[...]
Entre Ríos y Corrientes. Pide ayuda a José Gaspar Rodríguez de Francia pero
el dictador del Paraguay se niega a intervenir en los asuntos del sur. Tampoco
Estados Unidos responde a un pedido de "protección" y entonces, aconsejado
por Nicolás Herrera, da instrucciones al secretario del Consejo de Estado,
Manuel José García, para que se presente ante lord Strangford, embajador británico
en Río de Janeiro, y le ofrezca estas provincias como sumisas colonias de
Su Majestad. El 28 de enero de 1815 García sale para el Brasil con dos oficios
de Alvear, uno para Strangford y otro para el gabinete inglés. Esas cartas
iban a ser halladas muchos años más tarde, a la muerte de Rivadavia, en el
único baúl que se llevó al destierro. Le escribe Alvear al ministro Castlereagh:
"Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes,
obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan
sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, y yo estoy
dispuesto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las
afligen. Es necesario que se aprovechen los momentos. Que vengan tropas que
se impongan a los genios díscolos (en alusión al caudillo Artigas) y un jefe
autorizado que empiece a dar al país las formas que sean del beneplácito del
Rey y de la Nación, a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos, con
la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución".
García elude a Belgrano y a Rivadavia que están en Río de Janeiro y se entrevista
en el más estricto secreto con lord Strangford el domingo 26 de febrero por
la noche. La carta para el ministro Castlereagh está lacrada pero la otra,
la de presentación, es más larga y patética. Al leerla, el inglés debe haber
sentido algo parecido a la compasión: "Cinco años de repetidas experiencias
han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión,
que este país no está en edad ni en estado de gobernarse por sí mismo y que
necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden
antes de que se precipite en los horrores de la anarquía (...) En estas circunstancias
sólo la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males,
acogiendo en sus brazos a estas provincias, que obedeceran su gobierno y recibirán
sus leyes con el mayor placer (...) Yo no dudo en asegurar a V.E. sobre mi
palabra de honor, que éste es el voto y el objeto de las esperanzas de todos
los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos;
y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra que
la de poder concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta
medida, toda vez que se acepte por la Gran Bretaña (...)".Tanta es la sorpresa
de lord Strangford que, como buen diplomático, aconseja a García cambiar el
pedido de ocupación por un memorial solicitando que "Su Majestad Británica
ceda a las súplicas del infortunado pueblo (el argentino) y le haga conocer
su destino..."Manuel García es de los que nunca se ruborizan. Nueve años más
tarde gestionará, de acuerdo con Rivadavia, el famoso empréstito de un millón
de libras esterlinas con la banca Baring Brothers; luego, en 1827 tras la
victoria argentina de Ituzaingó, firmará el acuerdo de paz que le impone en
Río de Janeiro el derrotado emperador del Brasil. Pero en 1815 García se apresuró
en redactar el "memorial" sugerido por lord Strangford. El ejemplar que se
conserva en el Foreign Office tiene fecha 3 de marzo
y la copia que le manda a Alvear con ligeras diferencias es del 4. Menuda
sorpresa se llevan Belgrano y Rivadavia cuando se topan con García el 3 de
marzo y se enteran de la misión ya consumada. Algún memorialista sostiene
que Belgrano se enfurece y se va de manos. Rivadavia, más sutil, retiene el
oficio original de Alvear y le escribe de inmediato para que conste ante la
posteridad: "Ya hemos hablado largamente con García. Pero lo que me ha pasmado
sobre todo es el pliego para Inglaterra y el otro idéntico para Strangford
aún más. yo protesto que he desconocido a usted en este paso. Este avanzado
procedimiento nos desarma del todo..."En Londres, Rivadavia no consigue entrevistarse
con lord Castlereagh y se guarda el oficio del efímero dictador. Muchos años
después, como secretario del gobierno de Martín Rodríguez y cuando lo nombren
primer presidente de la República unitaria, Rivadavia habrá de recordarle
aquel sobre imprudente a su ministro de Guerra, Carlos María de Alvear. Los
ingleses a los que Rivadavia abrió las puertas de manera tanto más elegante
lo derrocaron enseguida porque no toleraban sus intrigas y los arrebatos de
su carácter sinuoso. Pero tal vez el presidente intuía que la historia liberal
iba a seleccionar con mucho cuidado a sus próceres. Por eso tuvo la delicadeza
de guardar, sin quitarle los sellos, aquella carta en la que Alvear se anticipaba
a tantos otros héroes que ahora tienen sus calles y salen, muy orondos, en
las figuritas del Billiken.
