Pedro Lemebel
La Historia desde una narrativa posmoderna en Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel

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Carolina Andrea Navarrete González

El objetivo del presente trabajo radica en el análisis de la obra Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel, en el marco de la posmodernidad y de la invención literaria dentro de los parámetros de la reconstrucción histórica caracterizando la novela como testimonio de la heterogeneidad y de la fragmentación de la sociedad actual. El marco teórico que servirá de apoyo al presente análisis tendrá como base, principalmente los postulados de García Canclini, Fernando Ainsa y Patricio Manns, además del respaldo de la documentación periodística del período retratado en la narración y de referencias críticas sobre el autor y la novela misma.

Antes de comenzar con el análisis, me ocuparé de situar al autor en su contexto biográfico y de producción literaria. Pedro Lemebel nace en Santiago en 1950, es escritor y artista visual. En el año 1987 junto a Francisco Casas crea el colectivo de Arte llamado «Yeguas del Apocalipsis» que desarrollan un extenso trabajo plástico en fotografía, video, performance e instalación. Su trabajo literario va desde el cuento, al manifiesto político, la autobiografía y las crónicas, las cuales se han publicado en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha participado en el seminario «Utopías», Santiago 1993, Festival Stonewall, Nueva York 1994 y en la conferencia: Crossing National and Sexual Borders, Latin Americans Lesbians Gay, Bisexual and transgender, Nueva York 1996. Ha publicado los libros Incontables, La esquina es mi corazón, Loco afán, De perlas y cicatrices y la novela Tengo miedo torero.

Pedro Lemebel se caracterizó por realizar, junto a su colectivo Gay «Las Yeguas del Apocalipsis», una serie de actos que causaron conmoción dentro de la sociedad chilena. Entre éstos se encuentra el hecho de haber besado en la boca a Juan Manuel Serrat en un acto público en la Universidad Arcis, de Santiago; «La Cueca Fleta» que protagonizó en un cumpleaños de Nicanor Parra, celebrado en la Estación Mapocho cuando, junto a Francisco Casas e integrantes del colectivo, quebraron vasos de vidrio y procedieron a bailar descalzos sobre los vidrios rotos rompiéndose los pies y quedando ensangrentados. Además de estos hechos, Lemebel participó en una serie de actuaciones llamadas «instalaciones» donde realizaba, entre otras cosas, presentaciones plásticas donde se depilaba un corazón de pelo ubicado en su pecho frente a todos los asistentes, o se instalaba desnudo con un gorro de agujas y un televisor con imágenes pornográficas tapando sus genitales.

Como podemos apreciar, Pedro Lemebel representa una excepción en Chile ya que desde su propia marginalidad tanto sexual como política sumándose el estigma del Sida ha logrado saltar a la fama además de poseer un lugar dentro de la productividad literaria del país.

Para adentrarnos en el análisis de su novela titulada Tengo miedo torero, comenzaré por caracterizar la obra como un discurso ficcional que se encarga de modificar el punto de vista sobre las «versiones oficiales» de la historiografía, llenando, a través de la libertad que da la creación, los vacíos y silencios que ponen en evidencia una percepción más compleja de la realidad. Teniendo en cuenta que la novela se encarga de revivir un contexto sociopolítico que caracteriza el atentado a Augusto Pinochet, en 1986, Lemebel entrega un nuevo ángulo de aproximación que no altera en forma sustancial la naturaleza de los hechos pero sí la de la manera cómo se los representa. Lo cual se puede constatar a través de la lectura de los diarios que datan de septiembre de 1986. Encontrando en el titular de La Tercera, del 8 de Septiembre de 1986, la constatación de un atentado contra el presidente Pinochet, en tanto que su contratapa muestra las consecuencias del hecho representándolo como algo repudiable donde los extremistas son los grandes responsables de los heridos y muertos en la zona del Cajón del Maipo. Como podemos apreciar esta «versión oficial» de los hechos es vertebrada con mayor eficacia por Pedro Lemebel, reflejando una vocación subversiva de la ficción con relación a la historia oficial ya que la novela intenta mostrar el atentado como una manera que emplea un grupo de revolucionarios para recuperar la libertad perdida con el régimen militar.

Resulta interesante relacionar la representación de la casa de la ‘loca del frente’, lugar que sirve de refugio para urdir la emboscada, como llamaría Carlos al atentado en contra de Pinochet, con la noticia aparecida al interior de Las Ultimas Noticias, el día 9 de septiembre de 1986, donde se relata que fue en una mansión donde planificó durante tres semanas el asesinato al presidente de la república rescatando los testimonios de los vecinos del lugar quienes sostenían estar convencidos que los ocupantes de la vivienda tenían inclinaciones sexuales desviadas, ya que se quedaban hombres durante toda la noche hasta las 5 de la madrugada retirándose en silencio. Es posible que este tipo de informaciones las hubiese manejado Lemebel transformando la casa humilde de la ‘loca del frente’ en algo más significativo que una mansión desplazando, incluso, su finalidad de guarida de supuestas armas por el espacio donde se desarrolla el amor entre un homosexual y un joven miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Otro dato curioso sobre el hecho es el entregado por el diario La Segunda el día lunes 8 de abril de 1986, el cual afirma que se habría hallado un lanzacohetes abandonado por los terroristas, lo cual aparece en la novela de Lemebel como un arma encubierta en un paquete que la ‘loca del frente’ se encargó de adornar utilizándolo como decorado de su hogar.

