El otro lenguaje
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Estrella Seoane
Puntual como cada jueves
me estiro en el diván. El doctor pulsa el botón «REC» de la grabadora:
«Estoy en una oficina pero no es de
la época actual... por el mobiliario diría que es de los años 40 ó
50. No hay ordenadores, sólo una máquina de escribir negra y un teléfono
de baquelita. Debe ser tarde porque por la ventana entra la luz de
la calle y ya no queda nadie trabajando. Reina la oscuridad y el silencio,
excepto en nuestro despacho.
Sentado frente a su mesa está mi jefe
y me pide documentos de tanto en cuando. Yo estoy de pie frente al
archivador, solícita. Me equivoco de dossier y él se levanta a devolvérmelo.
Siento su aliento en mi cuello. Me giro
y me besa. Nuestras lenguas juegan con lascivia. Sin soltarme ni darme
tregua, tira todo lo que hay sobre la mesa y me tumba encima. Sube
la falda del vestido y me lo quita. Rasga mi ropa interior. Desnuda
abro mis piernas y lo rodeo con ellas. Él muerde mis labios, besa
mi cuello, chupa mi oreja, moldea con sus manos mis pechos. Mis pezones
se endurecen. Tienen vida propia.
Su cuerpo repta sinuoso dibujando mi
cuerpo. Alterna suaves mordiscos y besos. Coloca su cabeza entre mis
muslos. Lame mi ombligo. Separa los labios de mi vulva y masajea mi
clítoris con dedos de experto. Tiemblo. Succiona la humedad de mi
ser. De mi boca gemidos felinos. Arqueo mi espalda. Estoy a punto
de estallar. Estoy a su merced... —No aguanto más, penétrame— ronroneo,
y él se separa de mí apenas unos instantes para embestirme enérgico,
llenando mi vacío con su todo.
Nuestros movimientos son salvajes. Sincronizados
movimientos primitivos. Volvemos a la esencia. Somos origen.
Quiero mirarle a la cara, pero no me
deja. Me revuelvo, intento atrapársela, pero no puedo. Lucho sin cesar.
Un cuerpo contra otro cuerpo que ya no es su cuerpo sino miles de
tentáculos resbaladizos. Un ser gelatinoso que me llena de babas.
Yo soy su presa y él un calamar gigante liberando de mí un torrente
de flujos salinos. Enérgica lo intento de nuevo y logro sostener entre
mis manos su rostro por un momento... Al verlo grito. Y grito porque
soy yo. Pero no el yo que está debajo sino otro yo, es decir una mujer,
otra mujer...».
Miro
interrogante a mi psicoanalista.
—Bien,
bien..., bueno, veamos. El espacio de la oficina es usted, la zona
que aparece oscura es la parte de su «yo» que desconoce...
Desconecto,
no me interesa su análisis. No me importa lo que soy o dejo de ser.
En la recámara el proyectil de otra pregunta se dispara:
—Doctor, ¿por qué los orgasmos son más
intensos en los sueños?
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ESTRELLA SEOANE es Licenciada
en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona.
esseoane(at)yahoo.es
Ilustración relato:
Teléfono antiguo, By Frobles (Own work) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)
or CC-BY-SA-3.0-2.5-2.0-1.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)],
via Wikimedia Commons.
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