Mirar un cuadro...
sentir una historia

Terraza de café por la noche
Terraza de café por la noche (Vincent van Gogh)

Textos publicados

CAFÉ DE LA PLAZA

Por fin, la mesa se ha quedado vacía. La ocuparon todas las noches, durante el verano, eran muy jóvenes y reían sin parar, ahora, su risa se ha quedado colgada de las estrellas. Eran muchachos y muchachas venidos de otras tierras, y quizás no volverán el año próximo.

El cielo de la noche de verano, en el mediterráneo, nunca llega a ser del todo negro, sino de ese azul profundo que los luceros permiten ver. El cielo de la noche de verano te reclama para que no te duermas hasta que comience a rayar el alba por detrás de la línea recta del horizonte, y la luna del amanecer compita con el sol, iluminando la superficie de oro blanco que es el mar en ese momento. Y ellos esperaban ese instante mágico sentados allí. Hasta que se marchaban a la orilla del mar, y estrenaban las olas inaugurando el nuevo día.

Pero ha llegado septiembre y la terraza del café de la plaza, otra vez se ha quedado silenciosa. Ahora puedo bajar y sentarme en su mesa, en mi mesa, recoger el sonido de su voz, el de ella únicamente, destacando por encima de los gritos, y de la algarabía restante, la cadencia de sus palabras, en una lengua que no comprendo, y el tintineo de sus carcajadas abiertas y francas.

La he estado contemplando desde mi ventana, esa que ha permanecido iluminada a la derecha, en la segunda planta, durante todas las noches, mientras trataba de hilvanar una conversación imposible. La conversación que ahora, sentada en su mesa, en mi mesa, mantendré con ella todo el invierno.

Los camareros se deben haber extrañado de no verme aparecer por el café, durante estos meses. Se habían acostumbrado ya a mi presencia silenciosa, en esa mesa de la esquina, frente a una copa de ginebra, que ritualmente reponen en cuanto me la bebo, hasta que mis ojos se cierran y cruzo la calle hasta mi habitación. Sin estruendo, extrañamente en paz.

Pero aquélla primera ocasión en que la vi ocupando el sitio que habitualmente he ocupado yo, durante el invierno, me hizo retroceder sobre mis pasos hasta refugiarme en la casa y observarla por la ventana.

Me atrajo su voz, únicamente su voz, sin entender sus palabras en idioma extranjero, y me atrajo que fuera tan igual a mi, a su misma edad, su mirada cargada de ilusión, su alegría llena de seguridad, su confianza en el mundo.

No quise que me viera, quizás también ella percibiera, como lo percibí yo, que somos iguales, y que tanto como ella es mi pasado yo soy su futuro, y encontrara en mis ojos apagados, en mi rictus de tristeza, en mi soledad, y en mi expresión esquiva y desconfiada las huellas del tiempo, que pueden convertir a un ser humano en la sombra doliente de lo que fue.

Hubiera querido prevenirla, contarle, sin palabras, como haré durante este largo invierno, mi vida, que puede ser su vida. Pero, ahora..., no hubiera sido capaz de destruirle el recuerdo feliz de este verano, que ya nadie puede arrebatarle.

CARMEN LÓPEZ LEÓN

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CARTA A LA DESCONOCIDA
10 de septiembre de 1888

Las estrellas se abren como flores de luz allá arriba y tú no estás. El café nota la ausencia. En la tranquilidad de la placita el café brilla, ilumina a las parejas y a la mesa donde siempre te encontraba.
Una mesa sin alma. El verano estalló en un amarillo anaranjado y se fue a las estrellas, a calentar.
Necesito tu presencia, allí, en la primera mesa reinando sobre los demás. Te pintaré de azul y negro, para que te unas al infinito de mi cuadro.
Pero cuando más intento concentrarme más me despistas.
He estado pintando durante horas y horas, del cielo al suelo, de Dios al Infierno. Así la bóveda celeste romperá la cabeza de los transeúntes. Puedo
recordar tus manos si hago un esfuerzo de fotógrafo, pero soy pintor. No tienes manos, si las pienso en color se confunden con la alfombra y pasas a formar parte del todo. Necesito tu gesto, tu forma. Si no, optaré por rematar el cuadro con una figura invisible que observe al mirón. Será allí, en tu mesa, en la primera mesa. Las sillas invitarán a sentarse, a entrar en el cuadro y perderse en las flores que nacen en el cielo.

Arlés,
Vincent.

