Sujeto
Adolfo
M. Vaccaro
Bajo un cielo gris,
rebasado por el espesor de la vida, Sujeto camina todas las mañanas
las mismas sendas programadas. Y aunque no quisiera, bien sabe que
Rubén Parada jamás responde a sus deseos, prefiriendo encallecer sus
pasos antes que aceptar una orden suya.
Sujeto, entra al bar de siempre.
Solicita el cortado acostumbrado, mientras la ventana muestra el transcurso
de cada instante del pasado. Aquel escaparate conoce que lo que es
testimonio de curiosidad, ingresa velozmente a ser tragado por el
consumo irremediable de lo que termina de suceder. Sujeto, sorbiendo
el primer trago del humeante pocillo, lleva su palma a la derecha
de su cintura, sabiendo que Pepe Vesícula le entrega el primer saludo
jugando malabares con las piedras. La frase repetida en silencio no
se hace esperar, y otra promesa volverá a disipar la solución urgente.
Total, Pepe, es uno de los pocos referentes honestos que le permite
seguir aceptando su existencia.
Jorge Mirada, sujetando el pezgo
de sus bolsas, lo incita a contemplar el irreal accionar de la indiferencia,
dónde el álgido movimiento lo aparta de su insistente coalescencia.
Solamente, cuando las márgenes del proscenio iluminan hacia dentro,
el deambular de las ideas interrumpen la parodia actoral tangible.
Lo mismo ocurre cuando, dejando los espejuelos enmarcados sobre la
mesa de luz, penetra al plasma onírico, otorgándole a la rutina insoportable,
un remanso de piedad y fantasía. Y aunque la memoria lo traicione
al siguiente día, no interesa. Él intuye que algo de bueno debe haber
acontecido.
Recuperando la taza a medio beber,
un punzante malestar le da la bienvenida a Jacinto Cuore, amigo permanente
de batallas inconclusas, flameante expositor de trapos blancos entre
fracaso y resuello. Fiel mentor de tropiezos recurrentes y hacedor
del compendio ineluctable. Y otra promesa volverá a disipar la solución
urgente.
Alberto Manos, le sugiere abrir
su agenda de todo lo que allí figura como negado. Algunas anotaciones
y números telefónicos, le comentan anécdotas de ausencia. Una visión
de gotas sin sentido, van diluyéndose sigilosamente en el marco inferior
de la húmeda ventana. La reacción despabila a Manuel Conciencia, advirtiéndole
que está lloviendo fuera del entorno, aunque Sujeto siga percibiendo
el frío del aguacero en su piel. Él conoce muy bien a Manuel, es como
una gran parte de su entender pragmático y... a veces, emocional.
Recuerda que en varias oportunidades le dio prioridad, confianza,
haciéndolo depositario del tiempo de la ética, de la paciencia, de
la justicia, de la tolerancia, del sentido común y del amor… sí, también
del amor, a pesar que Ramón Inconciencia, su hermano invertido, siempre
habitó en las antípodas, trasgrediendo principios, objetos y fundamentos.
Será por eso, que Sujeto transcurrió la vida en intermitencia.
Alberto Manos, cerró la agenda.
Sacó el billete de un bolsillo. Sumergió a Sujeto en su piloto. Despidió
al mozo con saludo desganado. Abrió la puerta del bar y dejándose
llevar por el pluvial torrente, ingresó a la alcantarilla de otra
muerte repetida.
________________________
CONTACTAR
CON EL AUTOR:
amv[at]fibertel.com.ar
Página
web
De este
autor puedes leer, también. los relatos:
El Vicio y la Virtud;
La Bolsa, un cuento argentino y
Blanco
Encalada y Ciudad de La Paz.
- ILUSTRACIÓN RELATO:
Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
|