De monopolios, soliloquios  y otras sandeces
(Reflexiones de un ciudadano a su pesar)

Xavier de Tusalle

Pues sepan vuestras mercedes que soy un usuario de Windows Vista, qué cosas, y me han subido las dioptrías. Debe ser el arte de la casualidad.

Y les contaré el portento.

Todos estamos sometidos a la segunda ley de la termodinámica, la entropía, que por designio natural nos somete a la vejez y la estulticia, al desamparo y la decrepitud.

El Todopoderoso es ya muy viejo, no es tarea fácil vivir eternamente. Por eso, el señor Gates ha decidido probar suerte. Y como xp estaba en plena madurez, Bill dijo: Hágase el Vista. Y vio. ¿Qué es lo que vio? 52 millones de líneas de código para juguetear con los usuarios, inocentes contenedores de la necesidad contingente.

¡Palabras mágicas! Me voy a comprar un ordenador nuevo. ¡Qué maravilla! La tecnología avanza que es una barbaridad. Sistemas prácticamente perfectos, sin cuelgues ni chocheces, inteligentes y sibaritas, vistosos, muy vistosos. Bill dijo: ¡Ya está! El próximo se llamará Windows Vista. Será tan bueno que pasará por imprescindible y lo colocaré de serie en todas las marcas disponibles.

Y así fue, la luz se hizo disponible y la vista apareció, mostrando su contundencia.

—Buenas —le dije al comercial—, quiero comprar un portátil último modelo con la última versión de xp.

—No hay. Ahora tenemos el Vista.

—¡Qué interesante! No me ponga las cosas difíciles, soy un profesional y sé lo que quiero. Cuando una cosa de Microsoft funciona medianamente no admito riesgos inútiles.

Empecé a mirar equipos. Y los miré bien. Todos estaban en el asunto del Vista, ¡eran videntes!

—¿Qué puedo hacer? —le dije al comercial.

—Comprar y esperar un año para que el sistema funcione.

—¡Oh, maravilloso! Si no le importa necesitaría que funcione ya mismo, es decir, desde el mismo momento en que empiece a utilizarlo. ¿Eso constituye un problema?

—Estamos hablando de Microsoft, señor cliente, podría haber sido Supersoft o Megasoft, pero no, es Microsoft y eso quiere decir que las cosas van lentas.

—Ya veo, no tengo opción, iré al oculista y como no tengo más remedio me compraré un ordenador nuevo con un sistema operativo nuevo, ¿puedo elegir?

—No, usted es un consumidor, sólo puede elegir lo que se le dice que consuma.

—¡Ah, ya veo! Esto es como la política; en la política los sistemas operativos también funcionan con mucha vista. O giras a la derecha o a la izquierda, que para el caso es lo mismo. A esto se le llama democracia. Es sumamente gracioso. ¿No hay sistemas intermedios?

—Sí, pero no están operativos; son cosa de ficción.

—Yo soy escritor.

—Bien, escriba 52 millones de líneas de código.

—No, escritor de ficción.

—Entonces…

Entonces busqué y busqué y busqué, y me encontré con la cienciología y la cerveza. Fue muy sencillo.

—Póngame otra caña —le dije al camarero—, y dígame lo que le debo.

—Doscientos euros.


—¡No jodas! ¿También están utilizando la cebada para hacer biodiesel? ¡Joder! No dejan quietas las cosas de comer.

—Perdón, es que la máquina registradora usa el nuevo sistema operativo y…

—¡Ya! No me lo diga, ¡tiene mucha vista!


Sepan vuestras mercedes que la libertad es una entelequia que manejan a su antojo los programadores del sistema operativo que llamamos… ¿Estado? ¿Vida? ¿Sociedad? ¿Democracia? ¿Religión? Ellos se frotan las manos y hacen cuentas mientras los usuarios toman copas, miran la televisión y votan mecánicamente las múltiples opciones del sistema. Dos. Es decir, una: rentabilidad.

La Revolución francesa se ha convertido en eso: Igualdad, Fraternidad y Rentabilidad.

Todos ellos tienen mucha vista.

Lo llaman globalización y alardean de haber bajado de los árboles hace mucho tiempo mientras se dedican a masacrar los bosques. Todo lo que hacen, lo hacen con mucha vista. Se reúnen en Bilderberg (consultar) y se pasan la democracia por el forro porque saben que no existen ciudadanos, sólo consumidores sometidos a la segunda ley de la termodinámica.

Me he comprado un ordenador nuevo y me ha dado mucho que pensar, claro que yo todavía pienso. La palabra clave es obsolescencia. La renovación continua para que el sistema consumista impere y engorde. Y, a ser posible, engorden siempre los mismos. Con el nuevo sistema operativo mejor renovar todo el mobiliario, todos los periféricos —lo quieras o no— y luego decir: estoy a la última.

Cuando quise conectarme a Internet con mi nuevo sistema operativo —es decir, el impuesto, el de ellos— pude comprobar que nada funcionaba. Llamé a mi operador y le dije:

—Internet no va, no funciona el modem, ¿qué hago?

—Busque controladores.

Pero no hay controladores.

—Bien, podemos venderle el último router…

Yo le compré a Telefónica el último router, pero protestando, diciendo que me iba… Pretendían cobrarme ochenta y pico euros.

—Está bien, no se vaya, le cobraremos treinta y tantos, como si acabara de llegar…

Me enviaron el jodido router con un disco y una carta que decía: «Este router no funciona con Windows Vista».


Después de todo el sistema no tiene tanta vista como pretende y al usuario se le trata como si fuera una auténtica basura. ¿Qué hacer?

Acude a las oficinas del Gobierno de España (tachán), te verás de nuevo en el siglo diecinueve, ¿recuerdas? José de Larra, Vuelva usted mañana

Zapatero a tus zapatos, todo va bien…


Pues sepan vuestras mercedes que soy un usuario de Windows Vista, qué cosas, y me han subido las dioptrías. Debe ser el arte de la casualidad.

Y ya les he contado el portento.

Juzguen por sí mismos.

*****
Nota de última hora:
Hi Bill,
pay, take the Money and run. You are a good boy, so change your mind.
Best regards.


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XAVIER DE TUSALLE
es escritor, Presidente de CiÑe y Editor de Mandala & LápizCero (www.circuloindependiente.net)


Artículo publicado en Revista Almiar en 2007. Página reeditada en diciembre de 2022.

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