La coartada
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Anitzel Díaz
Ana Paula Martínez, nació en
un hogar sin amor, donde el padre odiaba a la madre y la madre
sólo vivía para el padre. Ella creció con la conciencia de ser la
causa de todos los problemas de su hogar. De que el padre la quisiera
más y descuidara a la madre. De que el hermano se sintiera relegado
en un rincón. Tenía la responsabilidad de ser la consentida de la
abuela, la luz de los ojos del abuelo. Tenía la pena de cargar con
golpes e insultos, con besos y abrazos. Su madre, la distinguida señora
de Martínez se había enamorado perdidamente de su padre Joaquín Martínez.
Le bastó escuchar su voz a través del auricular para darse cuenta
que daría la vida por ese hombre que no hablaba con ella más que para
dar el parte del día. Desde ese momento, decidió que ese hombre sería
suyo a pesar de todo y de todos. Y lo persiguió y se apretó a él y
se casó y tuvo dos hijos de él. Todo esto en contra de la voluntad
de Joaquín Martínez.
Durante algún tiempo
Amelia sólo fantaseaba con su voz. Se imaginaba este hombrazo grande
de ojos negros que llegaría y la haría feliz el resto de su vida.
Así se dedicó a perseguirlo hasta que lo consiguió. Fueron muchas
las veces que Amelia se metió en su casa, en su coche, en su cama.
A todos los hombres les
gusta un poco de atención y Joaquín se sintió halagado con tanta atención
de la Señorita que había visto de reojo en ese viaje que hizo cuando
se graduó de la universidad. No sabía que Amelia lo tenía todo preparado,
ese sería el viaje en que se quedaría con su hombre. Tuvo a bien arreglar
todo para que sus asientos quedaran juntos, para que le diera un ataque
de pánico cuando el avión tuvo turbulencias, cuando se le cayó el
refresco sin querer y finalmente cuando nadie fue por ella al aeropuerto
y él tuvo que compartir el taxi.
Joaquín tenía una novia,
a la que ha querido siempre, y la que no sabía lo que Amalia preparaba
para quitarle al novio.
Tuvieron una breve aventura
en esa ciudad de ensueño y edificios viejos. Joaquín, que nunca había
rechazado un buen polvo, no lo haría ahora. Satisfechos regresaron
cada uno a su casa, Joaquín solo, Amelia con un acompañante.
Fue mucha la congoja
y los gritos en casa de los Pérez cuando se supo que la niña estaba
embarazada, y nada menos que de un pelele que trabajaba con ella.
La madre para salvar la honra de la familia se lanzó a la casa de
aquel barbaján que casi había violado a su pobre niña para exigirle
que se casara con ella.
Amelia no había sabido
nada de él desde su regreso, ni siquiera contestaba ya el teléfono,
había renunciado a su trabajo. La verdad es que se había ido a pedir
la mano de su noviecita santa de toda la vida y había decido irse
a vivir a provincia. Poco sabía él de esa mujer con la que se había
acostado y a la que le había hecho un hijo, de no ser que estaba enfatuada
con él y se le había metido entre ceja y ceja que él era suyo. Así
se lo hizo saber cuando por fin lo encontró a siete horas y tres pueblos
de la capital. Así se lo hizo saber cuando Joaquín le dijo por fin
que tenía novia y que no podía casarse con ella. Así se lo hizo saber
cuando Amelia se bajó del coche aún en movimiento gritando como una
loca que si él no se casaba con ella «se mataba». Así se lo ha hecho
saber por treinta años que llevan juntos.
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ANITZEL DÍAZ.
Autora
mexicana (1974). Textos suyos han sido publicados en las revistas
Etcétera y Letras Libres.
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anitzeld[at]yahoo.com
ILUSTRACIÓN RELATO: Budapest, fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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