Olga
Muriega
Fuego en el agua
Un hombre que
llora
desata el temblor en nudos
forjados en miel de misterios
en un país de nubes azules
con húmedos vientres, salados de angustias.
Un hombre que llora
sublima un regazo en la arena calma.
Cuando una lágrima viajera la seduce
arde en el fuego de su propio aliento
la espuma se postra con ternura volcánica
el mar enloquece de melancolía.
Un hombre que llora
refleja en la rara palidez de la nieve
envuelto en la bruma, el brillo del alma
de un pájaro herido soñando
en un dulce rayo amatista
su más ardiente, exquisita melodía.
Un hombre que llora
siente en las entrañas, otro corazón.
Navega un cielo transmutado
un océano desnudo de abrazos de algas
aparente, desgarrado, casi abandonado.
Un hombre que llora...
Dejó de ser niño.
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Ilustración:
Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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Revista
Almiar - Margen Cero™ (2002) -
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