
EN LA 1.ª
ENTREVISTA:
·
Laura Cuello
· Luis Ramiro
· Vega Pérez-Chirinos
· Pablo Ager
· David Testal
· Lara Moreno
· Emite Poqito
· M.ª José Moreno
· María Riveiro
· Carmen Simón
· Inés Thiebaut
·
Víctor Alfaro
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Luis Ramiro
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por
Guillermo Ortiz López
Un concierto de un tal Luis Ramiro. La Sala
Galileo vista desde lo alto, desde el escenario. La Sala Galileo invisible,
de hecho, sólo un foco enorme que nos alumbra a todos y abajo el vacío,
la oscuridad absoluta, la imaginación. Última canción: el Tiovivo.
Luis pide que subamos a acompañarle a él, a Andrés, a Mani, a Mario y
a Chiloé y nosotros subimos, y bailamos y cantamos y esperamos que todo
lo que nos cuente sea verdad, se haga verdad.
Estamos en
uno de los templos del circuito madrileño de música «alternativa» y está
todo lleno. Como siempre. Como siempre que toca Luis: la reserva de mesas
una semana antes, hacer cola un buen rato para conseguir entrada… algunas
caras conocidas, otras que acaban de llegar. No es como lo de Libertad,
8, que hay que estar dos horas antes como mínimo para encontrar alguna
esquina libre, pero los camareros no dejan de ir de la barra a los sofás
con las bandejas llenas.
«No sé si Marwan y yo somos los líderes
del circuito, quizás seamos de los que más gente llevamos de los nuevos,
pero tanto como líderes, no sé, tío, no lo he pensado así, es que hemos
tocado mucho…», dice Luis, tres días antes, sentados precisamente en Libertad,
con un buen montón de panchitos y kikos sobre la mesa que voy devorando
poco a poco mientras él habla y cuenta la historia desde el principio…
«Todo es una cuestión de necesidad: escribía
a los 15 años, componía y tocaba el bajo a los 20 y di clases de guitarra
en un Centro Cultural para poder ir tocando mis
canciones.
No puedo ponerme a pensar exactamente por qué lo hago; sale, sin más.
Me pongo con la guitarra y sale. No siempre. Pueden pasar tardes enteras
sin que componga nada y de repente un día tener cuatro ideas para canciones
muy buenas. El asunto es ponerse todos los días.
Desde que empecé, lo que me molaban eran
los cantautores: Silvio, Serrat, Ismael Serrano, Pedro Guerra… también
escuchaba The Smiths, The Cure, o los grupos “grunge” de los 90, estilo
Pearl Jam, Stone Temple Pilots, Hole, Nirvana… Me gustaba eso y me gustaba
Extremoduro o Def con Dos, pero cuando componía, me salía todo tipo Silvio
Rodríguez, y supongo que por eso decidí tirar por el lado del cantautor».
¿Qué es un cantautor? —pregunto.
«Supongo que estaba asociado a la canción
protesta, pero ahora la canción protesta es el hip hop, así que
no sabría definir exactamente qué es. Yo escribo mucho sobre amor, por
ejemplo, me gustaría no hacer canciones de amor, pero no me sale. A veces,
el amor es una excusa para contar otras cosas… Yo me siento cómodo en
el pop, simplemente me cuesta componer en pop porque se mete poca letra:
estrofa-puente-estribillo, va todo muy rápido, hay que condensar. Yo meto
historias muy largas en mis canciones, necesito texto. Lo mismo le pasa
a Calamaro, por ejemplo. ¿Es Calamaro un cantautor?».
Pues no lo sabemos.
De Playa Girón a
Triste feliz
Sabemos otras cosas. Por ejemplo, que, después
de tocar el bajo y componer con su primera banda y pasar por alguna otra
formación acabó con Andrés Lewin, teclista y uno de sus mejores amigos
todavía, en un proyecto llamado Playa Girón. Un grupo pop pero con mezcla
de estilos. Luego ya lo intentó en solitario, grabó una maqueta de 5-6
canciones, se presentó a un concurso con Hoy, empezó a dar sus
primeros conciertos en Rayuela, en el Rincón del Arte Nuevo, por su barrio:
en Villaverde, en San Cristóbal…
«Y luego ya empecé en Libertad y el Búho
Real». Libertad y el Búho Real son como el limbo para los cantautores.
No son sitios especialmente grandes. No ganan fortunas tocando ahí, pero
hay un público fiel, son bares con un prestigio enorme y prácticamente
todos han tocado alguna vez allí. «Di la maqueta. Un día me sacó en el
Búho Antonio di Pinto, otro día me sacó en Libertad Carlos Chaouen, y
les gusté a Darío y a Julián y empecé a tocar ahí».
Más panchitos.
«Pero yo, cuando empecé a tocar en el Búho, ya tenía muchas canciones
buenas. Había currado muchísimo. Luego está lo del público, claro… yo
llevo mucha gente, pero porque me pateé colegios, universidades, asociaciones
culturales… toqué mucho gratis, mucho, y a la gente le empezó a gustar
y entre eso e Internet y las maquetas, pues fui llenando poco a poco.
Pero
no es casualidad, es sólo trabajo».
Y de Libertad a Galileo. El gran salto.