Osvaldo Soriano.
De "Cuentos de los años felices"- Editorial Sudamericana.
Bs As.1993
* * * * *
María Gabriela
Piccini
Sencillo/ Irremediable
Todo porque sos hombre y son tuyos
los versos que hoy llevo escondidos
en mi pelo.
Porque sos vos quien le enseñó a mi piel
lo que ahora sabe.
Todo esto es tan sencillo amor como
irremediable.
Maria G. Piccini
Buenos Aires.
* * * * *
Jorge Tellier
Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando yo y la tarde queríamos unirnos
Tristemente nos despedimos
Tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes
Quién soy entonces
Quizás por un momento
De verdad soy yo quien me encuentro
Quién soy yo sino nadie
Alguien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las palomas
Y los evangélicos que predican el fin del mundo
Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios.
Jorge Teillier
Chile. (1935-1996)
|
|
Fanny G. Jaretón
Quién eres
Toda aproximación a ser yo fue real mientras la ilusión me duró en los patios
donde me jugué a ser niña. Mis ojos columpiaron este gris del otoño, los dorados
se fueron con el exilio de las golondrinas. Quién pudo ser yo en este intento
vago por descargar la voz en la tinta añil de algún sueño. El almendro ya
no recogerá su flora, es la fauna, salvaje animal del instinto humano que
me ha acorralado en esta mazmorra de cemento. Que venga el domador que quiere
domesticarme, este que me ha puesto puñal incrustándome la carne de mi ánimo
con bozales de alambradas de púas, que venga a mirar como ésta niña que sólo
ha crecido en estatura y cambió los zapatos de tacones por las viejas guillerminas,
que venga a recoger estos pedazos de cuadrillé de mi falda de colegio donde
vamos las nenas buenas, que guarde esta tela de ropa interior con los gérmenes
de sangre donde he sido violada.
Soñar… no cuesta nada me dijeron. Y entonces yo, que crecí rica en experiencias
de desbordes dolorosos y pobre, tan pobre en afectos y propiedades –lo he
perdido todo- entonces quise lograrme desde ese lugar donde los Sueños me
hicieran grande. Pulsé la pluma azul y el pergamino ocre y le pedía a Dios
-fuente de toda inspiración- que me enviara a quien pudiera salvarme y fue
la Palabra que se ajustó a mi oficio y jugué y me he recreado en ella, he
llorado de emociones intensas, las claras y de las otras; hasta que llegó
el vocablo Término y en su sentido propio llevarme hasta el final de mi felicidad
que a cuentas se ha poblado de “cuentos”.
