Aquí no hay siniestros.
Sólo una nube naranja, entre grises de madrugada,
sobre la lejana amalgama de almas sin venas.
Una faz, una luz
y mi tronco
iluminando las tres presencias bellas, negras, frescas;
más mis sobresuelos,
mis pasos,
mis consuelos para estas caderas asmáticas.
Si son luces, o simples miradas,
arrasan en calma la oleica marea de este ser,
o simple máquina,
qué más da...
mas alimentan como sirenas honestas
el sincero vacío de esta nave de piedras, dulces, rayas y borbotones
que por continuar caminando sobre las asfaltadas briznas de yerba,
encalla, sin vivir,
en el lirio de la primavera sin pausa.
Ni los leves trotamundos,
ligeros, ágiles de pies blancos,
valedores de la maternidad,
suministros de plegarias
y constantes sonoras de la realidad desatendida,
comprenden
la sutileza del rasguño adherido a esta piel.
Amada. Mía, tersa y plegada en la geología de las eras,
de las lavas,
de la blandura de esos que llamamos y nunca acuden,
mil veces nombrados por nuestras bocas.
Un sólo dios verdadero para millones de almas vaciadas de verde intenso.

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Ilustración: Fotografía por Sofía Serra ©

sserragiraldez [at] yahoo.es

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