Solares Vacíos
Samuel Carreño
Gallego
Sin más
ímpetu que el impuesto por los minutos, y el ansia de no perder
sólo el tiempo, tengo un día por delante, en el cual no voy a suplicar
un segundo puesto en el trono de los injustos.
Sí, yo también quise ser importante, yo también
tuve sueños secretos, en los que hacía de mi vida un éxito inconfesable,
de esos que hacen que los hombres no tengan pudor en dar por supuestos
sus enemigos. Yo también soñé, pero me quedé dormido en el día de
mi triunfo, y las medallas y los tambores quedaron desiertos, y dieron
mis laureles a un injusto triunfador. Tan grande e injusto, que yo
mismo formo parte de su éxito, siendo también su enemigo.
Nunca quise que los días se impusiesen a mi voluntad,
ni que los caminos que prefiero estén cortados por señales de peligro.
Siempre he querido ser el dueño de mis propios fracasos, y algún día
quiero que mi éxito sea sólo mío, aunque los laureles siempre se comparten,
uno te los pide prestados «sólo será un momento» y... ¿cómo le vas
a decir que no? Luego se los van pasando entre ellos... y acabas llegando
a casa con una resaca más deshonrosa que su pérdida. ¿Qué importa?
Si eres el triunfador y a nadie le importa el aspecto más o menos
lamentable que tenga un triunfador.
Pero... en el momento de subirme a este tren...
en ese momento no me importó el destino, mi única decisión fue subirme,
a partir de ese instante vendí parte de mi vida a quien sepa dirigir
las vías y quiera decirme cuál es su fin.
Sé que el viaje no es aventura de un día, y que
el camino a mi espalda está desapareciendo. Y mientras estoy aquí,
sentado, aparentemente ajeno al movimiento, está cambiando el curso
de mi vida y los paisajes que se cruzan hacen que no vea igual la
luz, los colores, la lluvia... el ruido desaparece, llega a mí tu
melodía. Chirrían los dientes, no, las vías, cadencia de un cambio
que deciden otros; un cambio de vías, he dejado la infancia en vía
1. Pasamos la estación de la Desidia, nunca llegué a cruzar sus fronteras
y ya estamos cerca de una tierra no conocida en mis días.
Traspasamos un túnel, por debajo del Alto del
Miedo, que nunca me atrevería a escalar y... sin esfuerzo, en un momento,
puedo ver lo que hay al otro lado, el otro lado del miedo... creado
a los ojos de un niño; sin ti nunca lo habría conseguido, y fue tan
fácil.
Olores nunca imaginados inundan los vagones...
y están tan llenos de vida... que ni el tabaco que apuro, reminiscencia
de mi tierra, puede liberarme de su presencia.
«Tren con destino Sin Días va a efectuar su próxima
parada en Solares Vacíos».
Es la mía, no llevo equipaje, no lo necesito
si no pienso volver. Me dirijo a la puerta, mientras veo los primeros
trazos de mi nuevo hogar, una tierra por crear, en la que no me imponen
ni opción ni pensamiento.
Coge mi mano pequeña, traspasemos juntos la puerta,
más allá del miedo, lejos de los días en que no existía tu aliento.
¿Sabes? Nunca habría subido al tren sin tu sonrisa... nunca, sin mí,
habrías sabido de su existencia. Este es el último tren de mi vida,
el resto del camino pienso hacerlo andando, no quiero llegar muy lejos
de nuestra tierra.
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CON EL AUTOR:
pupurhey[at]yahoo.com.ar
ⓘ Ilustración relato por
Pedro Martínez
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