ALMIAR

Margen Cero


n.º 1 - Segunda época
marzo/abril de 2007



Miguel Ildefonso


SUEÑO DE LA ARCADIA

Sales de las aguas de los siglos de la poesía
Por los bosques de Arcadia encuentras una ventana
Los vientos más fuertes y veraces se consumen en el vidrio
Y un caballo duerme en la ventana y dice:
«Este papel no me corresponde
pero el invierno ha sembrado un árbol en mi mano
y mi habitación es un prado verde donde viven los ciervos».

El animal es triste
La cruel llamada de los vacíos
La flaca mirada del tiempo no habrá de inmovilizarlo
            Ante las costillas del buey
Lento es el acecho del león sobre la carne de la noche
            «Pero la sangre se borró en el invierno
y ahora soy el que busca entre macilentas pajas
algo equivalente a aquellos largos resplandores»:
            Las palabras
Sólo las voces que se pierden en el balido desolado
Sólo las voces 
De los amantes que recogen los vestigios de la luna.

Ahora caminas en la tierra invernal
Noche sobre página noche sobre ojo
Construyendo una ciudad un río un templo
Y caminas como un pájaro sin alas sin anteojos
Tu cuerpo de septiembre que florece ramas hojas flores
Pájaro plomo bala máscara que ríe cae serpentea polvo
Cuerpo ametrallado
Relinchando esquivando resbalando golpeando endilgando vol-
Teando entre las ramas vivas de un templado bosque
Comido por termitas pardas.
El viento frota tus deseos
Escupes bestialmente esa angustia y la niebla se lo traga:
            «Hoy he visto la sombra del Paraíso
Una luz de neón en el mar de la noche las pestañas
            De Elanor y ebrio en las calles del Centro
Me arrojé a las calmadas aguas de un sueño»:
Era un grillo con un amor ingénito buscando a la luna
Era todos los hombres queriendo encontrar el arcano
            Lenguaje del tigre
Era un caracol descansando entre los olmos bajo un sol muerto
Era todos los hombres queriendo encontrar el camino
            De los viajes nunca soñados.


___________________

LA VIRGEN LOCA.
Con final de Edward Norton


Dolores Alanis O’Connor/
velaba por el cuerpo de Dante que se extraviaba por Florencia./
Los punks y los vampiros se atravesaban por el corazón del poeta,/
casi un mínimo verso lo mantenía en vilo./
Un sonido cómplice del mar lo rescataba, embarrado ebrio,/
hacia su sino desconocido./
Dante sabía que Dolores Alanis O’Connor velaba su destino/
como si no existiera otro mundo que el del internet./
Es el S. XXI, decía, no hay ficción, ni es la carta XXI del tarot./
Los vampiros del mar corrían trayendo mensajes funestos de su país,/
Oh es el exilio, decía, un frío que recorre estos versos./
Pero cuántas veces Dante perdió su inocencia en las nubes,/
en la eclosión del sol, tras la ventana de cualquier cantina,/
y la seguía perdiendo hasta con el bostezo de un cuculí./
Podría petrificar su corazón bajo la calamina de su agrietada memoria, un rayo de sol./
Sin embargo, ya no había poesía en Florencia./
Dolores Alanis O’Connor se le presentó en el bar./
Los punks y los vampiros llenaban de sangre y ácido los bosques de humo./
El naualth que se fundía en el humo se convertía en la serpiente/
que bailaba en el cuerpo de Dolores, desnuda./
La ciudad de Florencia apestaba,/
todos los peces muertos en el mar, todas las aves muertas en el aire./
Y la poesía, como ya se dijo, bajo la tierra agostada de Eliot./
Podría ser que las estrellas aún girasen por ese Amor./
Pero ella se desnudó frente al poeta, porque la angustia/
es del ser que ha abandonado su alma, y porque así era su amor./
Tiempo atrás, un niño se había comido el corazón de Dante;/
entonces ese niño empezó a escribir tercetos en italiano, lengua vulgata, profana,/
y con su obra se hizo más niño, porque había alcanzado,/
mediante el amor, ese estado anterior a todos los idiomas./
Ah los vampiros y los punks se fueron con el alba,/
dejando las mesas manchadas por la verdad poética./
Florencia seguía estallando, pues los anárquicos querían luchar hasta el final./
Dolores Alanis O’Connor yacía en la tina, con los vellos/
de sus piernas por afeitar, los senos congelados como icebergs./
En los periódicos sólo se hablaba de la guerra, se hablaba tanto/
que parecía tratarse de una guerra muy lejana./
Dante, en su locura, cayó en la esquina, asesinado por la sociedad,/
idolatrado por unos cuantos druidas./
Un niño se le acercó, y tras escribir el último terceto, se miró en el espejo/
y empezó a decir:/
«Al diablo, Beatrice,/
le di mi confianza/
y ella me apuñaló por la espalda,/
me vendió arriba del río Rímac./
Maldita, perra./
Fuck you!/
Y al diablo tú, Dante,
/
lo tenías todo y lo tiras por la borda.
/
¡Maldito idiota!»
./


