Apocalypto

por Alicia Albares

Gracias a películas como La Pasión de Cristo y ahora Apocalypto, Mel Gibson, que comenzó su carrera como director gracias a la épica, heroica y galardonada Braveheart, se está ganando poco a poco el constante apelativo de «polémico». Pero yo no utilizaría este calificativo para describirlo, pues considero que sus filmes conservan un halo de clasicismo y una habilidad (buscada o no) para ajustarse al género que no son compatibles con tal consideración. Gibson no provoca, sino que sabe ser extremo, sin por ello abandonar las convenciones del buen cine, pero el cine de siempre, al fin y al cabo. Gibson no denuncia, no levanta ampollas, tan sólo refleja lo que él considera la verdad de la manera más fiel de la que es capaz. El resultado son películas en apariencia desagradables de contemplar por su crudeza, pero perfectas si somos capaces de ignorar este detalle y bucear en su estructura y ritmo narrativos. Pero son películas sin más, que abandonan, desgraciadamente, todo intento de ahondar en la profundidad de la crítica, que hubiera sido esencial dados los temas que ha escogido en sus dos últimas realizaciones.

Mel Gibson

Y este es nuevamente el caso de Apocalypto, una película histórica, que persigue una fidelidad máxima (vuelve a estrenarse en versión original, esta vez en el dialecto maya) sin descuidar las normas básicas del cine de entretenimiento. De la mano de su protagonista, nos embarcamos en un viaje al pasado, una aventura siniestra que nos llevará al descubrimiento de ciudades en la selva, habitadas por seres fanáticos y corrompidos por el ansia de poder, el apego a la evolución y el miedo a la desaparición. Gibson nos enseña un mundo perdido, cuyo encanto extinto resucita gracias a una excelente puesta en escena, una fotografía cuidadísima y unos actores auténticos (muchos de ellos, no profesionales) que consiguen dibujar un retrato primitivo, visceral (en todos los sentidos) de una civilización todavía fascinante, aún envuelta en la incógnita, que consigue subyugarnos irremediablemente.

Si hubiera continuado por este camino, podríamos hablar de una película genial, diferente, que no tiene miedo de continuar con el análisis histórico hasta sus últimas consecuencias. Podría haber sido un filme arriesgado, que aspirase a poner en imágenes una nueva interpretación de un pasado que aún hoy seguimos sin conocer. Sin embargo, Gibson se echa atrás cuando más lejos había llegado y retrocede al recurso fácil del cine de aventuras para continuar con una historia que acaba por resultar típica, previsible, incluso, a veces, oscurecida por el tópico. La mirada decepcionada del espectador es testigo de un regreso a los orígenes del director, a una simpleza sorprendente dado el planteamiento del filme, a una involución que resta valor a un ejercicio que podría haberse convertido en una obra maestra.

Esto no significa que el valor narrativo o formal del filme decaiga en su segunda parte, nada más lejos de la realidad. El director sabe muy bien cómo mantener al espectador en vilo, utilizando las herramientas propias del cine de acción pero aplicadas al entorno de la selva virgen. Así, seguimos sintiéndonos atrapados por la historia, totalmente identificados con el protagonista, absolutamente hipnotizados por los entresijos de un guión dinámico, que no da tregua, que sabe entretener sin perder la calidad. Pero la desilusión ya ha calado hondo en la mirada del público que buscaba una implicación mayor y que debe conformarse con una perfecta película de aventuras, pero nada más que eso.

Y es que son muchos los temas que podría haber perfilado Gibson en su Apocalypto: la decadencia de una gran civilización como símil de nuestra propia existencia, la lucha del fuerte contra el débil, el poder del ansia de supervivencia del ser humano… Pero todo esto, escuetamente perfilado, sólo son coletazos de una indefinición temática que consigue que nos dejemos llevar por lo acertado de su frenética trama y nos olvidemos del trasfondo de una historia y unos personajes que parecen más de lo que son, que nos dan menos de lo que esperamos.

Así, lo extremo de imágenes y tratamiento, lo insólito del lenguaje, no son más que adornos exóticos de una excelente película de entretenimiento, de poderosísimas imágenes y excelentes interpretaciones, que quedará como lo que es, que nunca dará, desgraciadamente, un paso más allá.


_________________

Alicia Albares Martínez, colaboradora de la Revista Almiar, trabaja en la actualidad para varias publicaciones locales del distrito de Vallecas (Madrid): Revista Santa Eugenia, periódico La Quincena, y, ocasionalmente, con la Revista 31, como coordinadora de la sección de cine. Escribe guiones cinematográficos y cuenta con algunos premios literarios juveniles. Estudiante de Comunicación Audiovisual, ha trabajado en cine como meritoria y auxiliar de dirección.
ruselina[at]telefonica.net

IMÁGENES ARTÍCULO: Mel Gibson Cannes 2011, Georges Biard [CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons | (Portada) Mascarón de Kinich Ahau, By Aguilardo (Own work) [CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons


🎬 Otros artículos de cine en Almiar: Che, guerrilla (Pedro M. Martínez) ▫ Watchmen, (Guillermo Ortiz) ▫ Joyas del cine documental: Cuando éramos reyes (Guillermo Ortiz) ▫ Superman Returns (Alicia Albares) ▫ Lost in Translation (Guillermo Ortiz)

Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 32 (febrero-marzo de 2007). Página reeditada en septiembre de 2022.

Sugerencias

Triana

Triana, rock andaluz (artículos y letras de canciones)

enlace aleatorio

Enlace aleatorio