sos de las veredas,
tenés el sabor de las veredas
que te recorren desde las punta de los pies hasta el pelo,
tu cabeza es calle pura,
es colectivo,
es plaza,
es intemperie siempre,
y es siempre muy infantil,
y sueña y se eterniza en su sueño de joven popular siempre,
de joven que tuvo más amor de noviazgo en los flirteos de la calle
en los lugares oscuros de la ciudad,
en los mármoles públicos de las instituciones dormidas,
que en las confortables almohadas,
de ahí tus polleras cortas,
para estar siempre dispuesta al árbol,
a la construcción abandonada,
al banco público nocturno,
con su travieso temblor, temor,
su sensación de piel y su gélido aliento,
de canción desesperada
viajera incansable de las ventanillas,
musa silenciosa de los andenes
que te pierden en las noches interminables
de las terminales sin regreso,
con bostezo y dormidera en hombros anónimos
cubiertos de trajes colgados en los armarios de la memoria,
los contemplás siempre,
vivís en ellos:
son trajes de lágrimas, de deshoras y desconsuelo,
pero también anidan bolitas de esperanza con aroma a naftalina,
en algunos de sus pliegues irredentos
porque sos y siempre lo serás,
una chica de la clase trabajadora,
¿y esto es un gran hallazgo?,
no, es una intolerancia pero también un propósito,
una razón de ser,
un destino que todo lo clarifica, y torna puro cada gesto,
porque es este tu mundo pequeño,
simple, tan sencillo,
el jardín de dos o tres colores
que no hace más que bendecirme,
con su paso rápido dedicado al silencio,
a la caricia complaciente de una enfermera del alma,
ahí estás,
con tu amor Lerner, de chica Lerner,
y tu trago negro que te vuelve un instrumento sórdido,
contrapunto de ilusión perdida y recriminada para siempre,
que se devanea y vuelve a pactar igual, amor
o ilusión de amor, con el manso oleaje de las baladas
y las luces, y la gente,
y la melodía que penetra en vos
como un latido de ganas
que tratás de esconder de mí
con tu mirada que mira dulcemente,
con tus empeños
que no admiten nunca margen alguno de límite,
que vienen a mí como un torrente
en la sinceridad de la carne jugada, expuesta,
del corazón entregado, expuesto, desnudo siempre,
ah, sí, chica de la clase trabajadora,
estar con vos de alguna forma me desclasa,
me descalza,
pero también me abisma,
me diluye,
me duplica,
me devuelve una imagen en el espejo
en la que no reconozco a quien creí ser «yo»
o suponía que era «yo»,
al menos durante ese pequeño y dulce tiempo
que dedico a llenar inciertos y graves vacíos de mí,
en vos, pequeño gran jardín,
cuyas flores acarician gotas de momentos
que siempre esperan, se recriminan entre sí,
y se piensan y repiensan en sus treguas de ausencia,
entre sabanas de lugares sin nombre
destino inexorable de los fugitivos,
después encendidas esas flores frágiles,
siempre titilantes, como luciérnagas
que invaden el celular
y responden preguntando,
palabras cortas, de sílabas que son casi notas,
sonoras nubes huérfanas,
breves acordes con los que hablás de vos misma
y siempre en tercera persona,
una heroína de canción de amor
reencontrada,
silbada por el viento de las calles
de una ciudad nocturna
una ciudad de calles envueltas en la noche
como un regalo abandonado,
listo para ser humedecido con tus besos.
__________________
Contactar con el autor
garias111[at]hotmail.com
ILUSTRACIÓN POEMA: Pictograma por David Ríos Cubero ©
(ver
muestra de este autor)
|