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Novia de nadie
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Carlos A. Ramírez Magán

Fue el mes de diciembre cuando nunca más regresó. Muchos dijeron que el desierto y la soledad fueron los únicos elementos que pudieron enterrar al pobre de Leo.

Eligieron el último mes del año para cristianizar la unión de sus vidas. Esa vida entre Rosaura y Leo que llegó a nacer súbitamente, logrando convertirse en poco tiempo en uno de los amores más intensos y apasionados que pudo conocerse.

A ella le gustaba despertar casi cuando el sol aparecía sobre el vidrio de su ventana, sólo le agradaba llevar un par de trapos encima para salir de casa. Era sublime verla pasar sin gota de pintura cogida de la mano de Leo.

Sus besos sabían a rosas de mar, y su bella sonrisa era como sacada de un cuento de reinas. Era una sensación ver su fino rostro a kilómetros de distancia y quedar siempre satisfecho.

Vivieron deprisa, eso está claro, pero además vivieron siempre en contra de la corriente, opuestos a todo lo bello que la vida les quiso ofrecer en el camino.

En tan sólo cinco meses llegaron a convertirse en los novios más felices sobre la atmósfera, pero dolorosamente sólo llegaron a eso, ahora, él ronda su casa como queriendo proteger a las personas que siempre amó y seguirá amando. Así es el amor, va más allá de esta vida.

A pesar del poco tiempo que estuvieron juntos, ambos llegaron construir sueños y alegrías, luego, a ella le quedó reinventar el destino a su manera, ya no había caminos por recorrer, las estrellas se apagaron de su vida para siempre, no valía la pena retroceder ni pensar en el ayer. Sólo la vida que protegía su vientre llegó a convertirse en su único consuelo y adoración durante el resto de su existencia.

Después de saber que ambos se convertirían en padres por primera vez, ambas familias decidieron que el fruto que estaba por venir tenía que nacer dentro de una digna familia. Forzar y haber exigido un matrimonio en sus noveles vidas los mató interiormente, no les quedó otra opción que decir a los cuatro vientos que la idea del matrimonio estaba revoloteando sus jóvenes percepciones, así lograron salvar la injusta presión que los estaba matando día a día.

La factura que les tocó pagar fue injusta para cualquiera. El destino les aguardaba una ingrata y fatal sorpresa una tarde de jueves. Leo nunca más regresó, la línea roja traspasó, convirtiéndose en su pecado mortal.

Muchos dijeron que enseñarle una fotografía de su futura esposa al «Perro» hizo que ese desgraciado maquinara en pocas horas el asesinato a sangre fría.

Sólo en un desfigurado corazón pudo brotar tanta envidia, maldad e ira para haber fecundado tan aberrante y terrible hecho.

Sobre un charco de sangre encontraron a Leo boca arriba con la mirada perdida y su viejo pantalón que en su billetera dibujaba un corazón que decía: tú y yo. Ese maldito le tronó tres balazos en el pecho y lo abandonó retorciéndose de dolor en medio de una desolada calle de Magdalena.

Pedir prestado unos fajos de dinero para demostrar a su nueva familia que no era un vividor y que podía celebrar la mejor recepción a su amada Rosaura le salió caro.

Recuerdo que Leo, cada vez que asomaba por la casa de su querida, tenía que dar miles de vueltas para armarse de valor y tocar esa maldita puerta. Siempre tenía que decir a esa fachosa familia que poseía más que un cobre en los bolsillos que ofrecer a la linda Rosaura. Qué injusto fueron con el pobre Leo. Ahora es tarde para lamentaciones.

Al maldito del «Perro» se lo tragó la tierra hasta la fecha, se borró del mapa ese desgraciado. Aún sigue dando tristeza lo ocurrido y es cosa de valientes recordar esos funestos momentos.

Fue en el último encuentro entre Leo y el «Perro» que ocurrió el sangriento hecho. El matrimonio tuvo que suspenderse de un momento a otro, casi nadie llegó a saber los reales motivos de la abrupta cancelación, pero supe que los murmullos y las historias que se tejieron alrededor llegaron a ser más fatídicos que el mismo hecho real. Qué intrépidos y listos somos al reinventar en nuestras ladinas mentes un trágico final.

Muchos aseguraban que este matrimonio sería el casamiento del año, no sé por qué Santiago nunca llegó a creer que tanta grandeza podía ser real en una noche de bodas.

Ahora entiendo por qué su amigo tenía esas tétricas visiones nocturnas con la novia, con la novia de nadie, que le quitaba el sueño cada madrugada de primavera.


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CARLOS ALBERTO RAMÍREZ MAGÁN (Lima, 1977), es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Diseñador Gráfico Publicitario; ha trabajado como redactor periodístico en diarios y revistas.

Web del autor: http://www.carlosramirezm.com/

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- ILUSTRACIÓN RELATO: Novia 002, By Veronidae (Own work)
[CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/
by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.