La puerta número seis


Enigma
(Obra de Guillermo Bello, pintor
y fotógrafo cubano) - Web del autor:
http://www.girazul.com

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Cruza esta puerta y...
escribe



TEXTOS PUBLICADOS: Carmen López León · Ana Márquez · María A. Moreno · Esther Zorrozua · Misteri · José Romero · Pilar Bamba · M. Begoña Herrero · Consuelo · Riforfo Rex · Laura Massolo · Issa M. Martínez Llongueras · Antonia de J. Corrales Fernández · Ydur · María del Carmen Guzmán · Edgardo Massera · Zuly Rivas · Adriana Serlik · Navalmo · Reyvaj · Mauricio R. Vidal · Edgar · Ivanla · Francis de Borja · Cecilia Ortiz · Leyre · Yahlia · Tere Sempere


Esa puerta sólo podía existir en los sueños. Y allí estaba, delante de mi, como están los objetos en los sueños, fuera de todo contexto identificable, sin que parecieran pertenecer a ningún edificio en particular, flotando en una neblina que se diluía en blancos.

Me obsesionaba la columna partida de la izquierda, el que se soportara prendida del capitel a pesar de que parecía formada por una compacta mole de mármol.

Los seis batientes permanecían cerrados, aunque yo sabía que, como sucede en el sueño, podría atravesarlos fácilmente con sólo acercarme y decidir traspasarlos.

Sin embargo, la fascinación que ejercía no se debía a lo que pudiera haber detrás. Sabía de sobra que si cruzaba aquel umbral, habría salido de este sueño para introducirme en otro, y yo quería permanecer todavía en este, delante de aquella puerta, deteriorada, enigmática, inquietante.

Creo que me despertó el foco de una linterna sobre los ojos y tomé conciencia de nuevo de la realidad del secuestro junto a dos compañeros y del zulo en el que llevaba confinado no sabía cuánto tiempo.

Me hablaron de un juicio popular al que iba a ser sometido y me encontré entre la niebla exterior ante seis encapuchados. A la derecha, en pie, me contemplaba mudo, pálido y frío uno de mis amigos, a la izquierda, pude ver con espanto como pendía la cabeza del otro.

Avancé lentamente y, como en el sueño, supe que podía pasar a través de los encapuchados. Entonces sonó el disparo. Comprendí, en ese instante que detrás de las seis puertas estaba la eternidad.

Carmen López


El alma debería ser de mármol como las puertas de algunas viejas Casas Consistoriales. Debería tener columnas para resistir ciertos embates sansonescos con el despecho marmóreo de los edificios invencibles. Si el alma fuera de mármol quizás las llamas del dolor sólo le chamuscarían la madera de entrada, pero no la convertirían en cenizas, como a ésta mía, reducida a polvo... enamorado, sí, pero vencido.

Ana Márquez - orual16[at]hotmail.com


Al lado de la puerta herida la esperé mucho tiempo, hasta que se hizo la noche. Tardé en comprender que no vendría, que me había mentido, que no me permitiría amarla más. Olía a jara y sabía a desconsuelo.

Apoyada mi espalda en la columna recordé sus besos traidores y sus desleales palabras, ella se debía a otra vida y yo, a sus besos y caricias falsas. Las estrellas se habían colgado del techo negro del cielo y el aire traía un recuerdo de arbustos silvestres y fracasos amargos.

Nos citábamos en la puerta dañada para querernos. Yo no sabía entonces que ella sólo se prestaba y no se entregaba jamás. Cuando no acudió a la cita, yo me fui. Ya no estoy, aunque todos puedan verme. He huido de mí mismo para no recordar que ella me ha abandonado. Me oculto tras esta máscara sonriente, pero soy mentira. Me he perdido de mí mismo y no quiero encontrarme, es más fácil así. Es menos doloroso que comprender que ya no me quiere, que me abandonó. Huelo la pena, saboreo los amargos desengaños. Aquí, al lado de la puerta magnífica, humillada en el tiempo.

