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ALGO MÁS QUE PALABRAS

por

Víctor Corcoba Herrero


LAS TARANTAS DE LINARES:
Todo un arte vivo


Cada año, el Concurso Nacional de Tarantas de Linares, aglutina a más personas y a mejores cantaores, ya no sólo a profesionales destacadísimos del flamenco, primeras figuras de un género que aunque minoritario es todo un arte y una cultura, sino también a jóvenes promesas, que pretenden iniciar el camino alzándose con uno de los prestigiosos premios, como aval para futuras actuaciones. El Ayuntamiento de Linares, a través de la Concejala Delegada de Cultura y Turismo, Mercedes Rueda Fernández, y todo el pueblo consigo, se vuelca en hacer realidad el supremo objetivo de que este Concurso Nacional de Tarantas Mineras, renazca y conserve (y ya es el XXXIX) no sólo el viejo Cante Jondo o Grande (seguiriyas, deblas, soleares, martinete, caña o polo, tonás, malagueñas y serranas), sino también del llamado cante de Levante, en el que está incluida la Taranta Minera (además de las bulerías, mirabás, granaínas y fandangos) rechazándose todo cante modernizado, recitales intercalados en el mismo, así como el floreo abusivo de la voz, puesto que todas estas innovaciones atentan contra el más puro estilo tradicional.


LA TARANTA, VOZ Y VERSO DE LA MINA

Concejal de cultura Linares

Mercedes Rueda Fernández, Concejala de Cultura y Turismo


Bajo el sustancioso título de La Taranta, Voz y Verso de la Mina el escritor y poeta Linarense, Lorenzo Martínez Aguilar, hijo de minero, pronunció el primer pregón de la Taranta de Linares, novedad de este año. Acto que fue muy aplaudido y elogiado. Todo un acierto de la nueva concejala de cultura y turismo, Mercedes Rueda Fernández, deseosa de engrandecer el evento cultural.

Fuerzas no le faltan. Estrena cargo. Ama las letras y las artes, las raíces y su tierra. Tiene en su haber varios libros publicados. Es mujer de diálogo y persona cultivada. Le mueve activar la cultura y potenciar el turismo. Servir a su pueblo incondicionalmente. Así nos lo participó. Y eso siempre es elogiable.

El pregonero, Lorenzo Martínez Aguilar, hizo una descripción verdaderamente lúcida, bella y auténtica. «La taranta es la mina. Sí. El escaso jornal; un lamento del corazón; el sonido de la machota sobre la piedra, el lento deslizar del malacate, el roce de las vagonetas y su empuje con cuerpo de sudor; los golpes del martillo con profundidad de simas y sombras, el trágico pozo de San Vicente, el más profundo de España...».

No faltó por parte del pregonero incidir en el arte que, como todo lo perdurable, es una queja, la forma de expresión de los oprimidos. «La taranta de Linares también es la soledad. La soledad del cantaor que cierra los ojos y se regusta, y se recrea, en el quejío amargo de sus tercios. Es la soledad del flamenco. La soledad de Andalucía. Esa soledad que aparentemente está revestida de juerga, de vino, de voz, pero que destila esa poesía que cala hasta el tuétano de los huesos y eriza la piel con un frío de sentimientos. Porque la taranta expresa la soledad del minero. Esa soledad mítica y mediterránea, como un Sísifo que siente desde lo hondo de la mina el peso de la tierra sobre sus hombros. Esa soledad que se abre en el alma en el instante mismo que se cierran las compuertas de la jaula y ésta empieza a descender por los tiros del pozo hacía el otro confín de la tierra, hacía una profundidad que duele, al reencuentro con un destino incierto. Esa soledad que bulle por la sangre, y reza, como dice esta taranta: ¡Qué bonita es una mina/ con sus jaulas colgando./ Le dan al regulador,/ los mineros van bajando/ a la voluntad de Dios».

La soledad puede ser tremenda o deseable, pero siempre una sensación fuerte. Quizás, en el pregonero, ha sido el rincón de la reflexión, el lugar donde meditó estas bellas palabras, que sembraron los más efusivos y fervientes aplausos. «La taranta de Linares es la soledad en forma de oración. Esa soledad del brazo cansado que sostiene el martillo. La soledad de la fatiga. La taranta es el cóncavo, ese lugar donde se ensancha la mina y se encoge el corazón; la soledad del barrenero en la profunda galería que destila oscuridad, agua, miedo, metal, sudor. Y que empapa, empapa, empapa la ropa, el cuerpo, el alma, la vida, el jornal. Y mañana Dios dirá. Ese mañana que no existe. Como esa luz que deja de existir pozo abajo y de la hay que despedirse con un rito de seriedad y silencio, porque siempre sobrevuela la incógnita de si unas horas después la danza maldita de la muerte habrá tomado la forma de un realce de metales que brinca sobre los hombres, como recoge esta taranta de tanto éxito en las tabernas y cafés-cantantes de la época: De qué le sirve al minero/ el talento y el sentío/ sí allá en el fondo de la mina/ parte la piedra blanda y dura/ y sin temerle al peligro/ labra su sepultura».

