¿Un sector en crisis?

Víctor Frías

Me muevo mucho entre artistas. Quizá lo hago por una elección personal, o quizá porque sus motivaciones irrefrenables me generan curiosidad. Quizá no hay ninguna elección por mi parte, y para mí estar cerca de ellos sea tan natural como para ellos dar salida a sus inquietudes de formas tan variadas como la vida misma. Unos componen música o la interpretan, otros escriben guiones en novelas o series, y otros dan vida a sus personajes.

Entre la gente que insiste en su deseo de crear cosas originales hay una cualidad común: una persistencia, un deseo fuerte de conseguir sus objetivos. Una persona, normalmente, vive con su pareja y tiene un trabajo, lo que le consume gran parte de su energía vital. En el tiempo restante, descansa o se dedica al ocio.

Alguien que se dedica a crear, necesita una energía extra, o de alguna forma, desplazar otros principios para conseguir acercarse a sus objetivos.

No hablo, por supuesto, de aquellos artistas consumados —en muchos casos, consumidos— cuyas ventas se cuentan por centenares de miles y cuyas cuentas corrientes tienen tantos dígitos que su gasto diario se aproxima al mío anual. Esa es una especie con la que, por ahora, no me he mezclado.

Me refiero, pues, a los creadores que luchan incesantemente por hacer un huequecito en el mundo para su obra. Gente que quiere decir «ahí está algo que yo hice, ¡míralo!». Gente que a veces sueña con ser el más grande —y que a veces lo es—, gente que invierte su tiempo y su energía en conseguir que la obra tenga la calidad que a sí mismo se exige. Gente que a veces va con una libreta apuntando una idea, afanados, antes de que esa inspiración desaparezca en las nubes del olvido, o que corre estresada de un lado a otro, deseando rapiñar unos minutos más para poder rendir en una tarea en la que no hay ningún jefe o cliente. Empresarios de la creación, que, arrinconados en una estructura social hostil, muchas veces no saben de dónde les caen las hostias.

Pues refiriéndome a estas personas, es habitual encontrar una cierta ausencia de la realidad. Estoy hablando, concretamente, del panorama político. Conozco a muchos artistas —y a otros que no—, que no tienen un conocimiento estudiado de lo que ocurre en su país. Esto ocurre porque cuando leen un periódico lo hacen más interesados por la crítica de cine o por una entrevista, y que cuando ven las noticias lo hacen corriendo de un sitio para otro. Vamos, que no tienen el tiempo, las ganas o la energía que el ciudadano medio dedica a tener un conocimiento de la actualidad.

Bien, todo esto es una exageración —¿lo es?—, pues hoy en día todo el mundo ha oído hablar de la crisis. Muchos personajes de los que me refiero la sufren, de hecho, pues no solo trabajan para pagar su comida, como cualquier hijo de vecino, sino que además ahorran de sus gastos hasta un punto en muchos casos absurdo, para poder financiar sus proyectos artísticos, en los que a veces, ningún otro ser va a echar un duro (que en euros es cosa de tres céntimos).

Pues bien, el otro día, sentado con un grupo de estas características, me agradó que nadie hablaba de las dificultades de emprender, o del alto paro en tal o cual sector. Todo el mundo hablaba de la última novedad, de cómo promocionar una página web de contenido artístico, de promover una sociedad con objetivos culturales, de tal o cual dominio tenían, de lo que iban a poner en sus blog. Y pensé que no eran sólo ellos: anteriormente hablaba con un amigo músico, e iba corriendo de un lado para otro, porque iba a «grabar unas guitarras, perdona que no pare, pero estoy comiendo de pie», y no tenía tiempo para hablar de la crisis. ¡Y eso que me consta que le han echado de su trabajo!

Y es ciertamente esperanzador encontrar un rincón en el que las personas no van acojonadas porque la hipoteca les oprime, o tristes por el futuro de sus hijos, o deprimidos por la dificultad para emprender. Son para mí un oasis de ánimo en un colectivo herido, dolido y arrinconado, que espera en una esquina a que le echen una mano, o lo rematen.

Y en realidad, no creo que sea porque los artistas vayan de un lado para otro sin enterarse de la realidad económica —aunque hay casos que sí—. No, en este caso la actitud se debe a que los miembros este sector siempre han estado en crisis. Porque, afrontémoslo, ¿cuándo ha habido dinero para los creadores? Quiero decir, antes de que los cogiera un empresario desalmado y los exprimiera todo lo que pudiera. Arte, y dinero son dos términos que pocas veces van juntos. Esto es porque el capitalismo no les quiere. Porque la sociedad no tiene un lugar para ellos. Porque no con una pieza del engranaje.

Este sector está en crisis. Pero está acostumbrado a estarlo. Está acostumbrado a desvivirse por sus creaciones, a quedarse a trabajar muchas más horas de lo que nadie les va a pagar, a buscarse aliados y negociar tratos en los que ningún abogado les va a apoyar, y en definitiva, a invertir su tiempo y su energía de forma que cualquier rédito económico que en algún momento perciban tendrá un valor más sentimental que práctico, que probablemente será invertido en una necesidad del siguiente proyecto, o en devolver a aquél una deuda milenaria para poder volver a mirarle a la cara.

Sólo espero que esta crisis no avance tanto como para negar a este sector los medios técnicos y tecnológicos que han permitido que tareas antes difíciles y caras —documentación, inspiración, producción, impresión, difusión, promoción…— se hayan vuelto accesibles. Porque si eso ocurre, entonces esos únicos oasis de energía desaparecerán, y tendremos depresión por todas partes.

Quizá haya que aprender algo de estas personas, y es a saber vivir en crisis. A levantar la cabeza y luchar a pesar de que nadie te de un duro (tres céntimos) por ello. A esforzarse por cerrar las brechas en un sistema que hace aguas, ya no necesariamente porque creas en tu país, o en tu sociedad, sino porque veas que estos son necesarios para ti y tus seres cercanos. Y lo digo ya sin metáforas.

Quizá sería el momento de demostrar que las personas que levantan la sociedad realmente lo hacen. Porque la fuerza no se demuestra cuando las cosas van bien.


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📩 Contactar con el autor: zaurak (at) hotmail.com

📰 Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 45, marzo-abril de 2009. Página reeditada en agosto de 2019.

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