Abrí el primer cajón
y hallé ropa tendida por los prados,
jazmines azules de un olor penetrante,
billetes de tren en primera clase
y unas manos de un ébano esotérico.
En el segundo cajón
sonó una gramola avejentada.
Los vinilos contenían sabores arrugados,
fotografías débiles sacadas de la infancia,
meriendas con el sol tostándonos la piel.
El tercero contenía un vacío desolador.
Nocturno
Y aún y aún,
mi rostro contra el rostro
picado por la lluvia,
espero,
salpicado por el ruido de la resaca ciudadana.
Vladímir V. Maiakovski
La lluvia me persigue con sus brazos mojados
y las calles abren sus venas dolorosas
derramando la soledad en cada palmo de barro.
Se hielan las tres de la mañana en el crepúsculo,
una plaza, un vagabundo, la poesía
muerta de frío, desnuda en aquel callejón.
Un par de manos acariciadas por el viento
agonizan en el último calor de la nostalgia.
Las paredes infinitas de la noche
acogen las espaldas bucólicas del poeta.
Las botellas y sus rastros de sed envenenada,
la luna penitente en la penumbra, sigilosa.
Aparece un puñal rápido en la herida,
melancolías borrachas cruzan semáforos
y tropiezan con los baches de la carne.
Cuánta sangre encharcada en el costado,
cuánta arena tragada por el pecho.
El náufrago ahogado en la tormenta,
los barriles que bailan con los coches
y en alta mar se divisa una farola peligrosa.
Cómo sobrevivir a la tormenta, cómo salir
de este laberinto de edificios solitarios.
Cómo evitar los escapismos de su sombra,
los gestos ávidos que planeó la madrugada.
Las alcantarillas recorren las miradas
las bocas grises, los besos desahuciados,
los perros ladran y muerden los silencios
los cristales rotos recomponen corazones,
pero cómo, cómo asirse al precipicio húmedo
al borde aguado de las escaleras de emergencia
al páramo enrejado en las hiedras trepadoras
si han muerto cien noches en las aceras oxidadas,
si sus clavos hirientes se le asestan a la vida
y se me sigue hundiendo la eterna placa de hielo
que marca las tres en el crepúsculo.
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Alberto Santana
Gutiérrez
nacido entre los volcanes
de Lanzarote, en 1988, este joven aspirante a periodista y aprendiz de
poeta se esconde tras los edificios de la capital madrileña. Algunos premios
le han empujado a desarrollar una poesía fresca y joven, con la ingenuidad
de verse atrapado entre unos versos explosivamente urbanos y el dolor
de saberse un lobo solitario.
Web del autor: El club donde los poetas viven
(http://www.elclubdondelospoetasviven.blogspot.com/)
ILUSTRACIÓN POEMAS: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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