ALMIAR

Margen Cero


n.º 4 - Segunda época
septiembre/octubre de 2007



Óscar Portela

Acaecimiento propio (chanson)


Otoño de mi vida. Al fin has sido. Has advenido a mí
Como un Milagro sin angustia ninguna. Sin esperas.

Vienes a mí con ocres y cárdenos colores

Y en un «pastel» de Elba me has traído
Todos mis muertos en Santa Primavera.

No hay soledad amarga en ésta vida.

Vida vivida al fin.

Si el fulgido relámpago no envía
Ningún rayo que cenizas deje.

Dejo mi amor. Mi amor a todo dejo.

Mi aceptación de todo y de mi muerte.

No la muerte neutral. No la de todos.
Sino la que me ilumina y me refleja.

Oscar Ignacio sido así me llamo.

Verotestamentaria es mi osamenta.

Y como el mar reúno las mareas
De las todas las presencias.

Es la canción del mar que trae y lleva.

¡Otoño de mi vida! Hoy recuerdo.

Que de ternuras cuando recuerdo a solas
Y aún recuerdo.

Los soles de la infancia de mi pueblo.
Y tus dorados muslos en mi beso.

Yo he vivido. Sí. Así he vivido.

Lo comprendo al final de mi existencia.

La amistad ha esculpido las memorias
Que pulen los recuerdos del presente.

Los elegidos vienen cuando canto.

Los réprobos se alejan.

Pero la mar, la mar, siempre recomenzada
Reúne a todos en un sueño eterno.

No sé si sueño y vivo o vivo y sueño.

No hay ninguna nostalgia
En la osadía
De reencontrarme a mí
Todo en presente.

Soy la sonata escrita para ti
En el viento.

La playa de palomas se adormece.

Canta la alondra en el jardín silvestre.

El tordo canta y su plumaje oscuro
Es el de un Rey en tiempos de leyendas.

Si todo es fábula.
Si el mundo es una fábula que a sí mismo
Se narra su comienzo

Ya no hay verdad ni mundo imaginario.
Porque todo regresa.

Así regreso yo a mí mismo siempre.

Y bendigo mis nombres y mi suerte.

Aquí y ahora mañana es el pasado.
Canto y bendigo un devenir sin ecos.

Soportar es medida de lo santo.
Al fin lo entiendo.

En el otoño de mi vida
Empiezo a ser eternidad.

Fugaz imagen y todo al mismo tiempo.

Serenidad. No te he buscado nunca.

No al consuelo. Si a la lucha tenaz
En el contento

De estar solo.

Así sin esperar que nada.
Orden pondere en mi modesta siesta.

Es mayo ahora.

Allá lejana la paloma canta.
La fábula del mundo entre sus claves lleva.

Es la sonata en mi mayor
Que escucho sonar en mis oídos.
Siempre. Siempre.

He pronunciado nombres en silencio.
He bendecido alientos.

Todo aquí en el otoño
Que Elba Soto
Puso a mi nombre en un umbral secreto.

El «Coco» de las Palmeras
Se desliza y se convierte
En un Francisco a secas.

Abel y Lisa.
Abelardo y Sigfrido
Me conminan
a cantar un poema ahora y siempre.

Perdonad si mi alma despojada,
Alaba las bellezas más secretas.

No existe belleza abandonada alguna
Que entre mis manos un refugio encuentre.

Un templo es el poema si es otoño.

Y aquí el otoño es un invierno intenso.





Escritura del sueño
—Yo soledad—
(poema póstumo)


a Pedro Martínez Corada


Duerme hijo mío y escribe en los monólogos
del sueño las profecías de lo que no vendrá.
Escribe. Funda el poema donde la vida
está en la muerte y descansa tú en su féretro.

Todas las sombras pasan y se apagan
las luces. El mundo es sólo fábula.
No hay realidades ni apariencias.

Nadie puede decir «yo digo» sino en
sueños y ahora mismo sueñas que
estás soñando tus manos y se mueven
al compás de los signos. Has ganado batallas,
la de saberte vivo en muerte y soñar
en los cielos. Ya no dices como los negros
tordos «oh soledad», porque tú eres la soledad
y no se habla de lo que uno es. Tampoco
la soledad habla de ti sino se expresa
por tu boca como un sueño que produce
espejismos, dátiles o estrellas fugitivas.

