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Javier Claure C.

 

C

uando se habla de la importancia que tiene la literatura infantil, nadie duda de su efecto, en los pequeños oyentes y lectores, expresado en el aprendizaje de una lengua. Las niñas y los niños que son expuestos a escuchar o leer historias, cuentos, mitos, leyendas, etcétera, aprenden a utilizar un idioma: mejoran su vocabulario, se expresan con más claridad y tienen más facilidad para exteriorizar sus pensamientos, experiencias, sentimientos y temores. Pero ese acto de leer o de escuchar va mucho más allá de una simple actividad lingüística. Comprender un texto literario, ya sea destinado a los pequeños o a los adultos, es un proceso emocional y cognitivo. Por eso leer un buen texto literario puede crear procesos de sensibilidad en el lector. Algunos lingüistas e investigadores de literatura aseguran que existe una estrecha relación entre el pensamiento y los sentimientos. Dicho de otra manera: pensamiento y sentimiento son inseparables. La literatura infantil emana del pensamiento de escritores adultos, y está diseñada para cerebros que se encuentran en constante desarrollo. Es decir, para seres humanos pequeños que permanecen en un nivel especial en su progreso cognitivo. La mayoría de los niños nacen con inteligencia y, en consecuencia, son aptos para desarrollar su capacidad creativa. Esto depende, naturalmente, del entorno social en el que viven. En efecto, es importante que se formen una idea de los hechos y las cosas fundamentales del mundo al cual llegaron. Entenderse a sí mismos y a sus semejantes requiere de ciertas experiencias en su pequeño universo. Al mismo tiempo, es valioso que tengan la habilidad de observar entre las igualdades y las desigualdades, característica esencial del pensamiento humano. Tomado en cuenta esos aspectos, y por razones naturales, los niños son curiosos y poseen enormes ganas para descubrir el mundo que les rodea. Son libres de sus actos, no tienen prejuicios y, gracias a su imaginación, se dejan llevar por senderos que tal vez son inaceptables para las personas mayores. En fin, la infancia es la época más bella de la vida. Y es difícil olvidar las cosas que han encandilado a nuestra curiosidad infantil, razón por la cual muchos escritores y poetas describen en sus obras episodios de su niñez, o bien historias que han escuchado en ese hermoso período inocente.

Otro aspecto relevante en los niños es que tratan de imitar a los adultos. Se acercan al mundo mediante obras literarias adecuadas para su edad. Es aquí donde la literatura infantil cumple un papel muy significativo en la vida de los niños y las niñas. La palabra sutil, hábil y todopoderosa, es la encargada de transmitir todo tipo de ocurrencias y novedades. Los cuentos infantiles, lejos de la abstracción del mundo adulto, proporcionan a sus destinatarios travesuras, risas, situaciones cómicas y absurdas, aventuras, felicidad, etcétera. Y los niños se identifican con ese júbilo creyéndose protagonistas de esos relatos. En la primera infancia, hasta los 7 años, no son capaces de leer. Sin embargo, escuchan cuentos, fábulas, cantos y otras narraciones que se les va grabando en la memoria. El lenguaje es el vehículo que los transporta de un lugar a otro, y llenan su cerebro con información.

A muchos padres les ha tocado leer cuentos, en la oscuridad de la noche, para que sus hijos se quedasen dormidos. Justamente es esos relatos contados, lo imposible se hace posible: hablan los animales, los objetos caminan, los caballos tienen alas, los sombreros vuelan, existen enanos, hadas, brujos, seres invisibles, los personajes tienen poderes mágicos, etcétera.

El filósofo y crítico literario alemán, Walter Benjamin, decía que la persona que narra posee enseñanza para el que escucha. De ahí que muchos cuentos infantiles tienen un valor formativo. Algunos cuentos no son reales, pero hablan de la realidad. En definitiva, el mensaje es que los niños y las niñas deben enfrentarse a un mundo lleno de virtudes, sorpresas, diabluras, escenas jocosas, alegrías, pero también lleno de maldades, tristezas, sufrimientos e imperfección. En otras palabras, los cuentos plantean a los niños un mundo repleto de misterios y fenómenos.

Alicia en el País de las Maravillas (dibujo por John Tenniel)

Cuentos clásicos pasan de generación en generación transmitiendo enseñanzas. Por ejemplo en La Cenicienta observamos la relación de maldad por parte de una madrastra y sus hijas contra Cenicienta que está impregnada de belleza y dulzura. En Alicia en el país de las maravillas encontramos que el mundo está lleno de sorpresas. En Pippi Calzaslargas, la protagonista es una niña que categóricamente está en contra de una pedagogía autoritaria. El cuento El patito feo nos muestra que hay diferencia entre hermanos y que existe la posibilidad de no ser amado. En Los hermanos corazón de León, se advierte que la muerte puede llegar en el momento menos pensado. La sirenita nos habla de seres que tienen alma y, por lo tanto, son propensos al sufrimiento. En Mío mi pequeño mío se percibe el desamor de unos padres a su hijo adoptivo. En Heidi se hace presente una niña bondadosa, obediente y cariñosa que se va a vivir, con su abuelo, a los Alpes suizos.

Quién puede olvidar las canciones infantiles como: Arroz con leche, Mambrú se fue a la guerra, Duérmete mi niña, Los pollitos, etc. Esas agradables melodías despiertan las emociones de los niños, aprenden nuevos vocablos y ciertas experiencias de manera inconsciente. Y así podríamos citar otros cuentos y otras canciones. Como se puede notar, los niños, desde su nacimiento, son criados en medio de una «vida literaria». Pero quizá lo más importante, aparte de los aspectos pedagógicos y educativos, es que los cuentos infantiles suministran un gran amor cuando los padres leen para sus hijos y los maestros inician lecturas con sus alumnos. De esta manera fomentan la imaginación y creatividad de los niños. Además, los relatos infantiles son como bálsamo divino para los pequeños receptores porque, entre otras miles de cosas, permiten conocer valores, cultivan la sensibilidad, crean hábito de leer, crean vivencias, despiertan la fantasía; etcétera. O sea, el lenguaje se hace parte de ellos; e incluso van formando una propia personalidad. Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990, dijo: «La misión de la poesía es volver habitable el mundo». Y es precisamente eso lo que hacen los cuentos. Vale decir, crean un espacio donde los niños pueden vivir a sus anchas.

 

 

Javier Claure Covarrubias

Javier Claure Covarrubias nació en Oruro, Bolivia, en 1961. Es miembro del Pen-Club Internacional, de la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Oruro (UNPE) y de la Sociedad de Escritores Suecos. Ejerce el periodismo cultural. Tiene poemas y artículos dispersos en publicaciones de Suecia y Bolivia. Fue uno de los organizadores del Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos en Europa (Estocolmo, 1991). Ha estudiado matemáticas e informática en la universidad de Estocolmo y de Uppsala. Además, es egresado de Pedagogía en Matemáticas de la Universidad de Estocolmo. Formó parte de la redacción de las revistas literarias Contraluz y Noche literaria. Algunos de sus poemas han sido seleccionados para las siguientes antologías: El libro de todos (1999), La poesía en Oruro (2005) y Poesía boliviana en Suecia (2005). Ha publicado Preámbulos y ausencias (2004) y Con el fuego en la palabra (2006).

Contactar con el autor: javcla [ at ] yahoo.se

🖼️ Imágenes artículo: (portada) Dibujo remitido por el autor; publicado originalmente en La Patria, periódico boliviano | (en el artículo) Alice par John Tenniel by John Tenniel, [Public domain], via Wikimedia Commons.

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artículo Matices de la literatura infantil

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