IVÁN HUMANES BESPIN
ivah [at] telepolis.com

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EL REGRESO

Acabo de despertarme; la intensa caminata por las calles de la ciudad, que fue poco a poco desplegándose ante mí como un gran paquete al que abrí cuadra a cuadra con avidez de cumpleañera, me había cansado. Ahora, desde la ventana entreabierta me alcanza una débil luminosidad, y no sé si es ella o la música incierta que también se desliza por el aire, lo que me hacen desear la eternidad en ese sitio.

Pronto bajaré, me sentaré a una de las mesillas del café, de frente a la negra boca de la calle y, esta vez sí, sola, única, irrepetible y fatal, me prepararé para internarme en la oscuridad. De la que, sé, no habré de salir...


ALCIRA
alembi [at] hotmail.com

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SIN TÍTULO

¡ESTOY FELIZ! AL FIN TENGO LA CERTEZA DE QUIÉN SOY: UN VAGO DE LA MEDIANOCHE, ANESTESIADO DE VIDA INTERMINABLE. UN BULTO TAL VEZ EN LAS GRADERÍAS DE UNA ESTACIÓN PRIMAVERAL. O MEJOR DICHO Y EN HONOR A LA VERDAD, UN POETA DE AQUELLOS QUE SUELEN VAGAR POR PARÍS EN LAS INMEDIACIONES DEL SILENCIO, DESPUÉS DE ABANDONAR LA NADA MISMA OFRECIDA EN LA JUVENTUD. Y DEDICARSE A ESCUCHAR LAS PALABRAS QUE OTROS COLOCAN EN SU OÍDO PARA AL FIN PODER OÍR.

¡UN LOCO! DE ESOS QUE PINTÓ VANGOGH CON TODA SU CORDURA.
UN GENIO TONTO, QUE SÓLO TIENE EL MURMULLO DE UNA NOCHE ESTRELLADA Y UNA POBRE ASPIRACIÓN: CONVERSAR UN CAFÉ EN LA PLACE DU FORUM.

Anónimo
(Remitido desde Chile)

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JE T'AIME

Dentro de unos minutos se irá. Como todas las noches. Pero estoy feliz, había tanta soledad en mi vida hasta que apareció... Mi soledad era de veinticuatro horas, rigurosa, extrema, hasta que el quince de junio ella se sentó, por primera vez, en la cuarta mesa del café de la plaza, la que tiene un poco coja la pata. Pidió un vino blanco y se arrellanó en la silla amarilla, cruzando las piernas a continuación. Sacó un paquete de gauloises y prendió un cigarrillo con parsimonia, después de golpear su extremo varias veces contra el mármol desgastado de la mesa, miró a derecha e izquierda, discretamente, y comenzó a fumar sin parar contemplando cómo el humo chocaba contra el sucio toldo amarillo para después perderse en el cielo tachonado de estrellas.

Ha terminado el vino, apura hasta los dedos la colilla del cigarrillo y después la tira sobre la tarima de madera sin hacer caso del cenicero. Se levanta, deja caer unas monedas sobre la mesa y se ajusta la boina negra sobre el pelo ya casi blanco, antes de marcharse, como lo hace siempre a esta misma hora.

Hoy la seguiré. Lo tengo decidido desde hace un par de días. Me levanto y ando despacio sobre el empedrado, con temor de que me presienta, de que se dé cuenta, y al pasar al lado de donde estuvo sentada veo una agenda roja caída bajo la silla. Durante un confuso instante dudo sobre qué hacer pero atravieso la fila de mesas, recojo la libreta y después camino hacia la oscura calleja por donde se ha marchado. El callejón está desierto, tan sólo se enciende la pobre luz de una ventana y un niño llora en la lejanía.

Desde entonces no ha vuelto, pero cada noche me siento en la plaza a mirar el café, esperando que regrese a su mesa. Entonces le devolveré la agenda y le diré que no me he atrevido a abrirla aunque lo hago a diario, en la vieja habitación en donde vivo, convencido de que cuando escribió je t’aime pensaba en mí.

PEDRO M. MARTÍNEZ
martinezcorada.es

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UNA SILLA VACÍA

Sigo mirando, esperando tras la esquina, cualquiera creería que soy un delincuente vulgar que pretende asaltar a la primera anciana que pase y quitarle el bolso...

Pero no. Mi mirada no se fija en ancianas, sino en las mesas vacías, desoladoramente vacías, las sillas que te esperan, seguro, como yo lo hago...

El camarero me lanza una mirada por el rabillo del ojo. Jugamos ambos a que no nos vemos, él probablemente pensando qué demonios hago parado aquí durante más de una hora, yo creyéndome sombra invisible cuando es más que obvio que ha reparado en mí...

Y sigue la silla. Tu silla, vacía, inerte, triste si pudiera estarlo, seguro, como yo, triste de no tenerte, triste de ausencia asfixiante.

