relato por
Óscar A. Bidabehere

T

u sonrisa es como una paloma antártica que se me escurre entre los dedos. Fugaz. Inasible. La acoge el cielo, y se disipa entre las nubes. Quiero capturarla, dejarla prisionera, en una red de pesca. Para cuando la tristeza me invada. Pero no puedo. No puedo. Migra a otras latitudes. El viento sur mueve las piezas a su favor. Triste realidad. Fue un día, no sé cuándo, navegaba por la ría, con la guardia baja, encandilado, capitulé, ante ese deambular de mariposa que te distingue. Bella y etérea. Oscilabas, jugabas, como en un columpio virtual. Y nunca más pude huir de tu encanto. No quise. El espejismo pudo más. Fue un hechizo. ¿A eso llaman Amor? Pasó el tiempo. Hoy cuando paseaba, tuve una revelación. ¿Vendrá de los Dioses de la pampa? ¿O del inconsciente freudiano? La ciudad altera los sentidos. Confunde. Será un eco de los cañadones, o tan solo estridencias mundanas. Vaya dilema. Desde esas profundidades apareció la borrosa figura que andaba buscando. Allá lejos, al final de la ruta. Quizás te pareces a ella. Hay destellos, puentes. Giros. Y tu consabida fortaleza. Erizo blindado. Espinas que pinchan. Me pegas, me lastimas, me hieres. Me aconsejas, me estimulas. Esa es solo tu potestad. Me alertas de quienes quieren hacerme daño. A veces abres una fosa entre los dos. Y reprimo las lágrimas que tanto te fastidian. Detestas cuando me vuelvo vulnerable. Eso no va con vos. Y de yapa, ejerces tu frialdad, poniendo una distancia que me desespera. Desconoces el efecto de tus actos en el otro. Mas las sombras se esfuman cuando vuelves a sonreír. Y me encuentran esperando el milagro. Y continúo, no sé cómo, ni por qué. ¿Qué fuerza me imanta sin remedio? Y abona esta necesidad de protegerte, de custodiar todo lo que hagas, mitigando tus tropiezos. Ahuyentando las fuerzas del mal para que permanezcan lejos de ti. Y en todo tiempo y lugar, pugno por verte feliz, con tus sueños a mano. Siempre ahí. Estar en tus pequeñas conquistas. Anticiparme a tus deseos. Aunque yo no cuente. ¿Es eso el Amor? Ágape dicen los griegos. Hubo una figura gigantesca en mi vida. Una mujer. Y tú quizás seas la reencarnación. O el espejo que me trae su imagen. Misterios del alma. Salgo a caminar, la playa recoge mis angustias ¿Siempre es así cuando un hombre persigue al Amor? Enigma indescifrable. Repasemos. Hay una música que nos emparenta. Una mirada común de los astros. Como si siempre hubiéramos estado juntos. Bajo el mismo techo. Pero eso nunca ocurrió. Por lo menos en esta vida. Hay una escena de película, en el invierno, mientras los leños se consumen en el fogón, la poesía nos cobija. El goce nos colma y abraza, robándonos el aliento, como si el paraíso estuviera cerca. Pero no. ¿Entonces qué? Hay certidumbres que resuenan en la estepa. La recorren hasta los confines. Sé que no me amas. No te has cansado de repetirlo. Nunca me hubieras elegido. Lo dices, lo proclamas, lo publicas. Recitas tu amor por ellos. Esos otros, que sí has amado. Como el príncipe francés, que recala en la Patagonia, y hoy es dueño de tus desvelos. Mi presencia es de esta tierra, no entraña el desafío de tomar la ciudadela. Lo posible no excita. Además, qué decirlo, tienes fascinación por los amores imposibles. Aun así, en la aridez del escenario, no amaina el embrujo. Insisto con tu proximidad, como el toro ciego que arremete una vez más. ¡Es tal la atracción! Y entonces encuentro, así imprevistamente, la explicación. Cómo salir de la caverna. El dolor consentido. Un laberinto para dar curso a las tribulaciones. Y una succión que me lleva a tu regazo, clamando por una caricia. Que nunca llega. Como las que me daba ella. Pero ahora no está. ¿Recuerdas cuando apenas tus labios rozaban la palma de mi mano? ¡Qué estremecimiento! Se congelaba el tiempo en una burbuja sublime. Vaya destino. Solo estas tú, y tu sonrisa, el cordón umbilical que la trae a mí cada mañana. Y la esperanza. Mi madre. El sol del amanecer. Ilusiones que alargan la vida. Preguntas al aire, que maceran las comadres. ¿Atracará la nave en el Puerto del Deseo? ¿Será posible? ¿Algún día, a la sombra de la Piedra Toba, se develará la intriga, plegarás finalmente las alas?

 

Óscar A. BidabehereÓscar Armando Bidabehere, (1950). Puerto Deseado. Pcia. de Santa Cruz. República Argentina.
En el año 2005 fue premiado en el concurso narrativa organizada por la Asoc. Residentes Buenos Aires, siendo la titular del jurado la reconocida escritora Sylvia Iparraguirre. Título: De cómo la derecha devino en izquierda. En 2009 obtuvo el tercer premio concurso Editorial de los Cuatro Vientos con su relato Vuelo Crepuscular, publicado en la Antología El decir Textual. En el año 2011, en el concurso por Memoria e identidad organizado por Cuentos y Más fue seleccionado para ser publicado en el diario Tiempo Argentino con el micro relato Fue. También aparece en la Antología de Cuentos publicada por Editorial El Orden, y en Editorial Ayhesa. Su relato La Vuelta al mundo en quince horas está en el Proyecto Biblioteca Patagónica, edición digital y recientemente, enero 2012, en la Revista Archivos del sur, edición digital, aparece su relato No lo sabes. Hay otros relatos en los Cuadernos Culturales deseadenses, edición papel y digital y en el periódico El Orden, papel y digital. Su relato
La vida en tres días apareció en la revista Almiar (España). Desde hace diez años reside en Olavarría, ciudad de la llanura pampeana argentina, en el centro de la provincia de Buenos Aires.

📩 Contactar con el autor: osbipd [at] gmail.com

Ilustración relato: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

 

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