María Antonia Moreno Mulas - amormul35[at]hotmail.com


¿Cuándo había atravesado aquella puerta por última vez? Isabel hacía más de treinta años que sólo la veía desde el otro lado, desde el interior.

La enviaron al convento con catorce años. El día que atravesó aquella puerta el mundo se cerró para ella. A partir de entonces, el claustro, la capilla, el refectorio y la celda fueron todo su territorio. Nadie le consultó, nadie le dijo lo que sería su vida en adelante.

Pasaron los años lentos, perezosos, monótonos, sin pena ni gloria.

Pero una mañana Isabel se despertó en el camastro de su celda blanca con una inquietud. Se levantó con sigilo y, mientras todas sus hermanas de fe dormían, bajó descalza hasta la puerta para acariciarla con sus yemas vírgenes desde el interior, preguntándose qué habría fuera, la clase de transformaciones que habrían sufrido la puerta y el mundo desde la última vez que ella los vio.

Desde ese día, todos los amaneceres repite el ritual para combatir el desasosiego que ha anidado en ella como un ave de mal agüero.

Esther Zorrozua - esther_zorrozua[at]euskalnet.net


Viejo caserón de provincias, venido a menos como el honor, como la fortuna, como la gloria.

Pasaron ante tu puerta noble y artesonada, ejércitos, desfiles, comparsas y a todos sonreías.

Se refugiaron tras tus portones, hoy carcomidos y desvencijados, cómplices del amor, parejas secretas, hijos del escándalo.

Te mantuviste firme ante reyes, repúblicas y anarquías, y hoy, el tiempo, solo el tiempo, ese que nos iguala en el espacio, a lo largo y a lo tendido, pudo contigo.

Perdiste la pierna que te sustentaba y hoy eres un inválido vidente, asomado en tu ruina a los nuevos reyes, las nuevas repúblicas y los nuevos comparsas, esos que serán eternos, ante el tiempo, ese que nos sigue igualando ante los fantasmas que nos contemplan, a lo largo de ese espacio en la nada, que llamamos vida.

Misteri - yallegue2002[at]yahoo.es


No mires interrogando en vano mis heridas, nada nuevo te van a revelar, como tampoco el triste vacío de mi memoria, ni el plomo que lastra sin lágrimas el iris de mis pupilas, mira esa puerta cerrada y amputada por todas las soledades e injusticias que han transitado por estas calles durante todos estos años de derrota, ella te dirá en su sepulcral silencio de la terrible verdad que nuestra condición esconde.

Detrás de ella habito en un tiempo sin necesidad de memoria la biblioteca, y en ella, cientos, miles de anaqueles repletos de libros con los que remendar tantas cuantas fuesen las dudas, de curarnos de tantos cuantos fuesen los dogmas y vanas esperanzas.

Seis por seis treinta y seis, la bestia baraja una y otra vez su siniestra cifra. En ese tiempo aún se abría todos los días sus seis batientes nacarados de dignidad y lucían señoriales y pulidas sus hoy mancilladas columnas. Pero un amanecer todo se desquició a su alrededor, se quemaron los libros, se asesinaron a los poetas, se hizo como el agua necesaria la memoria, y se cerraron en un otoñal lamento sus hojas tras la infamia de una improvisada mazmorra.

Y hoy, son muchos, demasiados los que rehuyen mirarla para no verse en el ajado azogue de su estampa mancillada.

José Romero P-Seguín - alfonsep[at]terra.es


¿Qué nos espera detrás de esa misteriosa puerta? La vida, entramos en ella sin saber lo que va a ocurrir y mientras vamos paseando por las diferentes estancias, vamos conociendo esa casa que es nuestro propio camino.


Esa casa crece, cuando con nuestro espíritu la alimentamos y aunque la puerta se ha cerrado al entrar, en algún momento se vuelve a abrir, para dejarnos salir hacia el universo.