El cielo empieza a poblarse de estrellas, algunas personas que aún quedaban en el café se levantan y se alejan, las que aún quedan llaman al camarero que acude solícito, esperando una propina generosa por su rapidez.

Cierro los ojos y te imagino llegando, acaso apurada por saberte con retraso, o tal vez porque también tú esperabas mucho de este encuentro, como yo lo hacía. Tal vez yo esperaba demasiado. Quizás lo esperaba todo.

Cuando abro los ojos éstos, empañados, no distinguen bien los contornos de cuanto veo. Los colores parecen difuminarse unos con otros, me da la impresión de que el cielo estrellado está más cerca, casi abalanzándose sobre la calle empedrada, en la que tampoco las piedras tienen límite y se besan a unas a otras, mezclándose en un mestizaje de formas y color.

Retengo la imagen en mi cabeza, captando los colores amantes unos de otros, las formas difusas, las estrellas que sí quieren venir a sentarse en la silla que dejaste vacía. Retengo la imagen de la fiesta de tonalidades que intenta calmar el dolor de tu ausencia... Esa imagen es todo cuanto tengo de ti.


MARTA PLAZA FERNÁNDEZ (Madrid)
bellegacelle [at] eresmas.com

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SIN TÍTULO

Un marco de otoño, contagió sus colores a esta noche.
Unas pocas personas deambulan la realidad desde las alas o la decadencia de su mundo interior (van hacia el encuentro más alejado de sí mismos). Sin embargo, forman parte de la belleza.
El cielo inmenso observa la escena y dispone las estrellas, iluminan el instinto del hombre, fuente y torrente, elevación o fango.
Mientras, todo lo que es transcurre en esta calle, el universo en su esencia y de fondo, la música nocturna de los insectos...

Desde este lado del tiempo, se estremece el corazón y brota en capullos la poesía.

LUIA
luzmas2 [at] yahoo.com.ar

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SOMBRA Y LUZ

Alegría y tristeza.
Abundancia y escasez.
Compañía y soledad.
Amor y desamor.
Cordura y locura.
Mucho y poco.

Todo y nada... ¿En qué pensabas mi querido Vicente? ¿Acaso el sufrimiento por la incomprensión que viviste fueron matizados por tu visceral forma de jugar con el pincel? Siempre estuviste al borde de la locura. Observando desde la oscuridad. Nunca, estoy segura, creíste en tu incomparable genio, siempre fuiste distinto. Nunca te creíste mejor. Siempre vivirás en nuestros corazones. Siempre estarás en esa mesa que nunca ocupaste, que aún permanece vacía.


ESCONDIDO
lizwriter2002 [at] yahoo.com

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PESADILLA

¿Qué ha pasado en aquel planeta? ¿Por qué los astros parecen a punto de estallar? ¿A qué cita va esa gente que camina como tantos fantasmas hacia esa puerta amarilla? ¿Hacia su destino? ¿Será le entrada de los infiernos? ¿La puerta que nos deja entrar y no nos permite salir ni regresar? ¿Por qué se encuentra esta imagen en la pantalla de mi ordenador?
Que no quiero verla: no quiero ver mi destino.

VICENTA
laxuana [at] yahoo.es

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SOMBRA EN AZUL

Las sombras de la noche
cubren de azul el viejo callejón
que muere en la plaza
donde un árbol
suspira la nostalgia de los años vividos.

Solitaria va quedando la taberna,
amarillea su luz los vacíos veladores,
las sillas abandonadas,
el desorden...

Siempre, los últimos rezagados, quedan
a la espera de ver salir las primeras estrellas,
símbolos de una vida que no acaba.

Mil historias podría contar
el empedrado del suelo.
Es el paso del tiempo
escrito en esas viejas piedras
que el mismo redondeó
para no dejar escapar sus secretos.

Las ventanas, poco a poco, se iluminan
se van cerrando persianas,
no quieren ver la noche,
la oscuridad...,
tienen miedo.
Otras quedarán abiertas
esperan la luz del alba
para ver llegar el día.

AMPARO VÁZQUEZ SÁNCHEZ
avazquez [at] pie.xtec.es

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SIN TÍTULO

Otro tiempo. Un París romántico donde caben todo tipo de historias, parejas enamoradas tomando el fresco en un caluroso atardecer del verano, humildes familias cenando detrás de las ventanas iluminadas de las casas, niños durmiendo en sencillas cunas de madera tras las oscuras contraventanas que adornan las fachadas, un viejo y barbudo clochard detrás de alguna esquina..., las campanas solemnes del reloj de alguna iglesia cercana, surcos de agua sucia en el empedrado de la calle. Vida, pobreza, olores mezclados de ropa sudada, café recalentado y sencillos pucheros, inundan el aire quieto y denso de una noche de verano. Un cielo azul profundo tachonado de estrellas hace presagiar un mañana luminoso y esperanzador..., pero envolviéndolo todo, y sin saber porqué, mirando este cuadro, una extraña tristeza se apodera de mí.

