poemas por
Pascual Pérez Ribot

 

Entre humo
y escombros

 

Perdida anda la sonrisa
entre las piñatas muertas,
silenciosa la metralla
que entre las resecas hierbas
va, caza la tierna carne.

Allí los aplausos mueren
en la frontera de arena,
las balas orlan paredes
y son paredes que bailan
al son de los viejos gritos.

De nuevo desolación
juega sola al escondite,
los chicos echan a suertes
coger el balón perdido
de entre el humo y los escombros.

De lejos vienen sonando
estribillos de la guerra
que marchitan las ventanas,
y el cielo llora la plata
que ya siembra la victoria.

 

 

Háblame del monte, Juan

 

Dos chicos, niño y niña sentados cerca
de un tizón, tiene uno apagada la vista,
el otro la sonrisa, —háblame Juan,
dime del monte lo que solo tú sabes
contar, dime qué color y qué aroma es
el que emana de aquella flor, y de aquella
y de aquellas otras que están más allá
y de todas las que están a su alrededor—.
—Háblame Juan, háblame del monte tú que
puedes mirar, ¿vale la pena mirar?
(El chaval mira en derredor, cuatro ramas
que secas se pudren al sol, de puñados
matojos, rastrojos a su alrededor
y ningún rastro de ninguna bella flor,
solo su hermanita sentadita junto
a él y la desolación, su chiribita).
Hermanita, cerca de ti hay un rosal
cuya flor es tan rosa como tu nombre,
y su olor como el de mamá, más allá
hay violetas, y margaritas que al sol
no dejan de observar,  —¿Y cómo huelen Juan?—,
—Huelen a vida como el mar, deja ya
de preguntar que nos coge ya la noche,
tenemos que irnos a acostar, es muy tarde—.
—Juan, ¿cuándo volverá mamá?, yo la echo
mucho de menos, dime ¿Cuándo vendrá?—.
(El niño se levanta y le da la mano
a chiribita, antes de empezar a andar,
Juan mira atrás, hacia un pequeño montículo
de piedras que a su lado hay, en el justo
medio una cruz, y debajo de aquella cruz,
la verdad que no se atreve confesar).

 

Vientos

 

Las colinas lloran el mudo relente,
sobre las copas orea ya desnudo
el incipiente celo de olmos y chopos,
los brazos al cielo los cedros levantan
entre esos espectaculares serenos
donde acampan la chulería los yuyos,
por cuyos cienos y tormentos camina
el guapo y peinado siseo del roble,
que enraíza acicalado cerno noble
donde los vientos transitan su zozobra.

 

 

Un barquito echa penas
en la mar

 

Brava pasea la mar
su pena sola en arena,
la luna ve un hombre remar,
remando va por las olas,
gritando va ¡un hombre al agua!
Y de pronto se calma el mar,
es la pena que se ahoga,
la ola a la arena la boga.
Muchas penas hay en la mar,
sola ella las quiere salvar,
sola no puede remar.
Y andaba sola la pena,
la pena que andaba hacia el mar,
atrás deja hoyos de arenal,
por la marisma un barquito
echa flores en la mar.

 

 

 

Conjeturas

 

Se vive ésta vida de sin vida aun siendo vida
ya sea bien a solas o sea compartida,
ya que no se puede o se pudiera y no se deba
o tal vez debiera pero no debería ser,
el poder deber liberar el alma del querer,
pues y es más así lo creo yo que el amor lleva
el sumiso dolor a trote siempre del odio.
Pero de esa forma y no de otra puede que siendo
tal vez no la sea de ésta una u otra manera
que el rencor no es más que mera palabra ramera,
que el pudor es o pudiera ser dependiendo que
así lo sea sin que ya tal vez no lo fuera,
solo y mismamente una compañera del alma.
Amar y querer son palabras hermanas primas
del mismo te amo, una familia sentimental,
mas quisiera creer que solo de nuestra mente
son real reclamo para tenerla ocupada,
o quizás sean solo engaño pero, ¿quién sabe?
Manejadas sin cuidado pueden hacer daño,
tal vez un oasis o un desierto personal
pero sé que cierto es que a la larga acaban siendo
un menú indigesto para nuestro corazón.
Creyendo o no que tenga razón suponiendo que
tenga unas normas que regulen enamorarse
sí se desconocen, a lo que un mucho agradecen,
otros aborrecen y unos toman como ejemplo.

                

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Carta de un desertor

 

Señor presidente:
Por la presente le mando ésta mi carta
esperando que se la juzgue primero
para luego prenderla en el fuego al gusto
o no de su lectura, siendo atrevida
su escritura pues osó mi corazón
mandarla, ya que cree estar con derecho
de pedirle en ella librarse de ésta
guerra que no lleva razón en el hecho.