Pilar Bamba - p_bamba[at]yahoo.com


Cada vez que paso por allí, acaricio sus tristes puertas abandonadas. Se les cae la pintura que es parte de su piel, a causa de esa lepra que el tiempo y el olvido cultivan bajo sus poros. Tan sólo veinte años atrás se abrían al público cada tarde, cada noche estelar, para ofrecer el mejor teatro clásico, sobre la tarima reluciente, mirando al patio de butacas rojo de terciopelo. Aplausos y vivas retumbaron durante décadas en los palcos y bajo las bóvedas de artesonado. Allí nacieron y crecieron los mejores actores y actrices de una época inolvidable, y yo, ansiosa de pisar su larga y ancha alfombra rosa, cada vez que salía del colegio, me paraba junto a sus dóricas columnas, que se mantenían en pie, orgullosas de soportar el peso de la cultura, las miraba, sonreía, y soñaba con terminar la infancia para que se me abrieran sus puertas y recitar mi primer poema, aunque sólo fuera entre bambalinas.

M. Begoña Herrero - ameliazheller[at]hotmail.com


La conozco muy bien esa puerta; se encuentra junto a la iglesia. Allí estuve durante horas y horas, sentado en el umbral esperando una limosna que tardaba en caer de los bolsos elegantes de las señoras que iban a misa. Allí pasé hambre, frío, calor, sed. Hasta el día en que se decidió renovar el barrio y derrumbaron la vieja casa... y su puerta.

Pero hasta hoy no dije a nadie que cuando empezaron las obras encontré, detrás de la columna rota, un cajoncito de madera carcomida que contenía unos puñados de monedas antiguas; las vendí poco a poco y me compré ese carrito. Y ahora desde los primeros días de sol me podéis ver aquí, delante de la iglesia, vendiendo helados a los turistas que vienen a visitar la ciudad y les cuento que antes había aquí un viejo caserón con una puerta muy alta y una columna rota.

Y en mis recuerdos la puerta no es color de madera sino color de oro.

Consuelo - ssab568005[at]aol.com


A la boca le faltaba un diente. Por eso la facultad de filosofía era llamada «la desdentada». Era como un anciano lobo feroz que sólo daba lástima. Los viejos profesores que cuidaban primorosamente de aquel viejo animal nos recibían casi con lástima. Nosotros, jóvenes impetuosos, rebeldes, raros en nuestra especie, entrábamos intimidados: la universidad ¿era esto? Quedábamos mirando a los alumnos de cursos superiores que caminaban encorvados por los pasillos, cargados de libros, sin prestarnos atención.

—Bienvenidos muchachos —decía el decano aparentando muy mal un tono de jovialidad. Y con un gesto que se nos volvía siniestro nos señalaba hacia la boca desdentada y a la oscuridad que reinaba dentro.

Riforfo Rex - rperez[at]dis.ulpgc.es


CADA DÍA

Ya escribimos las cosas, la minuciosa hecatombe de los ojos que adivinaron formas y sustancias.

Escribimos nervaduras. Escribimos el embrollo de los átomos y la voz que organiza vibraciones para decir el viento, la marea, el hijo, las figuras.

Todo tuvo una palabra.

Y cada día se parece al punto que corremos con la excusa de querer decirlo todo, a la línea final que se desplaza debajo de las noches o de algún presentimiento.

Hoy, por ejemplo, vemos la primera plana de los diarios adornada con el humo plácido de los bombardeos.
Cuando la mano se desate del horror buscaremos más palabras aunque sean inútiles.

Laura Massolo - lauramassolo[at]yahoo.com.ar


Estoy aquí, tras el enorme portón completamente sola, recluida. La mansión es el símbolo de mis antepasados y su herencia. Herencia maldita que me obliga a permanecer confinada. Mi único momento de paz, es cuando transito por estos bellos jardines, entre los acirates de carbúnculas rosas que no hacen más que recordarme mi falta de amor y el dolor eterno al haberte perdido.