Luego de revisar estos datos, resulta interesante aproximarnos a los postulados de Fernando Aínsa, quien en su estudio sobre la invención del pasado en la nueva narrativa latinoamericana se encarga de distinguir y aproximar los discursos histórico y ficcional analizando la intención que caracteriza una y otra forma de escritura. Ante lo cual podríamos afirmar que en la obra de Lemebel se vislumbraría una intención literaria de carácter introspectivo sin responder a una intención del discurso histórico ya que en su narración no apreciamos una voluntad de objetividad entendida como «búsqueda de la verdad» sino, por el contrario, apreciamos que el autor asume la historia en la ficción como un proceso interno donde los acontecimientos se viven como experiencias de conciencias individuales expresadas tanto en las pesadillas de Augusto como en las preocupaciones por la moda de Lucy, evocando a un personaje que vive en su conciencia llamado Gonzalo, también en la construcción de un amor idílico en la mente de la ‘loca del frente’ que refleja en las canciones románticas que toca la radio y en el alborotado y misterioso ir y venir de Carlos, quien lucha en pos de una justicia social. Así podemos apreciar como lo histórico se personaliza y se enuncia desde una subjetividad, en otras palabras podríamos decir que los sucesos conocidos informativamente a través de los medios de prensa son «vivificados» gracias al arte de narrar de Lemebel, quien como creador de una ficción histórica, da prioridad al hecho individual protagonizado por la ‘loca del frente’ poniendo el destino social en subordinación de una voluntad individual. Siguiendo a Patricio Manns podríamos señalar que la novela de Lemebel reflejaría esa «poética de palimpsesto» [1], la cual corresponde a una forma de escritura que sirve para asediar la historia, en este caso el atentado a Pinochet, sin perder pie en la tierra rumorosa y nutricia de la ficción.

Cabe destacar la inserción de Tengo Miedo torero en el marco de la posmodernidad ya que la novela acerca, basándonos en los postulados de García Canclini, un lazo interior entre las diferentes concepciones de la posmodernidad, éste sería el concepto de heterogeneidad definida por Canclini como «una necesidad constitutiva de la cultura actual que aspira a poseer una hegemonía extensa» (1989, 87). Teniendo en cuenta esta definición podríamos destacar la importancia de esta novela al rescatar la heterogeneidad de nuestra sociedad plasmando las voces de una cultura popular tanto contestataria, reflejada en el colectivo testimonial: «Y- VA- A – CAER, Y- VA- CAER, PACO- CULIAO- CAFICHE- DEL- ESTADO» (129), como homosexual a través de los discursos de la Rana y sus amigas y por medio de las experiencias de la 'loca del frente’ en el cine y en ese ensueño que experimenta tras la celebración del cumpleaños ‘a la cubana’ de Carlos. Como podemos apreciar, Lemebel mezcla esta ‘baja cultura’ con la ‘alta cultura’ representada por la presencia y discursos de Augusto y Lucy junto con las experiencias desprendidas de Doña Catita, esposa del coronel Abarzúa y de toda la comitiva de personajes involucrados en el gobierno que rinden pleitesía al General y su señora. De esta manera podríamos afirmar que esta novela respondería a lo que García Canclini entiende por posmodernidad, estableciéndose en esta «copresencia tumultuosa de todos» [2], el lugar donde los segmentos de la historia y el folklore se cruzan, desapareciendo la unidad y primando lo heterogéneo y fragmentario.

El fragmentarismo que caracteriza su obra lo podemos apreciar a través de la visión del cuerpo que se desprende del protagonista. Su lenguaje nos provee de un cuerpo diferente, en que el énfasis está puesto en las partes, un cuerpo pornográfico [3], un cuerpo que se abre al mundo exterior:

«Porque ese era el único respeto que ella había conocido en su vida, el único aletazo paterno que le desrajó en hemorragia su culito de niño miraflor. Y con esa costra de respeto había aprendido a vivir […] acostumbrándose a su roce violento aprendiendo a gozar su rasguño sexual como única forma de afecto (56)».

Como podemos apreciar se nos presenta un cuerpo con la boca abierta y el ano abierto, lastimado; un cuerpo que se sacia frente a lo dado, hecho que aparece en una conversación entre las «dos viejas colizas», la Fabiola y la Rana:

«En esa casa siempre había algún hombre dispuesto a deshollinar algún orto desconocido […] porque cada noche no nos falta un pichulazo para soñar con los angelitos» (76).