TERESA
tvallejo [at] inicia.es

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SIN TÍTULO

No tengo más que alzar los ojos para perderme. Ya no
espero nada. Nada en la tierra me concede la virtud de despegarme de mí misma. Nada me ata a este suelo empedrado de lágrimas azules que se me adhieren insistentemente a las suelas, como una trampa de piedra, de sal y de agua. El amarillo no es el color de la victoria. El amarillo es el color de lo acabado, el color del sol que ya no aguarda nada para irse.
Por eso ya no espero nada. Por eso no tengo más que alzar los ojos para perderme. Para despegarme de los combates en que me derrotaron y fundirme con el azul de la noche y sus jardines celestes, que es lo más parecido que conozco a la esperanza.

ANA MÁRQUEZ CABEZA
orual16 [at] hotmail.com

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SIN TÍTULO

Ahí están. Esperan a que nos acerquemos y nos sentemos. Son las mesas disponibles, las sillas vacías. Son como cada día que llega, que ahí está para que lo vivamos, uno por uno.

JORGE

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SIN TÍTULO

No hay desvarío: hay vida latente hasta en las piedras
desgastadas de la calleja. Un café. Unos pasos. Un rincón donde perderse contigo al amparo de la noche y de los cómplices. Permaneces. ¿Dónde estás? Va a refrescar y sigues lejos. ¿Dónde estás? Bajo el toldo brillante espero. ¿Dónde estás? Espero. Espero...

Luis Torregrosa
togalu [at] hotmail.com

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SIN TÍTULO

ESTABA AHÍ, EN LA PLAZA, SOLA BUSCANDO UN POR QUÉ. DE PRONTO SOÑÉ Y PENSABA QUE ALGUIEN VIVÍA POR MÍ, QUE ERA MÁGICO EL MOMENTO. LAS ESTRELLAS ME VEÍAN Y A TI. DE PRONTO DE LA NADA LLEGASTE, FUE EN EL CAFÉ DONDE TE CONOCÍ; MIRAMOS AL CIELO SIN PALABRAS NI PORQUÉS,

SÓLO SE SUPO QUE ES LO QUE DEBÍA DE SER, MÍSTICO ENCUENTRO Y ROMÁNTICO TAMBIÉN DE DOS ALMAS QUE UNIDAS, ESTAREMOS SIEMPRE AL FIN, EN UN SUEÑO. EN UN DESEO TE ENCONTRARÉ COMO DEBA DE SER; NUESTRA REALIDAD NO EXISTE Y SI EN VERDAD SÍ LO ES, NO ME SAQUES DE MIS SUEÑOS: DÉJAME IMAGINAR Y CREAR NUESTROS MOMENTOS, BÉSAME Y PIDE UN DESEO: PINTEMOS OTRA ESTRELLA EN EL CIELO.

Yasmin
freeangel_95 [at] hotmail.com

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SIN TÍTULO

...Me llevareis con vosotros a Paris, a la ciudad del Charmé y del Glamour, a la capital del Espíritu y la inspiración..., porque, ciertamente, con vosotros se va un poco de mí.

Sandra Sue
Priscilla_Sue [at] hotmail.com

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BARCO DE PAPEL

Se ha cuajado la noche en copos de estrellas blancas, igual que algodón en rama sobre un azul que vuela.

El carbón negro de los tejados se deshace sobre las cristaleras cuadradas del café naranja de la esquina.

El barco de fuego que navega el empedrado aguanta un esqueleto de balcones y remonta la puerta azul como columna hacia la noche.
Las mesas, blancas, tímidas, redondas, despliegan las alas blancas de pañuelos. Y los ríos de luces y de grises navegan la calle, con su agua de adoquines romos.

Los transeúntes del insomnio atraviesan las aguas del silencio.


Misterio
yallegue2002 [at] hotmail.com



Presentación de estos textos

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Ilustración: Gogh4, Vincent van Gogh [Public domain], via Wikimedia Commons -Terraza del Café en la Place du Forum, año: 1888 (septiembre), técnica: óleo sobre lienzo, ubicación: Rijksmuseum Kröller-Müller Otterlo

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◻ Publicado en Revista Almiar (2003). Reeditado en junio de 2020, durante la pandemia de la Covid-19.

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    Revista Almiar (2001-2020)
    ISSN 1696-4807
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