Höldering, Höldering, me dices que “la poesía es un juego peligroso” donde
se han expuesto el sufrimiento de Baudelaire, el suicidio de Nerval, el crudo
silencio de Rimbaud, la huidiza representación de Lautréamont y yo aquí y
ahora rompiéndome en este llanto que pareciera inquebrantable donde el Verbo
que fue mi piedad en noches del insomnio, la Palabra que tengo encarnada en
las canaletas internas por donde me recorre el alma, casi de memoria, aquí
caída sobre mis pies de árbol, doblada sobre la desazón de esta ingenuidad
que no me ha dejado más que creer en lo bienhechor de esta especie dotada
de razón, rendida sobre mi propia voz y mi canto, avasallada en la mitad de
mí, de mí de mí y yo de la otra, todas estas voces mimetizadas en un coro
de palabras que guardan rostros que para mi son y serán anónimos, gestas que
tal vez marranas… yo que quise hacer de mi pecho un jardín de poemas para
no morir podrida en el fango de la demencia. Pero, no, no, no… bocas negras
me exilian por el tragasombra de la existencia. Antes de parir una etnia de
descorazonados prefiero entregarme al cero oscuro. La Nada avanza sobre mí
como los alazanes de la séptima caballería con jinetes sin cabezas donde he
perdido mi herradura de las siete suertes. Decapito mis falanges -una a una-
con la navaja a medio filo, con la boca abierta para no apretar al dolor,
que punce hasta donde tenga que ahuyentar al último sonido. Entrego mi escritura,
me sepulto en vida, vaya saber en pos de qué humano argumento. Arde Juana
y tú quién eres.
Fanny G. Jaretón
Buenos Aires.
* * * * *
Aymer Waldir Zuluaga Miranda
Prosa
Un corto de vista posa estar feliz y vigila las acciones de un cautivo, intentando
distinguir entre opinión e imaginación. Lo observa borroso y prueba ponerse
los lentes de contacto, nada mejora. Por el rigor del desencanto, sus labios
hacen tropezar arrogancia y palabras que vomita en la codicia de convencer,
falla. De espaldas a la inspiración, hace inventario de lo que ha decomisado
al reo: un radio marca SONY, una grabadora, un cargador digital de baterías,
una máquina de escribir, una computadora Laptop, un adaptador de cámara de
video. Adentro, el censurado tacha sofismas con invulnerable poesía sobre
el proyecto náufrago; viajan sus sombríos pasos en un dos por tres alrededor
de una canaleta, pretendiendo alcanzar a la soberana conciencia que les lleva
ventaja. Evoca a su amada en estaciones mientras coincide con su verdugo en
que el delito de escribir es intencional y debe ser sancionado.
Aymer Waldir Zuluaga Miranda
Envigado, Colombia
* * * * *
Kattia Chico
La señora de los gatos
Soy la señora de los gatos,
la lejana señora de los gatos.
En sus orejas geométricas
canta el eco visceral de mi nombre.
Dondequiera que estés, sé que lo oyes.
Soy quien pinta en sus ojos esa línea tan egipcia
para que te recuerde la mirada de mi tinta,
quien se enrosca en la pregunta de su cola,
quien te conjura en cada gato de mi sombra.
Me siguen por donde camino
estrujándose caricias contra mí,
electrizando de chispas todo aquello que miran
sus láseres de esmeralda.
Si detengo mi paso,
se ponen a satelitar como prendidos
a la órbita de mi falda.
Tengo dos piedras visionarias
que me hablan de ti en la oscuridad.
Tengo un cuerpo suave y tibio
y un corazón extraño.
Soy libre, diosa, bruja,
sagaz, sedosa, grácil.
Tengo instantes de ubicuidad.
Me deslizo entre las rejas
y cruzo la sinuosa madrugada
todavía arrebatada de letargo
como cuando contigo
reclinada en tu pecho respiraba
del éter de tu aliento los suspiros.
Los gatos siempre vuelven.
Nos encontramos siete veces por vida
y me traen noticias de ti
dos mares más allá:
que se te ha enronquecido la voz
y ya no andas tan desnudo de reloj,
pero sigues arrojando
la risa hacia atrás con la cabeza,
y guardando la noche en tus ojeras.
Me cuentan además
que se miran verde a verde
y tú los acaricias.
Entonces regresan a traerme
destellos de tus dedos
untados en su lomo.
Soy la señora de los gatos
que sólo tú y yo vemos;
de los que vienen
siete veces por vida
para hablarme de ti con sus pupilas.
Pero tú no vuelves.
Kattia Chico
San Germán, Puerto Rico.
(publicado en El límite volcado)
|