¿Por qué tenías que haber entrado en mi habitación aquel día, amor mío?

Recuerdo tan vívidamente el horror en tu rostro, el pánico de tu mirada y la sangre que manaba de tu yugular, cuando mis colmillos desgarraron tu masculino cuello, el que tantas veces recorrieran mis besos. Desde entonces, vida mía, tras haber dado sepultura a tu amado cuerpo, me he negado a salir de aquí, no quiero que gente inocente corra la misma suerte que tú. Aquí subsisto con los comestibles que cada semana me llegan del pueblo. Hoy te recuerdo más nítido que nunca, porque hoy, como aquella noche, la luna llena vuelve a ser testigo de mi maldita herencia.

Issa Marcela Martínez Llongueras - ceramica65[at]yahoo.es


Hacía años que no sabía nada de él, sin embargo supe que el cuadro era suyo nada más verlo en la exposición. Aquel óleo era la representación exacta de una de las puertas que inundaban los soportales de la plaza del pueblo. Pero no fue eso lo que me produjo desasosiego, sino el comprobar que era una copia más del único dibujo que Jaime, en su adolescencia, repetía con insistencia en cada trozo de papel en blanco que encontraba; en las hojas de los exámenes, en la pizarra, sobre el vaho de los cristales... Aquella fijación por una de las partes del pórtico fue, según los médicos, el detonante para que su enfermedad diera la cara. Su obsesión en repetir el dibujo una y otra vez unida a la omisión de parte de uno de los capiteles fue lo que le dio el calificativo de enfermo mental y le obligó a seguir un tratamiento que se lo llevó del pueblo para siempre.

Años más tarde, el pórtico se desplomó, nadie encontró una explicación lógica al derrumbe que, misteriosamente, sólo afectó a esa parte de la porticada y que segó la vida de dos vecinos. En la exposición nos vimos, sólo cruzamos unas palabras: «Me alegra verte. ¿Te enteraste de lo que pasó con el soportal?» Dije mirando el cuadro. «Estar loco es más seguro y más racional que ser vidente, ¿no crees?», contestó señalando otro de los cuadros de la exposición.

Antonia de J. Corrales Fernández


De pronto me encontré con otra puerta, como tantas otras estaba cerrada, pero ahora al final de mi vida, debía intentar abrirla, mi miedo fue siempre que tras aquellas puertas estaba el fin, ahora qué importa, pues el fin es inevitable y ahora me doy cuenta que las puertas solo son para ser abiertas, así que entraré a ese mundo y ya no tendré miedo a morir, la puerta se cerrará detrás de mi y la muerte se quedará afuera, vencí a la muerte viviendo mi propia vida.

Ydur - resuark[at]hotmail.com


La vida está llena de puertas. Unas se abren al olvido y otras se cierran a los recuerdos. Puertas agrietadas por el paso de los años, siglos quizás, guardianes de secretos, que aíslan del frío de la tundra y de la arena del desierto, como esta vieja puerta que no me atrevo a abrir.

Presiento que por algún rincón de la vetusta casa permanece vigilante una muñeca de porcelana de ojos inquietantes, un rosario de pétalos de rosas que aún conserva su aroma, un caballito de madera que de vez en cuando se balancea, roce de pisadas y fru fru de sedas.

La puerta habla de antiguas glorias, de columnas airosas, de honores, bailes de salón, traiciones, amores y desengaños, y sé que en su cocina inmensa todavía cuelga en el aire el olor del aceite, del carbón y de la humedad que va corroyendo las paredes, el artesonado del techo y el tapizado de las paredes.

El tiempo que pone a todos en su sitio, aun no le ha explicado a esa linda joven que se arrastra por los corredores por qué no puede verse en el espejo, aunque sí puede ver cómo se reflejan las cortinas de terciopelo rojo y el dosel de la cama de hierro forjado.

