ALMIAR

Margen Cero


n.º 7 - Segunda época
abril/junio de 2008





Josua Sourí
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Breve historia de Lisandro
en cuatro actos

(Tras la pista de Romeo y Julieta)

Edición de José Antonio Soria Estevan

* * * *
Traducción del Román Paladín del poema:
Breve historia de Lisandro en cuatro actos,
del autor desconocido Josua Sourí


ACTO PRIMERO
NACIMIENTO DE LISANDRO


En el llano interminable
se encuentra un bosque de cedros
y con olmos tan gigantes
que quieren tocar el cielo.

En el bosque un claro enorme
que se extiende como un velo
y en su centro esta el castillo
donde habita De Robledo.

Ondean pendones al aire
mecidos de suave viento
que lleva risas y cantos
nacidos de buen contento.

En cada esquina se juntan
vasallos y trompeteros,
mujeres niños y mozas
alrededor de un puchero.

Las armas y escudos duermen
olvidados de escuderos
y el sol que luce radiante
ríe también este momento
iluminando su rayo
este detenido tiempo.

Sólo un caballo galopa
desde el castillo hasta el cedro
y del cedro hasta el castillo.
Así otra vez, hasta ciento.
Que le explota la alegría
que nace desde su centro.
Y salta de su caballo
y abre los brazos al cielo
y rompe su risa bronca
que espanta hasta a los vencejos.

Las cigüelas y zampoñas
suenan de muros adentro.
Hasta las cigarras cantan
tan feliz alumbramiento.

Vuelve a caballo al castillo
y sube a sus aposentos
y toma al niño en sus manos
y lo eleva hasta los cielos
y dice con voz potente:

«Que se entere el mundo entero
pues ha nacido Lisandro
de mis tierras heredero
y que ha nacido en verano
con sol, de día, sin miedo,
sin esconderse en la noche
al rescoldo de un lucero.
Será valiente, aguerrido,
capitán del mundo entero.
Es regalo de mi Dios
y a mi Dios yo se lo cedo».

ACTO SEGUNDO
LISANDRO CONOCE A CAMILA


La vio en calendas de otoño
en la fiesta de ascensión.
Cuando en la noche cerrada,
cuando prende la canción,
toda la gente del valle
se acerca con emoción
entre cantos y rondallas
y con grande devoción
hasta la peña del muerto
donde el Buen Señor murió.
Aquel que fuera pionero
De montar la su nación.

Es el único momento
en que el cabeza de Albión
deja salir a su hija
a que exprese su fervor.

La vio detrás de un castaño,
contra luna su mantón,
brotando el pelo rizado
de tan rubio como el sol,
hiriéndole los sus ojos
y dejándolo sin voz.

Desaparece la gente,
sólo sus ojos en pos
de aquella tenue figura,
de aquellos ojos, los dos,
que miraron un segundo
y en su negro par se hundió.

Le quiso hablar un momento
oír siquiera su voz
y se acercó sigiloso
y la luna se escondió
y desde detrás del árbol
sus ansias le musitó.
Y ella, su roja túnica
y su cara de arrebol
dejó correr a su cardio
de grande palpitación.
Lo miró con gran ternura
y amores le recitó:

«Seré tuya, De Robledo,
aunque sea también De Albión,
aunque no existiera luna,
aunque se apagara el sol».

Lisandro la toma en brazos,
ella destila pasión
y se envuelven en abrazos
y besos de grande amor,
hasta que sobra la ropa
y son solo uno los dos.

Asoman las claridades
en el día posterior.
la gente busca a su gente,
la abeja busca su flor.
vuelve Lisandro a su lecho,
vuelve Camila al torreón,
sin saber ninguno de ellos
que la semilla prendió.

ACTO TERCERO
EL RAPTO DE CAMILA

Lisandro se acerca al tajo,
donde guarda la canción
historias de mil amores
de cualquier generación.

Está al final del camino
donde fina la ilusión,
donde termina la vida,
donde presta la atención
la su cabeza perdida
de gran desesperación
a los amores nacidos
que por prohibidos le son
más sufrientes y agarrados
adentro del corazón.

Llora su pena maldita
con grande desilusión.
Ella, su amada Camila
es de familia de Albión.
Aquella que no respeta
ni a su padre ni a su Dios,
que tiene a su hija encerrada
sin salirse del portón
que cierra con grandes fuelles.

Ella ha tenido un varón
que es fruto de los amores
vividos con emoción
entre las ramas y flores
aquella noche en cuestión.

Lisandro da juramento
mirando al tajo, al cañón,
de rescatar a su amada
de las manos del barón:

«Ante estas rocas lo juro,
también lo juro ante Vos:
—dijo mirando hasta el cielo
y dijo con devoción—
mil veces antes la muerte
que vivir sin ellos dos.
Que si Dios me los ha dado
sólo los retendrá Dios,
que ningún padre ni hermano
romperán mi corazón
si no es con flechas o dardos».