La única hazaña que he hecho en ésta mi vida
ha sido mandarle éste correo a simple
vista ofensiva ésta mi misiva, ruego
que no me mande matar en la trinchera,
ya que de ninguna manera ya sirvo
para guerrear, pues las únicas riñas
que he disputado yo han sido las del bar
y me va usted a perdonar pero el sitio
en donde vivo, no corren las noticias
de batalla, solo las de las marujas
que son y como son donde se las haya.

No nos llega el diario ni otra información
y sepa que nunca conocí riqueza
ninguna pero tengo por mis tesoros
humildad y nobleza y de patrimonio
el matrimonio con mi esposa, señora
que me ama, que sin ser nada soberana
reparte sabias caricias en la cama.
Qué decir de mis chavales, que hace algún
tiempo convirtió en hombres toda crudeza
de la tierra que los parió, en la cual
al igual que yo hice luchan a destajo
con tormentas y vientos que con bravura
arrancan la siembra de todos los campos.
Aunque no tengamos cubiertos, nos trinchan
igualmente la carne nuestras desnudas
manos que rudas hizo el hambre, que anda
estos andurriales antes de en pañales
ir yo, y sé lo que tengo padecido,
pues desearía así morir por mi amor
a éstas tierras, no por el odio de aquellos
que ni siquiera conozco, pues no entiendo
de trifurcas ni de banderas, las únicas
guerras que combato son con mi familia
y mi huerta, tengo ya bastante castigo.

Sepa usted que nunca he disparado un fusil,
lo único más parecido a un proyectil
que he disparado fue una piedra que hallé
junto al arado de niño, así pues
no me pida abrir fuego usted ni llevarlo
a hombros, lo único que estoy acostumbrado
a llevar son escombros cuando se hunde
mi tejado, no tengo valor, yo nunca
lo he necesitado, el coraje único
del que presumo a lo sumo es que no falte
el pan en nuestras bocas que a bien o mal
ni demasiadas ni pocas valentía
considero el lograrlo, y sepa usted
que ando desarmado por si decidiera
mandarme apresar, también quiero que sepa
que la única arma que yo voy a llevar
es mi apero de labranza, por si manda
contra mí ordenanza, sepa logrará
hacerme preso pero me llevará
leso, pues yo como usted defenderé
lo que es mío, tampoco seré culpable
más que aquellos a los que usted mande al frente.

Matar, qué más da nombres si mueren hombres
por su lealtad, cosa que a mí me parece
una barbaridad, allá cada cual
crea lo que quiera pues el mundo aunque
lleno de tontos y espabilados, siempre
sean soldados quienes sufren ceguera,
de ésta manera hágase un favor y déjeme
marchar, poco vale su tiempo mi anónima
existencia, no es que le pida clemencia
solo la paz, cosa en que ya debería
pensar y no dejar el pueblo a merced
de balas, cuyas únicas que conozco
las tiro por las mañanas yo a mis cabras,
así pues mi señor presidente, digo,
se despide atentamente; un desertor.

 

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¿Qué es el amor, mamá?

 

Una niñita de cinco añitos
pregunta a su mamá sentadita
en el sofá del salón: —¿El amor,
qué es mamá?, dime, dime tú que es—.
Y así responde su madrecita:
—Cariño, cosas del corazón
que tú aún no podrías entender—.
—Pues yo sí quiero saberlo mamá—.
—Cierra los ojitos —dice—. —Ya está—.
—Ahora imagina que papá no
va a volver ya más, que se nos va
porque ha conocido otra mujer
y ya no va a volver, que no quiere
ya a mamá y que se marcha muy lejos—.
Desconsolada la niña rompe
a llorar abriendo un montón los dos,
—El amor es malo mami, yo no
me quiero ya nunca enamorar—.

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Muñeca rota

 

En noches de orgasmos secuestrados noto
los jadeos que me reptan atacando
los besos mi niñez, provocando en mí
recuerdos que queman, que huelen pecado
de labios que sobrepasaron cariño
en la inocencia mía, ¿por qué tuviste
la indecencia de desnudar mi infantil
alma con las caricias de la mentira,
siendo la mentira incluso más proyectil,
mucho más incluso que la propia bala?
Te recuerdo bien padre, tú fusilaste
mi derecho a crecer entre las muñecas,
a la que tú, ésta presente, cambiabas
a tu solo antojo de ropa y de cama,
en la que me obligabas a darte besos
adultos, donde morían forcejeos
a merced de tus jadeos donde fueron
vanos todos mis lloriqueos de niña.

 

arabesco poemas Sueños de altamar

Pascual Pérez RibotPascual Pérez Ribot. Autor novel, ha sido finalista en algunos microcertámenes de poesía en la red. Su ilusión es escribir y compartir con la gente que aprecia y gusta de la lectura de poesía.
Contactar con el autor: perezribot [at] hotmail [dot] com

 

Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

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