María del Carmen Guzmán - estaguas[at]hotmail.com


Me fui superando con esfuerzo el deseo de darme vuelta para un último adiós. Cabizbajo, casi sin levantar los pies del suelo, fui dejando atrás un pedazo desgarrado de mi vida. Mientras cruzaba la plaza, angustiosamente despacio, continuaba desprendiendo jirones de mí que iban cayendo desparramándose como hojas en el otoño. Sabía que te habías quedado en el marco de la puerta, o quizás apoyada en una columna, buscando con los ojos nublados del llanto contenido, en qué momento caía también mi alma. Para correr a levantarla y así apoderarte definitivamente de mí. Finalmente terminé de cruzar la plaza, giré en la primer esquina y comencé a correr enloquecido poniendo distancia, buscando olvido, dejándote definitivamente.

Hoy he vuelto. ¿Casualidad? ¿Destino? Estoy parado frente a tu puerta. Tú ya no estas, la puerta tampoco. Todo cuanto veo es la imagen de mi cuerpo envejecido apoyado en un bastón, de rostro descascarado, sin brillo, los sanos colores idos con el tiempo.

Aguzo la mirada entrecerrando los ojos para reconstruir la columna faltante y apoyada en ella te veo por última vez.

Edgardo Mario Massera - masseraz[at]escape.com.ar


Hoy he vuelto a mi pueblo, he visitado los rincones donde nos escondíamos para darnos un beso cuando éramos adolescentes, he caminado hasta nuestra calle, me detuve frente al que fue nuestro hogar, la puerta estaba allí rígida guardando nuestro pasado. Había soportado el paso del tiempo, estaba descolorida, había perdido algunos detalles que la embellecían, pero estaba allí firme. Cuánto me duele el día que salimos, para irnos cada cual por nuestro lado. ¡Qué endeble fue nuestro amor!

Zuly Rivas - Zulyrivs[at]aol.com


Carmen me lo pidió.

Cuando puedas acércate a la casa y luego me cuentas cómo está.

Me escribía cuando podía; estaba demasiado ocupada entre distintos actos que realizaba en Córdoba y el cuidado de su nieto.

La conocí en Madrid, habían logrado sacarla con la Embajada con mucho esfuerzo. Dejaba su único hijo desaparecido y las terribles experiencias de su cautiverio.

Nunca olvidaré esa tarde cuando nos contó su infancia en Galicia y su viaje a Buenos Aires.

Su marido denunció al hijo a los militares, luego le tocó a ella. El muchacho fue uno de los que tiraron al río desde un avión.

Me acerqué a su pueblo y saqué la foto de la puerta de la casa donde había nacido, su madre era la criada de la familia. Nunca llegó a verla.

Una tarde me llamó una amiga y me contó cómo al volver de un acto de las Madres de Mayo, un policía en moto la arrolló y murió en el acto.

Lloramos su muerte y sus amigos de Córdoba esparcieron sus cenizas, como ella quería, sobre el río donde reposan los restos de su hijo.

Adriana Serlik - adrianaser[at]wanadoo.es


La observo y aún noto escalofríos por la perdida.

Sería tan fácil asumir que todo es pasajero, pero esa puerta desconchada y cuarteada por el tiempo, me hace vivir la ilusión de mis años inocentes, si alguna vez lo fui. Hoy existen surcos en mi rostro. Producto de erosiones moldeadas por el desconsuelo y la locura que su presencia producía.

Ayer vivía regalando mi alegría, hoy se ha escapado entre mis manos, y ante la posibilidad de cruzar al otro lado de mi futuro, esa puerta frena mi enfrentamiento con un pasado alimentado de renuncias.

Sólo un atisbo de ilusión me lleva al lugar de mi derrota.

