Reseña de la novela de Carlos Manzano

por  Gilmar Simões

 

C

onstruida como una sonata, la novela Lo que fue de nosotros parte de una situación absurda; ¿quién puede decir lo contrario del asesinato de un niño de tres años? Solo en el teatro del absurdo humano se puede contemplar esa escenificación escatológica por parte de los personajes tras la muerte de un hijo de forma tan trágica.

Es a través de una trama psicológica como Carlos Manzano demuestra el «no-sentido» de la vida, la incapacidad para encontrar respuestas, incluyendo el viejo policía que intenta aprovecharse del tema para conseguir una jubilación con broche de oro.

Desarrollada desde dos puntos de vista distintos, pero que a la larga se encuentran y se cruzan, nos muestra de forma directa, con un lenguaje espontáneo, controlado y envolvente —un ritmo que intriga de forma sencilla y ligera—, de qué materia está hecha nuestra triste condición humana, de la absurda existencia en que nos metemos sin lógica, reflexión o análisis. Algo que ha provocado nuestro estupor nos lleva o puede llevarnos a una situación a la que hemos llegado por venganza o por desidia y que nos puede conducir hasta la locura o la insensatez.

Al decir que la novela se lee de un modo ligero, se engañan aquellos que piensan que el corto tiempo significa tiempo abreviado; pues no. La facilidad de lectura no implica necesariamente que sea confortable o que no se necesite esfuerzo para penetrar en el complejo mundo mental de un padre y una madre que han perdido un hijo de manera brutal; cada frase, cada párrafo te llevan hasta rincones de la mente que a muchos nos cuesta entender (otros nunca lo entenderán), la reacción de lo que pasa o puede pasar en la cabeza de las personas, en este caso de los personajes, y Carlos Manzano muestra de forma descarnada los estereotipos de cada uno de ellos: la ansiedad provocada, el universo inexplicable donde se han metido, donde no sirven las mentiras ni los engaños.

Las direcciones que cada uno toma a partir de la muerte del hijo son distintas, no solamente porque sus vidas lo son —no debemos olvidar que somos lo que mamamos—, sino también porque están perdidos en su laberinto y parecen no encontrar salida a su dolor. El padre tiene dos puertas: la locura, vigilada por la búsqueda del responsable, o el suicidio, vigilado por el olvido imposible; para la madre, queda regresar a la madriguera, un sacrificio que no le causa ningún temor, o saltar a la arena, dejar que el instinto sea el motor de sus deseos. Pero a la larga no deja de ser la venganza, cada uno a su manera, lo que mediatiza sus reacciones. La sensación que produce es que los personajes caen en el precipicio sin control; a cada paso que dan, sus pensamientos fluyen en la inseguridad y en la duda.

Fernando, en principio, busca desesperadamente el culpable; su mujer, debido a su falta de sensibilidad al no sentir la muerte del hijo, es el primer blanco. Se ahoga en lágrimas que le alteran su agudeza; la furia con que reacciona, su debilidad psíquica, lo llevan al manicomio. Después entra en una frenética búsqueda del responsable, bajo un sentimiento de culpa, cargado de resentimientos y desde su ingenuidad, entre las personas a las que cree que ha hecho daño, atrapado en una locura que es más que rabia, es odio hacia la vida aburrida que llevaba en el matrimonio. El amor, como todo, se acaba; lo que queda es la costumbre que solo el hijo mantuvo a flote, y con su muerte se hunde en sus propias inseguridades, atormentado por su incapacidad de encontrar la salida.

Patricia, acomodada dentro de su coraza, no es hasta la muerte del niño cuando se da cuenta de que vivía recluida en una prisión matrimonial; su salto, en oposición a Fernando, se produce de forma totalmente diferente. Es una huida hacia delante, desesperada en su sangre fría, intentando esconder sus debilidades de niña mimada e insegura, disfrazada de ruptura. ¿Qué busca? Ni ella misma lo sabe; vive intentando dar otro salto, no sabe hacía dónde, quizá hacia atrás, al vacío, como si renegar de la vida anterior fuera el camino directo al encuentro con la «respuesta». El regreso a casa de los padres, más que un apoyo material o psicológico, es un refugio donde oculta sus miedos y angustias.

Carlos Manzano utiliza la muerte de un ser indefenso como excusa para hablar de nuestras miserias. Hurgar en nuestros pensamientos más primitivos que perturban al común de los mortales y que cuesta asumir como propios, en las nuevas relaciones que la sociedad actual, interferidas por las nuevas tecnologías, nos facilita, aunque no supere los viejos rencores ni las envidias, no es una tarea fácil.

No deja de ser destacable que sea de las nuevas tecnologías de donde surge el camino a la respuesta a la búsqueda del padre. ¿Un hecho del azar? Quizá. Pero aclara más que los años de investigación del policía, quien investiga movido por el celo (muchos pensarán que es por el amor), por el fracaso de sus relaciones en su entrono familiar, intentando justificar conjeturas y hipótesis fallidas.

El Scherzo es Internet, que Carlos Manzano utiliza como un guiño para demostrar la estupidez de quienes lo manejan para sus incapacidades o atrocidades. Aquí está la tentación y el rechazo que puede producir un espacio que se vende como democrático. Y la coda: en la red no hay escondrijo posible; quizá sí mentiras creíbles.

 

CARLOS MANZANO, nació en Zaragoza en 1965. Es Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Es autor, también, de las novelas Fósforos en manos de unos niños (Septem Ediciones; 2005); Vivir para nada (Mira Editores; 2007) y del libro de relatos Cicatrices (Bubok; 2008). Ha sido finalista del I Premio Letras de Novela Corta con la obra Las fuentes del Nilo (2003); ganador del I Concurso Literario Villa de Benasque para autores aragoneses (2004) con este relato que hoy publicamos en Almiar/Margen Cero; finalista del X Concurso de relatos cortos Juan Martín Sauras con la obra No declararé en tu contra (2005) y colaborador ocasional en la revista digital de viajes Foráneos (www.foraneos.net). Ha realizado diversas exposiciones de fotografía desde el año 1992. (Web del autor: http://carlosmanzano.net/)

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Reseñas en Margen Cero

Revista Almiarn.º 58 / mayo-junio de 2011MARGEN CERO™

 

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