Muerte y memoria

en la Península

Alejandro Gaspar Guadarrama

Labra la palabra y aparecerá un mundo
(Península, Península, de Hernán Lara Zavala)

La literatura se ha distinguido por representar la forma ambivalente de la naturaleza humana: por un lado nos muestra el estado más destructivo, salvaje y violento, mientras que por otro nos refleja el carácter más dócil, noble y afectuoso del hombre; pero además nos ubica en un tiempo y espacio determinados con lo cual podemos situar a los personajes en su particularidad moral, psicológica, política...

La historia es el relato de las ambiciones, pasiones, prejuicios y juegos de poder que ha protagonizado el hombre a lo largo del tiempo. Pero ese relato, desde dónde nos puede ser contado: ¿desde los victoriosos que se imponen a los vencidos o desde los oprimidos que buscan la manera de sublevarse a los opresores? Tales preguntas nos servirán de fondo para comprender el entretejido con el que Hernán Lara Zavala construye la novela Península, Península, ganadora del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska de la Ciudad de México 2009.

En voz de un narrador omnisciente, el autor se cuestiona por el carácter contradictorio con el que los victoriosos han escrito y manipulado la historia, ya que parten de una inversión de los conceptos para apropiarlos a su manera y así poder justificar la barbarie con la que han sometido a los pueblos. Por ejemplo, haciendo referencia a la esclavitud y a la pobreza encontramos en el libro: «Claro que nos interesan los pobres, los indios y los derechos humanos; por algo tenemos servidumbre, ¿no? […] el anhelo de posesión entraña el uso de siervos, lo que hace patente la existencia de los pobres». ¿Qué justificó la exclusión del indio para el conquistador europeo? Muchas son las respuestas: civilización, religión, poder. En el fondo, la supuesta idea de la superioridad del conquistador sobre el nativo sirvió como fundamento para la exclusión radical de este último.

Esta novela histórica nos relata la conocida Guerra de Castas entre indios y ladinos, suscitada en la Península de Yucatán, y que tuvo su periodo más cruento de 1846 a 1849 pero que se extendió hasta 1901, fecha en la que Porfirio Díaz acabó definitivamente con la sublevación de los indios.

La Península se había caracterizado por ser una región trágica desde tiempos anteriores a la Conquista, pues sequías y hambrunas habían azotado la zona; pero ya en el periodo de la Colonia la esclavitud, el despojo de tierras y la opresión, fueron algunos de los factores que motivaron para que el odio ancestral por parte de los indios mayas contra las familias de descendientes europeos se materializara y cobrara muchas vidas.

La novela no intenta ser una apología de la sublevación del pueblo maya, nos muestra también los errores y excesos cometidos por éstos: crueldad, odio, resentimiento. Y fue quizás la incapacidad de tratar a los opresores de una manera distinta a como ellos los habían tratado lo que los llevó a fracasar en su intento por lograr su independencia.

Los personajes retratados son un tanto disímiles: desde oficiales del ejército, caudillos mayas, clérigos, una institutriz inglesa, un comerciante de origen europeo, un médico irlandés y hasta un novelista; pero la disimilitud de éstos no contrasta con la tensión incitada, pues en cada capítulo se van imprimiendo diversos conflictos internos que provocan un tratamiento sobresaliente de las historias.

«Cómo resolver el conflicto, si acaso existe, entre ficción e historia». Si la novela es, como nos dice el autor, «el juego del que se sirven memoria e imaginación para evocar otras voces, otros tiempos y otras situaciones», entonces ¿cuál sería el conflicto de poder recurrir a la historia para elaborar una ficción? Creemos que no hay conflicto alguno, el mérito de Lara Zavala, más allá de la problematización en torno al carácter ficcional o no de la escritura, estriba en el hecho de que allí encontramos una crítica social enraizada en la historia, una reflexión en torno a la condición política del hombre; pero más aún, en que esboza una nueva formulación sobre el problema de la conformación de las identidades y la inminente polarización de las clases sociales.


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Alejandro Gaspar Guadarrama, nació en el Distrito Federal en 1985. Cursa los estudios en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha colaborado en diferentes suplementos culturales y revistas. Actualmente trabaja en la Secretaría de Cultura del DF como corrector y revisor de publicaciones culturales. Ha participado en la organización de la Feria del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, las II Jornadas de Poesía y Poetas de América y en el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska.

@ sustituida gag.85 [arroba] hotmail [dot] com


📰 Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 50, enero-febrero de 2010. Página reeditada en agosto de 2019.

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