Así, Lisandro, volvió
fustigando su caballo
hasta el castillo de Albión.
Esperó noche cerrada,
mil momentos esperó
hasta que todos durmieran.
Sólo uno despertó,
pues velaba centinela
y sólo uno murió.

Entró en sigilo Lisandro
y hasta la torre subió.
Tomó a su amada del brazo
y por señas le indicó
que no despertara al niño.
Con cuidado lo cogió
Y bajaron la escalera
Y llegaron al portón
Y montaron a caballo
Y la noche los borró.

ACTO CUARTO
EL SACRIFICIO DE LISANDRO

En las almenas son flechas
y las lanzas y los barros
y allá lejos, en la fronda
aparecen los caballos
y sobre ellos armaduras,
relucientes como rayos,
saliendo de la espesura.
Les preceden los lacayos
que hacen silbar en el aire
las ondas y los látigos.

Lisandro, rajas sus ojos.
Lisandro aprieta sus labios.
Su sangre, aceite que hierve.
Sus pies, acero en los cantos.

El cielo se queda mudo
callándose los pájaros.

Nada se mueve en la arena,
nadie respira en el patio.
Vuelve su vista a la escena
que se para sobre el atrio.
Allí unos ojos le miran
desde el fondo de un barranco
implorándole refugio
con un niño entre sus brazos.

El sol lo mira de frente,
el sol está restallando
en cada grano de polvo.

Todos le siguen mirando
y en la mirada su ruego
y en su oración el espanto.

Lisandro rompe su ropa
y monta un caballo blanco
y ordena que abran las puertas
saliendo ya presto al campo.
Y sin mirar a su espalda,
en silencio, a corto paso,
va acercándose al asedio
de los hombres de a caballo.


Una cortina de flechas
lo desmonta de su bayo.

Un corcel negro se acerca,
sólo un hombre, sin lacayo,
que lo mira desde el cielo.
Él tendido, agonizando.

«Sólo a ti se te buscaba,
sólo tu cuerpo, Lisandro.
Aquí todo se concluye
me vuelvo para mis prados».
«Mi padre ha perdido una hija
y ella ha perdido un hermano,
y aquí, maldigo, se quede
con ese tu hijo bastardo».

Su última mirada, al fondo,
a las grupas de caballos
que prestos le dan la espalda
seguidos por los vasallos.

Su pensamiento postrero
se ha quedado allá en el atrio,
en esos ojos que lloran
con su silencioso llanto
mientras aprieta con fuerza
a su niño entre los brazos.


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Este inédito poema encontrado en la Biblioteca Nacional por Emilio Arguemosa y William Bishop (1971) ha resucitado la controversia habida en torno al plagio o no plagio de William Shakespeare en su obra Romeo y Julieta. Los descubridores del poema, tras un estudio exhaustivo, han comprobado que si bien no se trata de un plagio, sí se podría hablar de la fuente donde se inspiró William Shakespeare para su obra. El poema, escrito en Román Paladín está firmado por un desconocido «Josua Sourí» del que no se conoce obra alguna.

Un equipo de investigación formado por diversos especialistas de distintas universidades, tanto inglesas como españolas, dirigidos por el prestigioso humanista Cayetano Rivera están realizando una laboriosa labor de investigación tanto en la Biblioteca Nacional como en otras bibliotecas en España e Inglaterra para encontrar, no sólo el nexo de unión entre ambas obras, sino cualquier otro escrito de este autor desconocido pero grandioso.

(Publicaciones del archivo historio lógico del departamento de
investigación de la Biblioteca Nacional).

Año de 2.007 - Reservados todos los derechos

Contactar con José A. Soria:
jsoriaestevan[at]yahoo.es




Sumario del nº 7 de Mar de Poesías:

Ada Cadelago · Carlos E. Sánchez Meza · Elísabet Arnau Carretero y Rogelio Rodríguez Cáceres · Ernesto Frattarola Alcaraz · Fuensanta Martín Quero · Germán Kramer · Gonzalo Tolosa · Guillermo Bayley · Javier Martínez ·José Antonio Soria Estevan · José María Moraga · Josefina Fidalgo · Josu Alonso · Juan Carlos de Lara · Juan Carlos Vásquez · Marié Rojas Tamayo · Maritza Luza Castillo · Obed González · Óscar Ramírez · Rubén Lapuente Berriatúa.· Xavier Oquendo Troncoso




Separata publicada en el n.º 39 (abril y mayo de 2008) de la
Revista Almiar - ISSN 1695-4807 - Aviso legal
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