Navalmo - pemarele[at]hotmail.com


Empujamos la puerta despacio y cedió sobre sus goznes. Adentro las palomas volaron de un lugar al otro, tratando de volver a guarecerse entre las vigas viejas del alto techo. Nosotros entramos cautelosos, sabiendo lo que ahí se hacía. Una ancha escalera llena de polvo nos condujo hacia las habitaciones. El olor era cada vez más fuerte. No me importa -pensé- ya es hora de ir a buscar a Dante. Entramos en una habitación y, al lado de una cama vieja que algún sin hogar usaría algunas noches, encontramos entre papeles de periódicos y trapos de colores imposibles, jeringuillas usadas por el suelo, algunas con algún cuajarón de sangre seca aún en el tambor. Era mi primera vez y sentía miedo, no sabía lo que me esperaba. Cuando abrí los ojos me vi en el umbral de la puerta, y diciéndole a mi compañero que me encontraba mal, decidí no abrirla, sabia que las palomas eran, en realidad, cuervos.

Reyvaj - javierrevolo[at]hotmail.com


¿Cómo es posible que me conforme con admirar lo que veo desde fuera y estando dentro no pueda ver con claridad?, he entrado varias veces, pero prefiero admirarla desde aquí, desde la comodidad de este cristal, pues solo a través de la ventana que separa mi calle de aquella donde esta la puerta me siento seguro, imagino la belleza de la mujer que habita esa casa, pero creo que al verme, su sonrisa se tornaría en confusión, como en otras ocasiones... prefiero seguirla imaginando, y admirando la puerta de su casa... Tal vez nunca sepa la verdad.

Mauricio R. Vidal - mousevidal[at]hotmail.com


Mi privacidad es Sagrada,
—sólo es privada,
cuando la ostento,
delante de la tuya,
sino sería solamente fantasía.

Mi privacidad,
—pequeña fiera, detrás de aquella puerta—
se alimenta de la tuya.

Edgar - taorojo[at]yahoo.com


¡Oh! vetusta puerta que iluminas arcaicos siglos presignados de diamantes. Ruegos que habitan detrás de ti y que sólo existen en la nada de nuestra esencia. Y al dejarnos ver tus negruzcas sombras creemos, que si cruzamos tu umbral, nos será revelado el secreto que detrás de cada puerta se esconde. Sin embargo, jamás lograremos conocerlo. Ellas se forjaron para hacernos creer que existe otra salida entre las tres dimensiones que nos apresan.

Ivanla - jlpalomera[at]hotmail.com


CONSECUENCIAS

Voy subiendo la cuesta del pueblo, despacio, hasta llegar al cementerio. A mí mismo me cuento las penas como quién cuenta las vueltas de un rosario. Y no dejo piedrecillas en el camino porque sé dónde y cómo será la vuelta.


Voy a verla para decirle que no me espere de momento, que aún me queda mucho tiempo para recorrer el mundo sin la prisa que otorga la calma, ya que sin ella por fin puedo hacer algo más que nada.

EPITAFIO: Del olvido hice un espejo para mirar y no encontrarte, para perderme libre sin tu equipaje, y dar contigo al tiempo, como el que abre una botella y encuentra el esperado mensaje ¿de amor, quimera o vida? He ahí el dilema.

Francis de Borja -
francisdeborja[at]hotmail.com


Me propones cruzar la puerta, no siento tu mano tibia en la mía, hace tiempo que ya no estás. Y sin embargo insistes, cruza la puerta dices, y lo vuelves a decir. Oigo tu voz una y otra vez. Te veo sentado frente a la ventana, aunque no estés, parece que estuvieras. Aún el perfume del tabaco acompaña tu sillón. La puerta cerrada es una frontera, tablas y bronces lucen su porfiado destino. Y el mío frente a ella, y frente a vos. Que no estás, pero insistes en seguir entre las paredes grises. Tengo la llave. Lo sabes. Me conoces. Después de ti, cariño, susurras cerca. Y me rebelo y exploto y le doy un golpe a la puerta. Golpea detrás de mí empujando el aire que me empuja. Y soy libre. Detrás de esta puerta estás con la mirada fija, como cuando tomaste el café que te serví. El último.

