Luis Ramiro

por Guillermo Ortiz López

Un concierto de un tal Luis Ramiro. La Sala Galileo vista desde lo alto, desde el escenario. La Sala Galileo invisible, de hecho, sólo un foco enorme que nos alumbra a todos y abajo el vacío, la oscuridad absoluta, la imaginación. Última canción: el Tiovivo. Luis pide que subamos a acompañarle a él, a Andrés, a Mani, a Mario y a Chiloé y nosotros subimos, y bailamos y cantamos y esperamos que todo lo que nos cuente sea verdad, se haga verdad.

Estamos en uno de los templos del circuito madrileño de música «alternativa» y está todo lleno. Como siempre. Como siempre que toca Luis: la reserva de mesas una semana antes, hacer cola un buen rato para conseguir entrada… algunas caras conocidas, otras que acaban de llegar. No es como lo de Libertad, 8, que hay que estar dos horas antes como mínimo para encontrar alguna esquina libre, pero los camareros no dejan de ir de la barra a los sofás con las bandejas llenas.

«No sé si Marwan y yo somos los líderes del circuito, quizás seamos de los que más gente llevamos de los nuevos, pero tanto como líderes, no sé, tío, no lo he pensado así, es que hemos tocado mucho…», dice Luis, tres días antes, sentados precisamente en Libertad, con un buen montón de panchitos y kikos sobre la mesa que voy devorando poco a poco mientras él habla y cuenta la historia desde el principio…

Luis Ramiro

«Todo es una cuestión de necesidad: escribía a los 15 años, componía y tocaba el bajo a los 20 y di clases de guitarra en un Centro Cultural para poder ir tocando mis canciones. No puedo ponerme a pensar exactamente por qué lo hago; sale, sin más. Me pongo con la guitarra y sale. No siempre. Pueden pasar tardes enteras sin que componga nada y de repente un día tener cuatro ideas para canciones muy buenas. El asunto es ponerse todos los días.

Desde que empecé, lo que me molaban eran los cantautores: Silvio, Serrat, Ismael Serrano, Pedro Guerra… también escuchaba The Smiths, The Cure, o los grupos “grunge” de los 90, estilo Pearl Jam, Stone Temple Pilots, Hole, Nirvana… Me gustaba eso y me gustaba Extremoduro o Def con Dos, pero cuando componía, me salía todo tipo Silvio Rodríguez, y supongo que por eso decidí tirar por el lado del cantautor».

¿Qué es un cantautor? —pregunto.

«Supongo que estaba asociado a la canción protesta, pero ahora la canción protesta es el hip hop, así que no sabría definir exactamente qué es. Yo escribo mucho sobre amor, por ejemplo, me gustaría no hacer canciones de amor, pero no me sale. A veces, el amor es una excusa para contar otras cosas… Yo me siento cómodo en el pop, simplemente me cuesta componer en pop porque se mete poca letra: estrofa-puente-estribillo, va todo muy rápido, hay que condensar. Yo meto historias muy largas en mis canciones, necesito texto. Lo mismo le pasa a Calamaro, por ejemplo. ¿Es Calamaro un cantautor?».

Pues no lo sabemos.

De Playa Girón a Triste feliz

Sabemos otras cosas. Por ejemplo, que, después de tocar el bajo y componer con su primera banda y pasar por alguna otra formación acabó con Andrés Lewin, teclista y uno de sus mejores amigos todavía, en un proyecto llamado Playa Girón. Un grupo pop pero con mezcla de estilos. Luego ya lo intentó en solitario, grabó una maqueta de 5-6 canciones, se presentó a un concurso con Hoy, empezó a dar sus primeros conciertos en Rayuela, en el Rincón del Arte Nuevo, por su barrio: en Villaverde, en San Cristóbal…

Kiko Tovar entrevista a Luis Ramiro para www.centralmusical.es, en la Sala Galileo

«Y luego ya empecé en Libertad y el Búho Real». Libertad y el Búho Real son como el limbo para los cantautores. No son sitios especialmente grandes. No ganan fortunas tocando ahí, pero hay un público fiel, son bares con un prestigio enorme y prácticamente todos han tocado alguna vez allí. «Di la maqueta. Un día me sacó en el Búho Antonio di Pinto, otro día me sacó en Libertad Carlos Chaouen, y les gusté a Darío y a Julián y empecé a tocar ahí».

Más panchitos.

«Pero yo, cuando empecé a tocar en el Búho, ya tenía muchas canciones buenas. Había currado muchísimo. Luego está lo del público, claro… yo llevo mucha gente, pero porque me pateé colegios, universidades, asociaciones culturales… toqué mucho gratis, mucho, y a la gente le empezó a gustar y entre eso e Internet y las maquetas, pues fui llenando poco a poco. Pero no es casualidad, es sólo trabajo».

Y de Libertad a Galileo. El gran salto.

«Grabé Triste Feliz. Es una maqueta que ahora la escucho y me parece que está muy mal hecha, pero la amortizamos bien porque vendimos 1000 ejemplares, casi todos en Madrid. Gané el concurso de la Comunidad de Madrid y luego ya fuimos haciendo conciertos en Galileo, pero siempre entre varios: con Maru, con Rebeca Jiménez… Al principio, tiene que ser así, porque no tienes público suficiente para llenar eso, luego lo vas consiguiendo…». Ahí fue cuando conoció a David, su manager, su mano derecha y de ahí para arriba, sin parar.

