Sobre un genio
llamado
Oliverio
Las vanguardias históricas en Hispanoamérica y España son para muchos estudiosos y meros lectores un momento clave que todavía hoy queda en el trasfondo de la escritura en lengua española. Así como hay quien resta valor a estos estilos que aun hoy resultan novedosos y otorgan al ismo un segundo plano, también hay otros —y me incluyo— que buscan y rebuscan en las revistas literarias, en las antologías, en los estudios específicos... nuevas formas, distintos miradores hacia el mundo, caleidoscopios de palabras y todo ello por el mero placer de girar el globo y analizarlo de un modo distinto, de un modo peculiar. Entre los maestros de las vanguardias hay una tendencia al manifiesto, a la catalogación de sí mismos, a la creación de nuevas formas; así, por ejemplo, aparece el creacionismo (con Huidobro como máximo y casi único exponente), o el ultraísmo (con Guillermo de Torre o uno de los varios Borges, entre otros). Y luego, están dos autores clave que no llegan a pertenecer claramente a ninguno de los movimientos sino que se nutren un poco de todos y un mucho del talento propio: estos dos autores son el complejísimo y excelente César Vallejo y mi quizá supravalorado pero no menos excelente, don Oliverio Girondo. La obra de Girondo es de lo más extraño. Juega continuamente con el humor negro y loco, con las palabras rimbombantes, con la fonética, con la rima difícil hecha fácil, con la poesía prosaica, con el absurdo, con la crítica desde lo más noble a lo más pueril. Leer a Girondo implica para el lector llenarse antes de ironía, de sarcasmo, de espíritu lúdico, de papel y lápiz y de un libro de chistes. La vida de este bonaerense, según parece, competía con su escritura en arrebatada, en vehemente, en insigne e informal. Todo un personaje era Girondo, que pese a no ser un desconocido para los lectores comunes sí lo es para la gran masa; y es una pena. Qué capacidad la de este hombre para girar de uno a otro tema: del amor al cocktail de personalidades, de los goles en las ventanas a las limas de los dentistas. Hay tanto y tan variado que comentar sobre este escritor argentino nato en 1891 que se hace corta cualquier antología; es más, incluso se hace corto su bagaje literario. Sus lectores desearíamos que las poesías no acabasen, que los pájaros no fueran ahuyentados con un solo espantapájaros sino con varios, que sus membretes se hicieran graffiti en las paredes de nuestras ciudades, que hubiese él visitado aún más lugares de los que conoció y poder así describírnoslos con su tan particular estilo, que hubiera seguido reinventado el lenguaje hasta la saciedad. Y heles aquí un poema de Oliverio:
YOLLEO* Eh vos tatacombo soy yo di no me oyes tataconco soy yo sin vos sin voz aquí yollando con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla entre mis subyollitos tan nimios micropsíquicos lo sé lo sé y tanto desde el yo mero mínimo al verme yo harto en todo junto a mis ya muertos y revivos yoes siempre siempre yollando y yoyollando siempre por qué si sos por qué di eh vos no me oyes tatatodo por qué tanto yollar responde y hasta cuando
*
Del libro En la masmédula
(Oliverio Girondo).
___________________ - ILUSTRACIÓN ARTÍCULO: OliverioGirondo, By unknow. uploader Claudio Elias [Public domain], via Wikimedia Commons.
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