Emily Dickinson

Cartas de Emily Dickinson

por María Aixa Sanz


...Otra vida no tengo sino esta
para conducirla aquí


Cartas, de Emily Dickinson publicado por la editorial Lumen. Es un libro sublime. Literatura pura. Obra de arte que puede curar al lector de todos los males, pues son sólo las obras de arte aquellas que consiguen emocionar, aquellas que no dejan indiferente a nadie, las que son capaces de dibujar una sonrisa en un rostro o desprender un lágrima olvidada en alguna parte del cuerpo. Estas cartas son obras de arte. Carta a carta. Cada carta es un deleite. Un placer. Una obra. 101 cartas escogidas entre las 1.000 que Emily Dickinson escribió desde los 20 años hasta la fecha de su muerte. Obras de arte minuciosas que escribía y enviaba a sus familiares, amigos, amores. Hermosas palabras. Este volumen de cartas está editado para ser releído. Estas cartas perduran en el tiempo para ello, para ser releídas mil veces desde el siglo XIX. Las cartas que Emily Dickinson escribió se releen para recuperar la confianza en las hermosas palabras, la fe de la sinceridad de los escritos. Las cartas de Emily Dickinson poseen la calma de la belleza de las obras de arte.

Dickinson era cual reflejo de las cartas por ello, todas ellas retratan su manera de ser mejor que ninguna fotografía. Emily Dickinson era ágil, despierta, divertida, profunda, fuerte, irónica, dura consigo misma, de ideas firmes y claras, amable, torbellino de energía. Uno de sus amantes y amigo, Higginson, confesó: «Nunca estuve con nadie que me haya drenado tanta energía. Sin tocarla me exprimía». Emily Dickinson tuvo unos cuantos amores, la mayoría hombres casados, puesto que ella no estaba hecha para el matrimonio convencional, ni para las tareas del hogar y según ella: «El amor, era lo más difícil y lo que requería mayor paciencia», así que su vida sentimental estuvo cubierta con grandes amores de caballeros casados. ¿Excéntrica, peculiar, en la sociedad del siglo XIX? No. Emily Dickinson era un alma libre. Un alma libre que sabía lo que quería y lo que no. Su lucidez era asombrosa. Con una lucidez apabullante ya se mostraba en las primeras cartas escritas cuando tenía 20 años y escribía sobre la vida, la muerte, el goce instantáneo, el tiempo, su aprovechamiento:

«(...) Da la impresión, querida Abiah, de que todos los momentos que abarrotan este pequeño mundo, unos pocos podrían habernos sido otorgados para pasarlos con aquellos que amamos —una hora aparte— una hora más pura y verdadera que las horas comunes, donde podríamos detenernos un momento antes de continuar nuestro viaje —pasamos un rato agradable hablando la otra mañana si hubiera sabido que aquella era toda mi porción la hubiera aprovechado más— pero nunca regresará para demostrar si sí o si no. ¿No crees que a veces estos breves encuentros imperfectos encierran un cuento? (...)».

Poeta que no imprimía sus trabajos, por respeto a su padre, que era contrario a que las mujeres publicaran sus escritos, ella no los imprimía, pero de algún modo sí que los publicaba pues estaban en manos de todos sus allegados. Emily Dickinson siempre se refirió por ello a imprimir nunca a publicar puesto que la frase implícitamente escondía que eran leídos por terceros. Por todos. Los enviaba a remitentes distintos y amoldaba el poema a la piel de cada uno de ellos, por eso se guardan distintas versiones de sus poemas. Cuando murió encontraron un baúl con toda su obra cosida en fascículos. Fue después de su muerte cuando se empezó a imprimir. Pero lo que ocupa este artículo es el volumen de cartas, sus cartas, las cuales, muchas, firmaba con E. pues tenía la costumbre de escribir apurando la hoja, sin margen, apenas dejaba espacio libre ni tan siquiera para su firma. Emily Dickinson siempre se quejaba de los fabricantes de papel.

«Susie, qué haré, no hay suficiente espacio; ni siquiera la mitad suficiente para contener lo que iba a decir. ¡Por qué no le dices al hombre que fabrica las hojas de papel que no le tengo el menor respeto!».

Cartas (Lumen) recoge 101 cartas de Emily Dickinson seleccionadas con pulcritud y tino por Nicole D’Amonville Alegría entre el millar que se conservan de la poeta, escritas desde 1842 a 1886, a infinidad de destinatarios entre los que se encontraban su amiga Abiah y su amiga y cuñada Susan, su hermano Austin, su amor y «Maestro» el reverendo Charles Wadsworth, su amigo y amante Higginson. Muchas de las cartas terminaban con la siguiente frase: «¿puedo cometer la osadía de incluir un recuerdo?», e incluía una flor...

Pero si tienen algo de especial la cartas de Emily Dickinson es su comienzo, el comienzo de cada carta marca el inicio de una historia de un cuento inmortal. Un placer para todos los sentidos del destinatario, del lector, del literato. Es como si Emily Dickinson hubiese escrito 1.000 cuentos distintos para contar la misma historia.



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María Aixa SanzMaría Aixa Sanz
(España, 1973) Escritora valenciana. Tiene publicadas las novelas El pasado es un regalo (2000), La escena (2001), Antes del último suspiro (2006) y Fragmentos de Carlota G. (2008). En mayo de 2008 publica el ensayo El peligro de releer, recopilatorio de los artículos literarios, con los que colabora en diversas revistas de España y Latinoamérica. En junio también de 2008 la Editorial Séneca publica el libro La escritura del no que recoge sus artículos más importantes junto a los de una decena más de escritores profesionales. Ganadora de varios premios de narrativa breve, relato y cuento en distintos idiomas.

sobre correo email autor AIXASANZ-LIBROS [at] orangemail.es

ILUSTRACIÓN ARTÍCULO: Emily Dickinson daguerreotype (cropped), Por Original image: unknown derivative work: deerstop. (Emily_Dickinson_daguerreotype.jpg) [Public domain], undefined; vía Wikimedia Commons.

💬 Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 48, septiembre-octubre de 2009. Página reeditada en abril de 2019.


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