Un desierto, acaso invulnerable,
habitado por granos de silencio
y oasis de paciencia,
desconsuelo.
Inmóvil aparente
sin rumores de tiempo,
desgarra su existencia,
la aleja,
con estertores viejos.
Ajeno, inhabitable,
rey de la soledad
que fue mar, que fue hielo.
Que se colmó de voces
y de pasos extraños,
hoy..., se vacía de ausencia.
El amor..., el amor de los hombres
se ha transformado en miedo.
Acuérdate
de las breves estancias otoñales,
de la magnificencia de los tonos en ocre,
de entrar por los sentidos a un destino sin reglas.
de las desesperanzas del deseo,
del valor conjugado del misterio:
tus balcones de imágenes tan cercanas al cielo.
de las vanas miradas recogidas,
detrás de los silencios recorridos,
de los sitios distantes dueños del abandono,
del imperio sin tiempo del olvido.
del girar de los círculos de mármol del pasado,
de pronunciar palabras sin un como,
enrostrarnos…, con pasos de silencio
despegados del viento que se extingue en la nada.