Y ahora, a cada objeto le precede un aura,
después la cosa en sí,
y al fin su huella o traza.
Pieza a pieza a pieza a pieza
a desmontar mi familia, mi vida entera,
mi casa.
Como quien desmolda un flan,
o rasca lo negro de una tostada.
Se va quitando de en medio
el libro, la foto, el reloj de sol,
la figurita de porcelana.
La operación es simple: y sin embargo
¡no cuesta nada!
Sólo es quitar de un sitio algunas cosas
que quedaron pegadas
como el papel de cera de una magdalena
o unas malditas bragas.
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Siempre hay un llanto
para un muerto
(Ante el féretro de Slobodan Milosevic)
Siempre hay un llanto para un muerto,
lo mismo da que sea un Papa, un pianista
o un torero.
No importa que por sus manos
hayan muerto millones,
siempre habrá un llanto
y unas flores.
Una niña chiquitita
se cuadra ante un carnicero.
Frente a la tumba de Franco
se emocionaba un obrero.
Hasta el mismísimo Hitler
fue llorado por sus deudos.
No ha de haber un ser humano
al que le falte su duelo
aunque sean sus propias víctimas
las que acuden al entierro.
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José María
Moraga.
Sevilla - España (1978).
Estudió Filología inglesa en Sevilla, Sheffield (Reino Unido) y Carolina
del Norte (Estados Unidos). Es profesor de inglés en un instituto de Secundaria
andaluz; anteriormente enseñó español en Estados Unidos e inglés en la
Universidad de Sevilla.
Escribe poemas y cuentos y es autor del blog Estatuas verdes
(http://www.estatuasverdes.blogspot.com/)
ILUSTRACIÓN POEMAS: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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