquier cuento
que se sepa un buen cuento.
_____________
ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
|