Por fin lo has comprendido. Estás completamente
solo y tus doloras son apenas el eco
de un simulacro de fantasmas que hace coro
a los sueños. ¿Si ya estás muerto, dime,
quién te echará de menos? Y qué presencias
desearías tú en la muerte? Aletargarse es todo
y es veneno la vida. Duerme pues y continúa
el sueño donde comienza todo…. Había «una vez»
y el canto de las nornas* y ya no mires las
estrellas… no hay veranos o inviernos y no existen
cerezos en el jardín que construyó el deseo.
Sólo sigue la ruta que te trazó el no estar más
aquí y ya sin espejismos ni desiertos —con los
muertos anhelos— volverás a ser número sin nombre.
Todo nombre es pecar contra la muerte.


_____________________
* Nórdico antiguo: norn, plural: nornir. Son tres
dísirs

conocidos por los nombres de Urðr (Urd, el pasado),
Verðandi (Verdandi, el ser) y Skuld (Lo que vendrá).
A Skuld también se la podía ver cumpliendo el rol de Valquiria.



La piel


A Marily Morales Segovia


No, Johann. No es «gris el árbol de la ciencia
y verde el árbol del conociendo»: aquello que se da
y florece conoce de la muerte la osadía de ser
un breve instante y en el amor bebe del cáliz de
la muerte como yo renazco del ocaso en la piel
usurpada del amante.

Quien conoce es el cuerpo.

Gramática del cuerpo del deseo y la magia de
poros abriéndose a la luz, al agua y a los rayos
que golpean las puertas de ser monadas
sólo conscientes de saberse ostras: es el viento
que nos lleva hacia el otro.

Los extraños caminos y los acaecimientos
del azar quienes nos abren
a nosotros desnudos en el otro:

¡Oh fiestas del «candor»!

¡Oh turbulentas siestas del verano!

¡Oh Deseos y goces, zureos de palomos en
vacíos alfeizares y la luz, la luz que tú pedías
en el cuerpo y las piernas del amado!

En el beso se enciende la amapola y
del conocimiento todo arde la vida que se extingue
en muerte para volver a sí «misma»
en «eterno retorno de lo mismo».

Es deseo de ser más ser
y más deseo: cuando el poro de la piel
se seca, cuando se seca el agua de la fuente,

cuando el poniente corre hacia los astros
hay vida todavía y habrá vida en esta
exangüe entrega de un cuerpo al otro
para hacerse uno.

La noche del invierno y el
poniente corren hacia las playas y mareas.

Allí duerme el delfín en la bahía. Y aquí en los
inmensos lagunares la garza blanca milagrosamente
se posa en el lapacho florecido y la quietud es todo.

Reposar en el cuerpo del amante hombre-delfín,
águila y leopardo para heridos en lucha
renacer al espacio de lo «otro» que es un viento
inasible, una mano de espuma,

una dulce mirada que es entrega y libre donación,
que es interrogación, plegaria, y llamado a ser más

de lo que soy ahora que sólo canto
y memorado digo lo que fui, lo que di,

dejándome fluir en esta líneas que son también deseo
y luces del conocimiento de la muerte.

Si me despido es porque sé que estuve aquí
y en una extraña tarde no olvidada bajo un río de olvidos,
besé al amado en un extraño rito de iniciación
y entrega bajo el agua del río.

¡Ay! Y no ceso de crecer hacia lo hondo,
desde ese momento.


* * * *



Óscar Portela. Nacido en la provincia de Corrientes (Argentina), es escritor y ensayista. Ha publicado, entre otros títulos, Senderos en el bosque; Los nuevos asilos; Memorial de Corrientes y La memoria de Láquesis.

WEB DEL AUTOR:
http://www.universoportela.com.ar/

ILUSTRACIÓN: Fotografía por Pedro M. Martínez ©



Sumario del n.º 4 de Mar de Poesías:

Ada Cadelago · Aldo Jara Reyes · Alejandro César Álvarez · Andreia Donadon Leal · Ángel Padilla · Camilo Valverde-Mudarra y Carrillo ·
Carlos E. Sánchez Meza
· Clemente Oria Martín · Dheimar Pericón
Calatayud
· Elísabet Arnau Carretero y Rogelio Rodríguez Cáceres · Iván Oliver Rugeles · Juan Carlos Moraga Fadel · Manuel Pelegrín González · Julio Campos Ávila · Mario Dux Castel · Óscar Portela · Víctor Corcoba Herrero




Archivo histórico de poemas en Margen Cero
Separata publicada en el n.º 35 (agosto/septiembre 2007)
Revista Almiar - ISSN 1695-4807 -
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