No hay sosiego en la nobleza del solitario.
Y me hundo entonces igual que mansedumbre
en luz acompasada de la tierra y su infinito,
como parte de su entraña mineral
y profunda,
algo intocable que se hace ansia y blanda noche
lacada en deseo, también los pasos melodiosos
persiguen tu rostro en la espesura, en la huella
de un nombre oculto, en mi avaro delirio
y en esa delgada inmediatez que sobre mis hombros
escanció la mirada
extraña esa oscuridad agradecida
y su porcelana lujuriosa que danza su soberbia
y se pudre inconsolable, mientras retoza el vacío
su soledad perversa, su holocausto y su mudez,
y se mira en su ceguera, y se ahoga
en su boca de luto,
en las amantes bocas prisioneras de su vigilia
a solas con su grito de náufrago
tú, que nada sabes de la nada efímera de las cosas,
de la codicia que se pudre
y es mortal como una plaga, de los dones concedidos,
los juicios deshonestos, las descreídas salamandras
de la muerte, los sacrílegos cuerpos
y su fecunda podredumbre, o los conciliadores sueños
que devoran las horas, imperturbables,
tú, que estás sometida a las inquebrantables mareas
de cada amanecer, a las celosas crueldades
que en tu presencia se derraman.
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Florentino G. Gabela
autor alicantino.
Ha publicado los libros Liturgia del Tiempo (2006); Caballos
del Paraíso (2007) y Últimas Devociones (2007).
Contactar con el autor:
fggabela[at]terra.es
ILUSTRACIÓN POEMAS: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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