Castigado en el cielo

Aunque no hay que pensar en el circuito como una especie de escalafón. Puede parecerlo cuando se ve desde fuera, pero por dentro no es una línea recta, sino como una escalera de caracol que te lleva dando vueltas todo el rato y que a veces te coloca mirando hacia arriba, a veces mirando hacia abajo.

«Claro que hay momentos en los que pienso “lo dejo”, dice Luis cuando le pregunto. «Los momentos en los que dices “joder, qué mierda, nunca voy a llegar al nivel de…” pero luego llegan los días en los que piensas que sirves para esto, joder, que a la gente le gusta lo que haces, que viene a verte. Cuando, por ejemplo, haces una canción que te mola y estás en medio de un concierto y por un momento tienes una sensación de belleza, de poder, como si todo el mundo estuviera contigo sintiéndolo a la vez. Puede durar mucho o ser sólo un instante, un orgasmo muy corto… pero un orgasmo. Y compensa, claro».

Por ejemplo, tres días después, otra vez, todos ahí arriba en el escenario, con él, y él canta y los demás nos movemos con ritmo y sin ritmo, casi todo chicas y algún chico que acompaña o que tienta a la suerte y el foco nos sigue cegando pero Luis hace como si nada porque para él «es» como si nada. Está acostumbrado.

«Me equivoqué cuando grabé el primer disco. Me equivoqué al elegir quién me lo iba a mover y me equivoqué al firmar varias cosas. Fue un error de la hostia», dice, en su mesa de siempre en Libertad, 8, justo antes de llegar a las escaleras que llevan al baño.

Luis Ramiro publicó Castigado en el cielo, en 2007. Las cosas, al principio, fueron bien. El concierto de presentación, al menos. Hasta ahí. Luego fue todo un desastre. «Nos tomó un año grabar el disco, el productor era Vincent Huma, guitarrista de Jorge Dréxler, y creo que hizo un trabajo muy bueno. El disco estaba bien. Quizás ahora cambiaría la voz, la falta de coros, cosas del sonido… pero teníamos una ilusión de la leche y la discográfica nos congeló el disco».

¿Por qué?

«Por no querer firmar con ellos unas cosas».

Silencio.

«No sé, no llegamos a un acuerdo en unas cosas, y pararon la promoción, no puedo decir mucho más. No llegó a haber promoción, de hecho. Nunca tuvimos un plan de marketing y aún así hemos vendido más de 2000 copias, que es muchísimo: sin radio, sin televisión…». Sólo con un vídeo que Paz Gómez se ofreció a grabarle de su propio bolsillo y que colgaron de Internet. «Yo creo que hubiera funcionado. Creo que se puede dar el salto. Si a mí me pusieran en la radio, funcionaría. Podría vender 30.000 discos, estoy seguro. Pero, luego lo pienso, y la satisfacción está en componer, no en vender. El ego del creador está por encima del del famoso…».

Los proyectos con Pancho Varona

Luis prepara ya nuevo disco. Está en una fase muy previa, con Pancho Varona, eligiendo canciones. De momento tienen: Romper, Relocos y recuerdos, Paraíso con gastos pagados, Mientes, Mayo de 2002, Tonterías y el mítico Tiovivo. Con el resto no se ponen de acuerdo, Luis me coge la libreta y apunta las que él metería: Te quiero, 2 coplas, 7 pecados, El reloj, Esdrújulo, El arrepentimiento y Jorge Primero, la canción dedicada a su hermano.

La gente no sabe la cantidad de canciones que tiene Luis Ramiro. Yo, al menos, no he visto nada parecido. Puede cantar 25 en un concierto y que la gente le pida otras 25 y tocar 25 distintas en el siguiente concierto y aun así tener otras 25 peticiones. Es una locura.

Con Miguel Ríos

Pero él, siempre tranquilo, con un punto de distancia que inquieta. Su mejor concierto, en La Cubierta, de Leganés, con Serrat, Miguel Ríos… el día del Severo me duele, su mejor canción: Mi canción definitiva.

El Tiovivo va acabando. Queda el teclado hipnótico de Andrés Lewin y la voz sostenida de Luis. Tres días después y tres días antes. La misma mirada, el mismo gesto, la misma sensación de que, efectivamente, «de alguna forma», Luis Ramiro llegará. Donde quiera.

📸 FOTOGRAFÍAS: Víctor Alfaro ©2008 (https://alcaerelsolradio.blogspot.com/)

Página web de Luis Ramiro: https://www.luisramiro.com/

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EN LA 1.ª ENTREVISTA:

Laura Cuello · Luis Ramiro · Vega Pérez-Chirinos · Pablo Ager · Lara Moreno · Emite Poqito · M.ª José Moreno · María Riveiro · Carmen Simón · Inés Thiebaut · Víctor Alfaro


- Web de Guillermo Ortiz López: www.guilleortiz.com/
▫ Artículo publicado en Revista Almiar, n. º 38, febrero-marzo de 2008. Reeditado en septiembre de 2020.

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