Es interesante hacer notar, más allá del fragmentarismo del cuerpo, la transformación de éste cuando la ‘loca del frente’ inmersa en su delirio carnal con Carlos, vivencia el momento del desprendimiento del cierre del pantalón de éste como una especie de nacimiento, personificando en la figura del pene a un bebé que se encarga de dar a luz y de acunar como a un hijo: «Con infinita dulzura deslizó la mano entre el estómago y el elástico del slip hasta tomar como una porcelana el cuerpo tibio de ese nene en reposo» (107). Como podemos ver, esta voz se configura dentro de la conciencia de irrealidad del mundo narrado, de la esencial imaginariedad de la ‘loca del frente’ expresando la fragmentación del mundo como un rechazo del individuo sobre sí mismo (la ‘loca del frente’ no acepta el papel de dominador sexual) manifestando en su reducto de soledad la aspiración por conquistar la seguridad que le puede dar el amor con Carlos y la posibilidad, a fin de cuentas, de integrarse a lo humano.

De esta manera en un fluir poético y provocativo, Lemebel será testigo, actor y diagramador, a través de la voz del narrador, de un nuevo periodo en el cual la heterogeneidad y singularidad sexual constituyen efectos o réplicas de una sociedad matizada por la violencia y el erotismo, evidenciando una contaminación proveniente del contacto con los medios masivos de comunicación: música popular, radio, cine y boleros, remeciendo la mentalidad y los hábitos del lector tradicional.

Así, pues, podríamos decir que desde la marginalidad de la novela se nos entrega una perspectiva eminentemente estética, ideológica y moralmente comprometida con el sufrimiento y el dolor de los humillados y perseguidos en todo orden ya sea por su condición social, sexual y por su inclinación política.

En consecuencia, a lo largo del presente trabajo, he intentado demostrar que la novela en estudio podría situarse dentro del marco de la Posmodernidad rescatando la heterogeneidad y la fragmentación como características compartidas. Además, cabe señalar que se ha logrado caracterizar a la novela en el trenzado de la reconstrucción del pasado como una invención literaria que evidencia una intención introspectiva del relato. Mediante lo cual, podríamos observar que la Posmodernidad y un manifiesto interés por la historia, son, pues, dos expresiones paralelas de nuestro tiempo, lo que hace suponer que existiría una relación interna entre ambas, con lo que podríamos concluir que la modernidad condiciona a la novela que rescata un hecho histórico y, al mismo tiempo es condicionada por ella.


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Carolina A. Navarrete González es Licenciada en Letras mención Literatura y Lingüística Hispánica, Profesora de Castellano y actualmente cursa un Magíster en Literatura Hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica de Chile.

canavarr [at] puc.cl

Notas

(1) Procedimiento literario bautizado por el profesor Juan Armando Epple de la Universidad de Oregon, quien le atribuye a esta poética una doble función de las palabras, de modo que, enfocando un acontecimiento, el discurso opera un salto hacia la contemporaneidad del narrador mezclando, a través de su lenguaje, las situaciones humanas, los dolores y los dramas particulares con una visión épica de la tragedia global.
(2) Lo que para Canclini se traduce en una respuesta a la visión del mundo actual caracterizado por una pluralidad de movimientos centrífugos en búsqueda de nuevos valores.
(3) Entendido como impúdico, es decir, expuesto con atrevimiento y desvergüenza.

Bibliografía

- Aguirre, Andrés, Tengo miedo torero. Fuente: El Mercurio, 28 de abril 2001.
- Goic, Cedomil, Generación de 1972. Historia de la novela hispanoamericana. Ediciones Universitarias Valparaíso, Chile, 1972.
- Goic, Cedomil, Literatura y Lingüística. Capítulos de Historia de la Novela Hispanoamericana.
- Guerrero del Río, Eduardo, Lemebel, oreja y rabo. Revista Cultura Urbana, agosto: 2001.
- Kohut, Karl, La invención del pasado, la novela histórica en el marco de la posmodernidad. Vervuert, Madrid:1997.
- Lemebel, Pedro, Tengo miedo torero. Seix Barral, Chile: 2001.
- Promis, José, El momento actual, La novela de la desacralización. La novela Chilena del último siglo. Santiago, Noria:1993.
- Sarrochi Carreño, Augusto. Literatura Chilena Contemporánea Homosexual, un acercamiento bajo el prisma de Pedro Lemebel. Universidad Católica de Valparaíso, Facultad de Filosofía y Educación.

IMAGEN: Pedro Lemebel, detalle mosaico, Rec79, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

▫ Artículo publicado en Revista Almiar (2004). Reeditado en enero de 2020 y 2024.

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