Palmas flamencas

En ese desgranar de verbos en torno a la taranta, como un surtidor de poemas, el pregonero nos invita a saciar los labios en los aromas. No es un juego, ni un espectáculo, es algo más, una necesidad de un pueblo que escucha la voz rota y la garganta quebrá del cantaor. Porque... «la taranta también es el aroma a tomillo y romero de Sierra Morena; un patio de jazmines y colios y albahaca, y yerbabuena, donde templar el cante; una oración hecha de metal, y plata, y galena; el anisado olor del hinojo; las Ocho Puertas, el Lugarillo, Cantarranas, la calle Guillén, la Corredera, las Siete Esquinas; el verso al viento que vive juntito a la mina; los tranvías cargados de mineral en su retorno a la ciudad, un cacho de pan perfumado por el oro del aceite; una copa de vino tinto y espeso como la sangre; el ¡ay! quejumbroso del diapasón de una garganta; las aguas, en otro tiempo, cristalinas de la Fuente del Pisar. Todo eso es la taranta, porque todo eso está entre los ajustados octosílabos, seis versos de su poema, entre el rasgueo de la guitarra, en la vibración dura y viril de la voz que templa y hondea por los duendes del Flamenco».

Como todo lo que tuvo el tránsito de lo humano y anduvo por los almanaques del pasado, el coto minero de Linares tiene las señales inequívocas de una región habitada por la memoria que aboca a la nostalgia y huele a soledad herida, —vociferó el Pregonero—. Y a renglón seguido, dijo: «En esa dilatada memoria no acierta uno a saber descifrar si la Historia de Linares hizo a las minas o fueron éstas, desde su distancia de cabrías, las que perfilaron a la ciudad nueva, y ahora nos recuerdan las colecciones de fotografías antiguas repartidas por escuelas, cafeterías, bares y oficinas. Andando por el coto minero, al que soy asiduo, como en el Quijote, uno trastoca los molinos de viento por cabrias que recobran la vida en el viento de la memoria, y se lanza y arremete a la batalla de hablar con los sentimientos, y ve en cada extinto yacimiento, el esplendor; en cada sombra muda, los testigos del sudor y del jornal; en cada bocarrena abandona al sol y la intemperie, un verso de taranta. Últimas señales de una gloria que despedaza la lluvia y el viento en forma de herrumbre sobre un plomo devaluado por la moneda y el olvido».

«Taranta que tanto sabes/ de dolores y pesares./ Taranta que tanto sabes,/ ponle tu nombre a esta pena/ que recorre mi memoria/ con amargor de galena». Siempre eterna y honda, sabiduría de un pueblo al que yo también amo profundamente enraizado a sus cantares, y que tanto me recuerda mi época de niño en la cuenca minera de Laciana. Si por los mineros de mi pueblo hallé los latidos del verso, Linares me ha cautivado el corazón hasta volverme más poeta. Lo confieso.


ALTÍSIMO NIVEL DE LOS CONCURSANTES


El nivel de los concursantes de este año no ha podido ser más alto. Entre todos los participantes que han llegado a la fase final destacar a la joven de diecisiete años, natural de Jódar (Jaén), Gema Jiménez Triguero, a la que el jurado otorgó por unanimidad el Premio Fernando Medina para Jóvenes cantaores menores de veinticinco años, el primer premio de Tarantas 2003 y el tercero de Cantes Libre Elección. Fue la gran estrella de la noche. Toda una promesa del flamenco. Tiempo al tiempo. La joven cantaora, estamos seguros, que no olvidará los aplausos de todo un pueblo puesto en pie, aplaudiendo sus cantes. No menos emocionantes fueron los Cantes Libres de Elección del que resultó ganador, con el primer premio, el granadino (de Almuñécar) Rafael Muñoz Barbero.

Si el arte es, sobre todo, un estado del alma; las tarantas de Linares, como bien dijo el pregonero, «es una de esas páginas escritas con el signo latente de nuestro concierto con los sentidos, de nuestra forma de ser andaluza, de nuestro consciente colectivo para perdurar con las huellas que nos hacen herederos de su expresión. Porque el pasado no es algo concluyente, sino fructífero, para renovarlo día a día; donde hemos ido componiendo nuestros perfiles contemporáneos. Y la taranta significa, es, nuestra expresión más entrañable, por donde reman las sensibilidades, los paisajes, las gentes, el duende, los suspiros más significativos y representativos del entorno social y cultural en el que Linares se desarrolló; ese haz de luz gratificante en la memoria de los linarenses como espacio de reencuentro y del patrimonio común, entroncada a una de forma de decir al cante el dolor y la queja, profundamente». Jondamente (hondamente) feliz. Hasta un próximo encuentro.


Víctor Corcoba Herrero

Víctor Corcoba es un escritor que vive en Granada; licenciado en Derecho
y Diplomado en Profesorado de E.G.B, tiene varios libros publicados.


🎞 IMÁGENES ARTÍCULO: Fotografía remitida por el autor del mismo | PINTURA: David Zaafra (puedes ver la exposición en Almiar de este pintor, pulsando aquí) ©



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