«Grabé Triste Feliz. Es una maqueta
que ahora la escucho y me parece que está muy mal hecha, pero la amortizamos
bien porque vendimos 1000 ejemplares, casi todos en Madrid. Gané el concurso
de la Comunidad de Madrid y luego ya fuimos haciendo conciertos en Galileo,
pero siempre entre varios: con Maru, con Rebeca Jiménez… Al principio,
tiene que ser así, porque no tienes público suficiente para llenar eso,
luego lo vas consiguiendo…». Ahí fue cuando conoció a David, su manager,
su mano derecha y de ahí para arriba, sin parar.
Castigado en el cielo
Aunque no hay que pensar en el circuito
como una especie de escalafón. Puede parecerlo cuando se ve desde fuera,
pero por dentro no es una línea recta, sino como una escalera de caracol
que te lleva dando vueltas todo el rato y que a veces te coloca mirando
hacia arriba, a veces mirando hacia abajo.
«Claro que hay momentos en los que pienso
“lo dejo”, dice Luis cuando le pregunto. «Los momentos en los que
dices “joder, qué mierda, nunca voy a llegar al nivel de…”
pero luego llegan los días en los que piensas que sirves para esto,
joder, que a la gente le gusta lo que haces, que viene a verte. Cuando,
por ejemplo, haces una canción que te mola y estás en medio de un concierto
y por un momento tienes una sensación de belleza, de poder, como si todo
el mundo estuviera contigo sintiéndolo a la vez. Puede durar mucho o ser
sólo un instante, un orgasmo muy corto… pero un orgasmo. Y compensa, claro».
Por ejemplo, tres días después, otra vez,
todos ahí arriba en el escenario, con él, y él canta y los demás nos movemos
con ritmo y sin ritmo, casi todo chicas y algún chico que acompaña o que
tienta a la suerte y el foco nos sigue cegando pero Luis hace como si
nada porque para él «es» como si nada. Está acostumbrado.
«Me equivoqué cuando grabé el primer disco.
Me equivoqué al elegir quién me lo iba a mover y me equivoqué al firmar
varias cosas. Fue un error de la hostia», dice, en su mesa de siempre
en Libertad, 8, justo antes de llegar a las escaleras que llevan al baño.
Luis Ramiro publicó Castigado en el cielo,
en 2007. Las cosas, al principio, fueron bien. El concierto de presentación,
al menos. Hasta ahí. Luego fue todo un desastre. «Nos tomó un año grabar
el disco, el productor era Vincent Huma, guitarrista de Jorge Dréxler,
y creo que hizo un trabajo muy bueno. El disco estaba bien. Quizás ahora
cambiaría la voz, la falta de coros, cosas del sonido… pero teníamos una
ilusión de la leche y la discográfica nos congeló el disco».
¿Por qué?
«Por no querer firmar con ellos unas cosas».
Silencio.
«No sé, no llegamos a un acuerdo en unas
cosas, y pararon la promoción, no puedo decir mucho más. No llegó a haber
promoción, de hecho. Nunca tuvimos un plan de marketing y aún así hemos
vendido más de 2000 copias, que es muchísimo: sin radio, sin televisión…».
Sólo con
un vídeo que Paz Gómez se ofreció a grabarle de su propio bolsillo
y que colgaron de Internet. «Yo creo que hubiera funcionado. Creo que
se puede dar el salto. Si a mí me pusieran en la radio, funcionaría. Podría
vender 30.000 discos, estoy seguro. Pero, luego lo pienso, y la satisfacción
está en componer, no en vender. El ego del creador está por encima del
del famoso…».
Los proyectos con Pancho Varona
Luis prepara ya nuevo disco. Está en una
fase muy previa, con Pancho Varona, eligiendo canciones. De momento tienen:
Romper, Relocos y recuerdos, Paraíso con gastos pagados,
Mientes, Mayo de 2002, Tonterías y el mítico Tiovivo.
Con el resto no se ponen de acuerdo, Luis me coge la libreta y apunta
las que él metería: Te quiero, 2 coplas, 7 pecados,
El reloj, Esdrújulo, El arrepentimiento y Jorge
Primero, la canción dedicada a su hermano.
La gente no sabe la cantidad de canciones
que tiene Luis Ramiro. Yo, al menos, no he visto nada parecido. Puede
cantar 25 en un concierto y que la gente le pida otras 25 y tocar 25 distintas
en el siguiente concierto y aun así tener otras 25 peticiones. Es una
locura.

Pero él, siempre tranquilo, con un punto
de distancia que inquieta. Su mejor concierto, en La Cubierta, de Leganés,
con Serrat, Miguel Ríos… el día del Severo me duele, su mejor canción:
Mi canción definitiva.
El Tiovivo va acabando. Queda el teclado
hipnótico de Andrés Lewin y la voz sostenida de Luis. Tres días después
y tres días antes. La misma mirada, el mismo gesto, la misma sensación
de que, efectivamente, «de alguna forma», Luis Ramiro llegará. Donde quiera.
Web de Guillermo
Ortiz López: http://www.guilleortiz.com/
FOTOGRAFÍAS: Víctor Alfaro ©2008 (http://alcaerelsolradio.blogspot.com/)
Página web
de Luis Ramiro: http://www.luisramiro.com/
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