MISS EMILY


Miss Emily descansa bajo el alero de su casa,
tiene ciento & tantos años apenas es una criatura de dios,
nunca ha dejado de regañar a los niños que hacen escándalo
en la vereda / raperitos que bailan sin parar. Ella lee tranquila.
El sol es como un viejo amante, viejo amante de las ratas, 
el único que la vio mil veces desnuda en el río Hudson
& en el río de todas las ciudades de su soledad.
Ella era delgada & elegante —la habían soñado mil poetas— 
como un lirio arrancado de esos poemas de amor
tristes de pueblos tristes; pero Emily no tiene tristeza
ni es como esas muchachas amargadas de la otra calle
que fingían ser sus amigas,
así como fingían orgasmos cuando llegaban los soldados
(cuando vivían).
Buenos días, Miss Emily, 
le saluda el cartero invisible entre los sauces,
el postman jamás se detuvo en la puerta de la pelirroja 
            (entonces ser solterona en un pueblo así 
             era un melodrama),
hasta que esa mañana, emocionado, le entregaría una carta
a la señorita que él amaba —le habían dicho que no la dañara—, 
la primera carta, se dijo, en todos esos cuarenta años
trabajando de cartero.
Lo recuerda bien: tocó la puerta, pero nadie respondió;
volvió a tocar una & otra vez esa maldita puerta,
hasta que cansado de insistir, cansado de repetir su nombre, 
cansado de caminar, de rumiar su pan sin azúcar,
se marchó.
Los niños raperitos ahora juegan un poco más allá
de la casa de Miss Emily, hacen todo el ruido posible
& de rato en rato vuelven los ojos hacia el espíritu de una ave
que se detiene en una rama del árbol mecido en el viento.

Miss Emily está sentada bajo el alero de su vieja casa,
no espera a nadie, nunca esperó a nadie. 
Dicen: que ya no hay trabajo para los inmigrantes.


_____________
Miguel Ildefonso.
Lima, 1970. Estudió Literatura en la Universidad Católica del Perú e hizo una Maestría en Creative Writing en la Universidad de El Paso, Texas. Ha publicado los libros de poesía: Vestigios, Canciones de un bar en la frontera y Las ciudades fantasmas. Su poesía ha sido publicada en antologías como: La Generación del Noventa y Poesía Peruana Siglo XX. Codirige la revista literaria Pelícano. Ha sido finalista en diversos concursos como: Segundo Premio Poesía Juegos Florales Universidad Católica (1991), finalista Premio Poesía Peruano-Japonés (1995), finalista Premio Poesía Copé (1995), Cuarto puesto en el Premio Nacional de Poesía del diario El Comercio «Centenario César Vallejo» (1996), Concurso de Poesía Revista Ajiaco-The Arkansas Tech University (2002), Segundo Puesto Poesía Erótica Centro Cultural Español (2003), Mención honrosa en el Concurso de Cuento Las Dos mil Palabras de la Revista Caretas (2004). Ha ganado los premios: Primer Premio Poesía Juegos Florales Universidad Católica (1995), Primer Premio Copé de Oro Poesía (2002) y Concurso de Cuento «Alfredo Bryce Echenique» (2003).

ildehuan[at]yahoo.com

ILUSTRACIONES POEMAS: Pinturas por J Gabriel Vuljevas Tupciauskas © (ver muestra de sus obras en Margen Cero).



Sumario del n.º 1 de Mar de Poesías:


Ada Cadelago | Agustín Bilbao Abad | Augusto Rodríguez | Aleqs Garrigóz | Alfredo Vaeza | Amado Storni | Ángel Padilla | Bertha Carou | Borja de Diego Lozano | Dheimar Pericón | Elísabet Arnau Carretero y Rogelio Rodríguez Cáceres | Gabriel Impaglione | Gonzalo Tolosa | Isabel Miralles | José Alberto Cutipa P. | José Naveiras | Juan Carlos Galván | Juan Carlos Vásquez | Juan Cristóbal | Julio Romero Tera | Lara Moreno | Marcelo Galliano | María Noel Prato | Marina Llopis Mayor | Mario Meléndez | Mary Acosta | Miguel Ildefonso | Natalia Molina | Nuria del Saz | Óscar Portela | Pedro Campos | Pedro R. Donangelo | Raquel Cortés Fernández | Yuliet Hidalgo Pupo



Separata publicada en el n.º 32 (febrero/marzo 2007) de la
Revista Almiar (Margen Cero™) - ISSN 1695-4807 -
Margen Cero™ es socio fundador de A.R.D.E. - Aviso legal