Cecilia Ortiz - ceortiz[at]yahoo.com.ar


Sola, tan sola como cada uno de nosotros, en un mundo abandonado ya por la esperanza de que pueda mejorar...Me encontraba yo, sin ningún tipo de argumento para sentirme capaz de cruzar el umbral de esa puerta, mi puerta.

La miré durante horas, pensé qué decir al cruzarla, pensé y pensé y nada pasaba por mi nublada mente, como si todo lo que tuviera dentro de mí, se hubiera desvanecido ante el desaliento de que ya nada iba a cambiar... ¡qué más me da! Pero no, no paré de pensar, pasaban por mi cabeza tantas cosas, el amor, la justicia... la vida; pero nada se me ocurrió, así que decidí hacer una cosa, pasar y callar, y con ello demostrar que al fin y al cabo, no me justifican ni me sirven las palabras... solo los hechos.

La crucé y miré a mi alrededor... era la única que había, la única decidida a cambiar mi vida.

Leyre - nomastonterias_6[at]hotmail.com


Hacía poco que había llegado, no sabía qué demonios hacía en aquel pueblo en el que nada había perdido, pero creyó que un lugar ajeno a su vida y sus recuerdos le ayudarían a olvidar. Incluso le vino a la mente la posibilidad de acomodarse en aquel lugar cuyo olor no reconocía, pero que le imprimía una energía vital que pensaba que se debía a lo soleado.

Todas las mañanas al ir a la plaza del pueblo pasaba ante el gran portón que todos conocían, pero que pocos habían atravesado, «dicen que los que osan a pasarlo, cambiarán sus vidas, tal vez para bien, tal vez para mal. Pocos son los que han querido arriesgarse». Pensando que no perdería nada, cada mañana decía que ese sería el día en que atravesara la gran puerta, pero algo la detenía, tal vez no quisiera un cambio, pero entonces ¿qué hacía en aquel lugar?

Yahlia - yahlia22[at]yahoo.es


Me ha dejado. Llevábamos tantos años juntas... y sin venir a cuento se ha ido.

No me ha dicho nada, se ha ido sin más. Supongo que se habrá cansado. Siempre me decía: «Aunque estemos juntas, me siento sola. Nunca me tocas». Qué estupidez. Nos conocemos perfectamente, al milímetro. Es verdad que nunca nos hemos tocado, pero a mí no me parece tan grave. «Tengo inquietudes que tú no entiendes». Pues no, no las entiendo. «Quiero conocer cosas nuevas». ¿Para qué? ¿Qué tienen de malo las de siempre?

Lo malo es que me ha dejado a mí todo el peso...

A quien se lo cuente... «Sí, la columna de la puerta de la escuela. Se apeó de su sitio, se coló para adentro y está en clase, aprendiendo a leer».

Tere Sempere - mtssempere[at]indra.es

Esta puerta estuvo abierta
hasta el 03.04.2004


Las puertas anteriores (leer textos ya publicados...):

1



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3 4
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Puedes leer nuestra valoración de las colaboraciones recibidas
hasta la entrega n.º 5 por PUERTAS y por AUTORES.


Cruza esta puerta... y escribe, es una sección
ideada y coordinada por Carmen López León
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ANTERIORES SECCIONES PUBLICADAS DE ESCRITURA COLECTIVA:

PINTURA VIVA · PON COLOR A LAS PALABRAS · CRUZA ESTA PUERTA Y ESCRIBE · CUÉNTANOS UN VIAJE EN... · PÓQUER LITERARIO · PÍDELE AL MAR UNA HISTORIA · LA TIENDA DE ANTIGÜEDADES · ESPERANDO EN... ·
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